Políticos de ciencias, políticos de letras. Las ideas de Alejo Vidal-Quadras sobre lo que la formación científica aporta a la política

El vicepresidente del Parlamento Europeo, miembro del PP y catedrático de Física Nuclear, Alejo Vidal-Quadras, ha anunciado su teoría sobre lo que una formación científica puede aportar a la vida política.

Su tesis, a la que ha tenido acceso El Confidencial Digital, y en la que Vidal-Quadras rinde homenaje al cincuentenario de la publicación del libro ‘Las dos culturas y la revolución científica’, de C. P. Snow, el político y ensayista catalán narra su “experiencia personal en relación a la posible influencia de mi formación y trayectoria previas como investigador en una ciencia de las llamadas “duras” en mi ejecutoria política posterior”, así como sus pensamientos “sobre en qué forma las categorías mentales y los métodos característicos de las ciencias (…) pueden influir en las actitudes y tomas de posición de políticos que proceden de este mundo y no del derecho, de las ciencias sociales, del activismo sindical, de la empresa”.

Así, “Alfredo Pérez Rubalcaba, Jaime Lissavetsky, Javier Solana, Juan Carlos Aparicio, Bernat Soria o yo mismo, debido al bagaje intelectual y ético adquirido durante nuestra etapa académica e investigadora anterior(…), reaccionaríamos o hemos reaccionado de manera distinta a la que mostrarían o han mostrado Federico Trillo, José Mª Aznar, Manolo Pizarro, Jordi Pujol, Leire Pajín, Antonio Gutiérrez, José Bono, Rodrigo Rato o Pepiño Blanco en circunstancias similares”.

Vidal-Quadras se ha encontrado dos problemas frecuentes, a lo largo de su vida política, en políticos “de letras”.

El primero es la dificultad en comprender “los órdenes de magnitud”: “Si en un informe, un preámbulo de una ley o un artículo de prensa se menciona una cantidad referida a demografía, renta per cápita, consumo energético, gasto presupuestario o cualquier variable expresable mediante una cifra, se tragan cualquier número sin proceder a lo que hacemos de manera automática los científicos retirados o en activo, es decir, un rápido cálculo mental para verificar si la información que se nos suministra tiene sentido”.

El segundo problema que ha encontrado Vidal-Quadras en los políticos ‘de letras’ “radica en la comprensión de los conceptos contenidos en una norma o en un dictamen referentes a cuestiones de cierta complejidad tecnológica o científica”.

Vidal-Quadras también sistematiza qué ventajas aporta el perfil científico a la vocación política. Estas ventajas son cuatro, según el político catalán:

-- En primer lugar, “el científico necesita a sus críticos y lo sabe”, ya que, según el principio de falsabilidad de Popper, los avances en ciencia “se basan en el desacuerdo, en el sometimiento de las teorías a la crítica racional”. Así, por ejemplo, “la imagen de una derecha gótica en torno a la cual hay que levantar un cordón sanitario jamás hubiera podido ser formulada por un científico”.

-- En segundo lugar, “los científicos respetan el principio del racionalismo crítico como método de aproximarse a la verdad”. En virtud de este principio, “la estrategia de los dos grandes partidos nacionales españoles de tomar como aliados a las fuerzas separatistas para obtener el poder en vez de articular una gran coalición para defender la unidad nacional (…) carece por completo de racionalidad y no resiste un análisis crítico”.

-- En tercer lugar, “los científicos no son relativistas en el sentido moral ni epistemológico del término. Y no lo son porque creen que la verdad existe”. Por el contrario, “en la medida en que no hay una verdad (…) no caben límites a los disparates que el poder puede cometer”.

 

-- En cuarto lugar, “un científico nunca es rupturista ni adanista. Cuando elabora una teoría nueva sabe que (…) también es provisional e incompleta y que un día será destronada por otra más potente”. De esta manera, el científico político prefiere “la reforma creativa frente a la revolución destructora”.

Por último, en un guiño cómico, Vidal-Quadras señala la conveniencia de que un número creciente de científicos se incorpore a la política, “aunque sólo sea porque un científico en el supuesto de que llegara a La Moncloa jamás le diría a su cónyuge en la intimidad del tálamo: ‘no te puedes imaginar la cantidad de españoles que podrían ocupar mi puesto’. Y es que un científico puede perder en su tránsito por la política muchas de sus virtudes, pero siempre conservará el pudor a la hora de aventurar estimaciones estadísticas”, según Vidal-Quadras.

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