Rodríguez Zapatero dio orden desde América para que se convocara a Exteriores al Nuncio de la Santa Sede

La decisión de citar a consultas al Nuncio de la Santa Sede en España, para pedir explicaciones sobre el discurso de Juan Pablo II a los obispos, no fue —como podría parecer- una iniciativa del ministerio de Asuntos Exteriores, sino —según informaciones recogidas por El Confidencial Digital- una orden de José Luis Rodríguez Zapatero desde América, aunque luego el presidente intentara disimular ese hecho.

La decisión de citar a consultas al Nuncio de la Santa Sede en España, para pedir explicaciones sobre el discurso de Juan Pablo II a los obispos, no fue —como podría parecer- una iniciativa del ministerio de Asuntos Exteriores, sino —según informaciones recogidas por El Confidencial Digital- una orden de José Luis Rodríguez Zapatero desde América, aunque luego el presidente intentara disimular ese hecho. La llamada a monseñor Monteiro de Castro para que acudiera al ministerio, donde le recibió el subsecretario, se produjo cuarenta y ocho horas después de la audiencia y discurso del Papa a los obispos españoles. El motivo del retraso está en que fue desde Chile, donde el Presidente del Gobierno se encontraba en visita oficial, desde donde se cursaron las instrucciones pertinentes para esa insólita iniciativa. Según los datos que ha conseguido ECD, la decisión procedió del mismo Rodríguez Zapatero, con el consejo de sus asesores personales más cercanos, y fue a continuación cuando se llamó a Madrid para que Asuntos Exteriores procediera. Esa inesperada orden causó desconcierto en el propio Gobierno, que en las primeras horas había adoptado una postura conciliadora en relación con las palabras de Juan Pablo II. La llamada al Nuncio provocó incluso críticas y rechazos en algunas instancias gubernamentales, que enviaron mensajes a Zapatero en el sentido de que se trataba de una decisión delicada y equivocada, y que un acto así podía interpretarse como una “declaración de guerra” a la Iglesia. Algunos de los argumentos remitidos al presidente le explicaban que con la Iglesia hay que medir mucho los gestos, y que una cosa es convocar a la Conferencia Episcopal, o a su presidente, el cardenal Rouco, y otra muy distinta citar formalmente al Nuncio, utilizando para ello las vías y usos diplomáticos. En el primer caso, la trascendencia de una iniciativa de ese estilo es doméstica y plantea sólo un problema dentro de España, pero en el segundo lo que se hace es magnificar el conflicto, convirtiéndolo en un contencioso de ámbito internacional y con repercusión y eco en todo el mundo. Esta suma de reflexiones condujo a que, posteriormente, Rodríguez Zapatero realizara una forzada valoración para quitar hierro al episodio, y calificara la llamada a monseñor Monteiro de “gesto de cortesía” con el Nuncio.

 

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