Mohamed VI mantiene en prisión a los líderes del Hirak, el único movimiento popular de oposición al régimen marroquí

Acusados de interrumpir la predicación de un imán o “socavar la lealtad de la ciudadanía al Estado”, los principales manifestantes rifeños cumplen en Tánger II penas de hasta veinte años de cárcel

En una cafetería del centro de Alhucemas (Galaxy) días después del asesinato de Mohsine Fikri. Además de Zafzafi, en el centro, y Reda Benzaza (a su izquierda), están Nabil Ahamjik (condenado a 20 años), Mohamed el Haki (a 15 años) y Khalid Sheikh (exiliado en Francia).
En una cafetería del centro de Alhucemas (Galaxy) días después del asesinato de Mohsine Fikri. Además de Zafzafi, en el centro, y Reda Benzaza (a su izquierda), están Nabil Ahamjik (condenado a 20 años), Mohamed el Haki (a 15 años) y Khalid Sheikh (exiliado en Francia).

Los principales líderes del Hirak, el único movimiento popular de oposición al régimen marroquí, que han recibido condenas firmes de hasta veinte años de prisión por desórdenes públicos o interrupción de un sermón religioso, confían aún en la posibilidad de un indulto.

Consideran que la insistente presión de Amnistía Internacional y otras organizaciones de derechos humanos muevan a Mohamed VI a decretar esa medida, mientras sus familiares, como los activistas que huyeron a tiempo a España y Países Bajos, se desviven ahora para que la comunidad internacional no se olvide de esos presos.

Activistas rifeños

El carismático Nasser Zafzafi y otros once activistas rifeños consumen sus años de juventud en el olvido de las penitenciarías de Marruecos. En 2016, lideraron en Alhucemas una serie de protestas callejeras contra el Majzén (el aparato de gobierno en la sombra), que se propagaron por todo el país poniendo en alerta a las autoridades. 

A pesar de no haber sido condenados por delitos de sangre, el régimen de Rabat se mantiene implacable frente a los líderes del único movimiento popular marroquí que sacó a los ciudadanos a las calles para clamar contra el hostigamiento policial, pedir empleo, escuelas, universidades y hospitales, y, además, atreverse a apuntar, con el dedo, al “único responsable de la situación de abandono de la región”. Es decir, el régimen actual y su rey.

Cientos de encarcelados

Cientos de ciudadanos fueron detenidos y encarcelados en 2016 y 2017 por manifestarse en las calles de Alhucemas para reivindicar derechos, pero también inversiones, acusando a la élite política de corrupción y hostigamiento. Entre ellos había mujeres y periodistas. 

Muchos fueron liberados en los siguientes meses, bajo amenaza de volver a prisión si reincidían. Algunos abandonaron el país, hacia España, Países Bajos y Francia, donde fueron acogidos por los rifeños en la diáspora, y se organizaron para trabajar por la liberación de los líderes del Hirak encarcelados. 

Cinco años después de aquello, Nasser Zafzafi, Mohammed Jelloul, Nabil Ahamjik, Mohamed Haki, Zakaría Adahchour y Samir Ighid siguen en la cárcel con la esperanza puesta en un indulto real que nunca llega.

Con los partidos de izquierda

Los principales portavoces del Hirak en España, entre los que se encuentra Reda Benzaza, se mantienen en contacto con los partidos políticos y parlamentarios de izquierda que apoyan la causa del Hirak , a la vez que ponen voz en Bruselas a sus reclamaciones. 

Europarlamentarios como el miembro de Podemos Miguel Urbán no desisten en su intento de hacer oír en el corazón de Europa la crónica de lo que consideran un episodio de represión del régimen de Marruecos contra las legítimas aspiraciones del pueblo. 

 

El separatismo catalán también se solidariza frecuentemente con el Rif, por cuanto consideran que hubo un nacionalismo latente en todas las protestas y reivindicaciones del Hirak.

Torturas

Nasser Zafzafi, líder de todas las manifestaciones y concentraciones callejeras en el Rif hasta su detención en mayo de 2017, ha necesitado tratamiento médico en prisión ya en tres ocasiones. No dudó, desde que ingresó, en denunciar haber sufrido torturas en la cárcel. 

Para Amnistía Internacional, su juicio estuvo lleno de irregularidades: “Las autoridades deben liberar a Nasser Zafzafi y a las demás personas detenidas por protestar pacíficamente o por informar sobre las manifestaciones en Internet. Son presos y presas de conciencia”, apunta la ONG en su web. 

La razón de la detención de Zafzafi y el motivo de la condena fue únicamente haber interrumpido la jutba (sermón) de un imán que estaba responsabilizando a los manifestantes del Hirak de las consecuencias policiales que sus actos iban a desencadenar sobre todos los ciudadanos. Hay que recordar que los imanes en Marruecos son designados por el Ministerio de Asuntos Islámicos y reciben un salario público.

Tras el revuelo formado en la mezquita entre el predicador y los activistas, los agentes de la Seguridad Nacional persiguieron y acorralaron a Zafzafi, procediendo a su detención a pesar de los esfuerzos de sus compañeros por protegerlo y esconderlo.

El Hirak

El Hirak nació en Alhucemas, en noviembre de 2016, cuando el comerciante de pescado Moucine Fikri, hostigado por la policía, murió triturado en la tolva de un camión de basura. Fikri intentaba recuperar la mercancía que los agentes habían arrojado al camión, cuando alguien activó el mecanismo compactador. Las terribles imágenes de su muerte se difundieron por todo Marruecos y entre los rifeños en la diáspora, dando lugar al nacimiento de la, hasta ahora, única oposición popular al régimen de Mohamed VI.

El Hirak se ha caracterizado desde el principio por reunir en las calles a muy diferentes generaciones de ciudadanos, y por contar en sus filas con numerosas mujeres. La prensa marroquí llegó a apuntar que “por primera vez las mujeres han salido en Marruecos a la calle a manifestarse no por los derechos de sus maridos, hermanos o hijos sino por los suyos propios”.

Las duras condenas, así como la constante presencia policial y militar en la región del Rif, han desmantelado por completo la estructura del Hirak. Media docena de manifestantes por la liberación de los “presos políticos” se encuentran también actualmente en prisión. Los principales activistas cumplen también largas condenas, o se refugian en países de Europa, donde intentan reorganizarse.

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