¿Vuelve el centro político? Los síntomas que dejan entrever un espacio mayor para el moderantismo: fisuras en el bipartidismo, giro en el PP, tímido resurgir del CDS

Si algunos analistas han hablado de “el fin de la crispación” por puro hastío de la misma, en el panorama político nacional hay indicios de una recuperación de la centralidad política, de nuevo en la esfera pública con los ejemplos de Obama y Merkel.

-- Fisuras en el bipartidismo. El camino abierto por Ciutadans y UPYD se ha consolidado aunque en España, tradicionalmente, no haya habido fortuna para los partidos políticos de nuevo cuño. Más allá de las crisis intestinas de ambas formaciones, su presencia institucional está normalizada, están activos en el parlamento y cuentan con apoyo popular. ¿Su secreto? Dinamismo en la atención a la ciudadanía, superación de viejos paradigmas y compromisos ideológicos (defensa de España = derecha política).

-- Centro sin miedo. El carácter pionero de Ciutadans y UPYD contra las rígidas estructuras de partido y la falta de representatividad se está volviendo, en buena parte, en su contra. De ahí los tumultos en Ciutadans y las defecciones en la formación de Rosa Díez. Aunque sólo sea anecdótico, se reactivan, en parte con pecios de estos grupos, las plataformas de centro: resurge el CDS, se crea el Foro Centro y Democracia. Hay menos temor en reivindicar la centralidad.

-- Cambios en el PP. La línea de Rajoy ha buscado dar más relevancia al grupo parlamentario que a la maquinaria partidista de Génova. Más allá de perfiles notablemente menos ideologizados (Soraya, Cospedal), el PP apuesta por un nuevo modelo de liderazgo, el de Feijóo y Basagoiti, que representa un cambio de formas sustancial.

-- Posibilidad de pactos parlamentarios. La escena política se ha abierto extraordinariamente. Quedan lejos los tiempos de las firmas ante notario o los pactos de exclusión. En las Cortes Generales, la situación es tal que todo el mundo puede pactar con todo el mundo (PP-CIU, CIU-Gobierno, Gobierno-Grupos de izquierda) según convenga. Los propios arietes de cada grupo (Soraya, Madina) son de perfil conciliador.

-- Más diálogo con los nacionalismos. Hemos visto, en meses pasados, la conmemoración en positivo de los pactos del Majestic que antecedieron al entendimiento PP-CIU en 1996. Rajoy no descarta pactar con CiU, Mas no descarta hablar con el PP. Sus grupos parlamentarios se entienden bien en Madrid y en Barcelona. El PP quiere ser bisagra con CiU en las próximas catalanas con acuerdos informales de gobierno. Artur Mas es más pragmático que su entorno soberanista.

-- Identidades inclusivas. Las elecciones vascas y gallegas hablan de un cierto desgaste de los nacionalismos en España. Crecen las “identidades inclusivas” en detrimento de las “identidades excluyentes”: el considerarse gallego y español, por ejemplo, en vez de sólo gallego o sólo español.

-- Condena de gobiernos nacionalistas. En Galicia, el voto de castigo lo llevó principalmente el BNG porque cundió en el electorado la percepción de un gobierno con dos almas: la del BNG y la del PSOE. Lo mismo pasa en Cataluña con PSC y ERC-ICV.

-- La sorpresa en el País Vasco. Tras el acuerdo nunca visto PP-PSOE, el gobierno de López está siendo más feliz de lo que los más críticos imaginaban. Normalidad política en banderas, mapas, acabar con los “muros de la vergüenza”,euskera no obligatorio, críticas también normales entre PP y PSE, unidad total contra ETA…

-- ¿Y el Gobierno? La estrategia de Zapatero nunca ha sido la conquista del voto centrista, estrategia que hasta su llegada al poder había funcionado en España. Con medidas socialdemócratas como las subidas de impuestos y la falta de orquestación en el diálogo social, Zapatero sigue alejado del centrismo.

 

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