“Tabarnia está como la república catalana: de capa caída”

Jaume Vives es el alma de Tabarnia y de la Resistencia Catalana contra “las provocaciones de los indepes”. Aunque en su megáfono cunde el buen humor, su mensaje ha hecho mella. Es periodista. Escritor y autor de documentales ajenos a la política. En sus ratos libres es youtuber: el youtuber del ¡Qué viva España! en el balcón de Balmes

Jaume Vives
"Parezco un preso político, y no...", me dice. Interpretaremos la foto como "Vives, con sonrisa, en medio de la maraña política catalana".

Hiperactivo social. Catalán, influencer anti independentista, líder de la “resistencia de las sonrisas” que se ríe de las ideas de los del procés con chistes como Tabarnia: “una broma que iba en serio”. Promueve una Cataluña en la que defender propuestas diferentes sea compatible con irse de copas. Que ya está bien de bastos y espadas. Que ha descubierto el oro de expresarse con libertad sin faltar al respeto, aunque algunos mantengan su obsesión por romper la baraja. Ve al PP sin cintura para volver a nacer. Mira a VOX por el retrovisor a la espera de los hechos. Pide a Inés Arrimadas que vuelva al Parlament, “porque sería bueno contra el nacionalismo” y considera que la apuesta de Ciudadanos por Manuel Valls “ha sido una gran cagada”. Cree que engancharía con Ada Colau. Lamenta que Abascal hable más claro que “el 90% de la jerarquía católica”. Con barba larga y poco pelos en la lengua, Jaume Vives vive del periodismo, las redes, los libros y los documentales. Es el que peleó con Manolo Escobar las caceroladas a favor del procés desde el balcón tecno-pop de Balmes. Admira al juez Marchena y espera que la sentencia del juicio del 1-O sea el paso necesario para su regreso al mundo outsider de detrás del telón.

Barcelona. Tarde de lunes de junio. Huele en el ambiente más a crema solar que a política. Entre que viene de estrenar bicicleta y que se va a jugar al fútbol, el portero mediático y simpático contra los goles del movimiento independentista catalán está aquí, en la terraza más cercana al balcón de Balmes, entre Acuarius, pan, jamón ¡y tabasco!: el pincho de los inconformistas con estómago…

Se nota que es joven y libre. Buscaremos sinónimos para sus recurrentes “me toca los huevos” y “la puta Ramoneta”. Barba de Gràcia, mirada de Tintín, sonrisa de converso, manos que se mueven a la orden de sus nervios y vecino pacífico de san Cugat.

Conquistó la sátira de Tabarnia y la convirtió en un espejo para los reyes desnudos del procés. Sostiene el megáfono contra las caceroladas de lazo amarillo y las propuestas exclusivas en las que solo caben ellos. Saltó al ruedo de las redes por estar hasta el moño de que estiren las costuras catalanas y ahora espera que el juez Marchena toree con garbo, hasta el final, el toro embolado patrocinado por el nacionalismo Duracell.

Algunos le han tachado de ultra y de fanático, y él se empeña en que quede claro que una cosa son los arietes contra las ideas, y otra, las puñaladas a las personas. Quiere jugar a la defensa personal con el judo de la inteligencia, el respeto y el buen humor.  Insiste también en que la política es algo muy secundario en su vida. Tras una adolescencia en modo Pablo de Tarso, se cayó del caballo y se le abrieron cielos que le tienen en sano vilo. Su fe ha refinado sus ofensivas y ha enfocado sus esperanzas y su caridad. Esas son sus reglas, reglas que no significan silencio.

Balmes arriba. Barcelona está que se sale por los bordes de vida, de belleza, de modernidad. Balcones con banderas. Balcones con abuelas. Balcones con macetas. Balcones con caspa y balcones con visión de futuro. Balcones que divisan el mar y balcones no nos dejan ver el bosque. Arriba, el famoso balcón de Balmes. En la calle, bajo palio de terraza, esta conversación:

¿Es usted un antisistema?

Teniendo en cuenta que partidos como la CUP o movimientos como los antifas forman parte del sistema, porque son disidencias controladas, sí. El verdadero antisistema no es el que lucha contra los desahucios, con lo que puedo estar de acuerdo, sino el que se enfrenta a las bases sobre las que se construye la sociedad del siglo XXI, y, en concreto, en Barcelona. Soy antisistema porque voy contra el sistema al pelear por la dignidad humana y por la libertad, algo que trasciende lo políticamente correcto. Lo que conocemos como antisistemas no son un peligro para el sistema. No soy de rastas y crestas, que las he llevado, pero soy un antisistema desde el punto de vista biológico.

¿Cuándo empezó ir en dirección contraria al sistema?

Cuando empecé a pensar… Bueno, habría que debatir si he empezado a pensar ya, o todavía no… Siempre me ha costado mucho asumir la jerarquía. Es necesaria, pero me cuesta aceptarla. Empecé a rebelarme ya en casa, con mis padres y contra lo que ellos me habían enseñado, que es justo lo que ahora me vuelve antisistema… A los 13 años me fui de casa, y volví a la semana. A los 15 me marché de nuevo, y tardé más tiempo en volver. Fui bastante problemático para mis padres… Esa rebeldía natural que acompaña mi carácter y mi forma de ser se fusionó luego con el redescubrimiento de los valores en los que había sido educado, hasta que los hice míos y conformaron mis esencias. De esa forma de ser salieron mis proyectos periodísticos sobre la pobreza, sobre los cristianos perseguidos, o por lo que me hice famoso, porque vivimos en un país de mierda, que fue salir el balcón de Balmes a hacer el garrulo durante la manifestación del 6 de octubre de 2017, lo cual también es fruto de lo que yo soy, aunque considero que es lo más cutre que he hecho. Estoy mucho más orgulloso de los libros que he escrito y de los documentales que he dirigido. Lo del balcón supongo que tuvo su importancia, pero no es lo que me define.

 

¿Cómo se ve el puzle político en Barcelona después de las municipales desde ese balcón de “la resistencia de las sonrisas”?

Por un lado, nos encontramos con la portavoz del Gobierno de Torra, Meritxell Budó, que dice que los números son evidentes, y los números dicen que los indepes han perdido tres regidores… La situación en Barcelona es compleja. Si contamos regidores, los indepes no han ganado. Los partidos netamente independentistas -ERC, la CUP y Junts per Catalunya- suman 15. Los partidos no indepes suman los ocho del PSC -dudo muchísimo que un independentista vote al PSC-, los seis de Valls -me extrañaría muchísimo que un indepe vote a Valls- y los dos del PP. Los números son evidentes: 15 contra 16. ¿Dónde metemos a los comuns? Yo lo tengo claro: que bailan el agua a los indepes, ¡sí!, pero dudo de que tengan voto independentista. Moralmente también creo que la derrota la han sufrido los independentistas, aunque ellos tratarán de taparla como sea. Votó más gente a VOX en las elecciones generales que a la CUP en las municipales…

¿Usted está en el ajo político real, o solo en redes?

En su día molesté al sistema independentista como puede molestar hoy un político de primer nivel, porque, de repente, aparecía un catalán con buen humor, que se ríe de ellos, les descoloca, de dónde sale, no le teníamos localizados… ¡Es que, además, es catalán! En ese momento empezaron las campañas de acoso y derribo. Ciertos medios tuvieron interés en encumbrarme, y tan pronto como te elevan, acabas desapareciendo para ellos. Los diarios de izquierda me acusaron de homófobo y otras cuestiones muy poco contrastadas, y entonces percibí claramente que era molesto, que era una voz libre a abatir a cualquier precio. Un año después he vuelto a mi estatus natural, que es el del outsider. Tengo un altavoz que no tenía antes: 70.000 suscriptores en mis redes. Ahora, si hago un vídeo y va mal, lo ven 20.000 personas… Me he aprovechado del sistema para tener eco, pero estoy en la periferia.

¿Cómo está Tabarnia?

Tabarnia está como la república catalana: de capa caída. Aunque ninguno de los dos entes existe, a la república catalana la sostienen muchos medios de comunicación, instituciones, y dinero. A Tabarnia, no. Realmente, Tabarnia fue lo que nunca ha sido el independentismo de masas: un movimiento que nace del pueblo. Un día de san Esteban de 2017, de repente, surgió la iniciativa a raíz de algo que alguien había escrito en un blog en 2013. No había ningún partido, ni ninguna empresa detrás. Hubo personas que se sumaron para colaborar, y Tabarnia creció, tuvo su momento, y una función importante, porque fue una respuesta natural a la provocación independentista más fuerte que hemos vivido nunca, y esa respuesta natural, cuando pasan las circunstancias, cae. Ahora es el momento del juicio del procés.

¿Hubo tentación de convertir esa corriente en partido político?

El miedo a que Tabarnia acabara siendo un partido lo teníamos más nosotros que los indepes. De todas formas, al menos por mi parte, jamás hubo la intención de que esto derivara en partido político. Era una broma seria.

¿La resistencia catalana que usted lidera está viva o está esperando su próximo momento?

Hablo por mí: yo no quiero hacer un dios de mi causa anti independentista. Tengo prioridades más importantes: lo que hago en Irak, lo que hice con la pobreza en Barcelona… El desafío independentista pasó de ser un movimiento plasta de los de siempre a una amenaza real, como apreciamos con el referéndum. En ese contexto, nuestra resistencia cívica y sonriente despertó. Salimos a la calle, la gente dio la cara… Quizás llegamos tarde, porque aquí había una Cataluña silenciada, pero también una Cataluña silenciosa. Después del 1-O vinieron las cárceles, las huidas, Alemania, juicios, y la resistencia ha comprobado que los líderes del procés han vuelto a una pantalla anterior del juego con la táctica de volver a marear al personal, de calentarles, pero midiendo mucho las consecuencias y sin someterse a excesivos riesgos… La resistencia ahora está hibernando, hasta que vuelvan a provocarnos en serio, porque entonces nos tendrán de nuevo en frente.

Mientras tanto, en esta etapa, el PP ha muerto en Cataluña, Ciudadanos se ha llevado a Albert Rivera e Inés Arrimadas a Madrid… Da la impresión de que el campo que cultivan los independentistas se está quedando despejado…

Visto así, realmente es deprimente… De todas formas, es pronto para hacer un análisis sobre el desierto provocado por la derecha, porque, mire, el PSC parecía que iba a desaparecer, y de repente… No sé qué va a pasar, pero sí sé que ese diagnóstico es real. El PP va a desaparecer, y se lo tiene bien merecido; Ciudadanos ha apostado por Madrid y se lleva la voz clara de Arrimadas contra el nacionalismo. Y VOX, veremos.

¿Cómo ve a VOX?

Veo a VOX con mirada atenta. Se odia a este partido por poner en entredicho pilares sociales y morales que, hasta ahora, no se podían tocar. VOX tiene un discurso detrás del que parece que hay un partido con fundamento, pero veremos. En su día, algunos se creyeron esas mismas propuestas con el PP. Al final, muchas de las cosas que considero que hacen daño a nuestra sociedad no las ha conseguido el PSOE, sino el PP. A veces son necesarios los conservadores para consolidar lo que han hecho los progresistas. El PP no era una alternativa, sino un tren que iba al mismo destino, pero más lento, por miedo a descarrilar.

¿Cuál es su juicio sobre los de Abascal?

No me atrevo todavía a hacer un juicio sobre VOX, aunque hay aspectos que no comparto con ellos. Creo que deben hacer un mayor esfuerzo por acercarse a las clases medias y bajas, que conforman más del 90% de nuestra sociedad. Sería un error que se consolide la idea de que es el partido de las élites. Para eso ya están el PSOE, el PP, ERC… VOX debe aprovechar que todo el mundo les odia para evitar que el poder y el dinero sean los que muevan sus intereses. Estoy expectante por ver qué pasa en Andalucía y qué sucede en el Congreso. Puede ser que se repita la historia, o puede ser que VOX suponga una alternativa realmente antisistema.Jaume Vives

¿Ve a VOX como el partido de los católicos?

No. La esperanza de los católicos no está puesta en la política, aunque sea una buena herramienta. Dicho esto: yo he escuchado a Santiago Abascal hablar del aborto de un modo más claro que el 90% de la jerarquía de la Iglesia católica en España y que un porcentaje muy elevado de los católicos del país. No acuso a nadie de cobardes. Todos hemos cayado a veces, porque la muerte social da miedo. Ante esa dejadez de bajar la bandera de la defensa de la familia, de la defensa de la vida, a Abascal le he oído palabras más claras que las de muchos representes del mundo católico. Podré votarle o no, podré estar más o menos de acuerdo con todo su discurso, pero ojo con ser puntillosos, porque esas voces críticas de la jerarquía que deberían estar presentes en la opinión pública hace tiempo que no se oyen.

¿Espera algo del nuevo PP de Pablo Casado? Le invitaron la Convención del PP de enero de 2019 y se salió del guion. Cuando le escuchamos, la impresión fue que estaba muy quemado con la etapa de Rajoy, pero que confiaba algo en la que abría Casado.

Personalmente, no tengo ninguna esperanza ni en el PP, ni en Casado, lo cual no quiere decir que me parezca un tipo simpático y agradable, pero arrastra muchísimo lastre. Dudo que sea capaz de resucitar su partido. Lo más probable es que en el PP no cambie nada. Un partido político del siglo XXI no puede tener vocación de mayorías, porque es una manera de suponer que la sociedad es igual, y eso no es así ahora. Ir a por las mayorías requiere renunciar a todo, disparar a todo y venderlo todo, para que haya más gente que te lo compre todo, que al final es nada. En los temas importantes, ya hemos visto que Casado no ha cambiado casi nada. ¿Y en Cataluña? Lo único que pueden hacer es alargar la desaparición con caras mediáticas, como Cayetana Álvarez de Toledo, o con gente con carisma, como Josep Bou, para que la muerte sea más lenta. Sin Cayetana y sin Bou, seguramente el PP no tendría ya representación por Barcelona ni en el Congreso de los Diputados, ni en el Ayuntamiento de la ciudad.

¿’Compraría’ a Cayetana Álvarez de Toledo para el Parlament?

Habla bien, como vimos durante su intervención en el debate de TV3. Es lista, es valiente y sabe. No me molestaría.

¿Cómo ha visto lo de Manuel Valls?

Ha sido una gran cagada por parte de Ciudadanos. Tener un vínculo apropiado con el lugar al que te presentas a unas elecciones no es supremacismo, es sentido común. Saber a quién vas a representar y conocer a tu gente es fundamental para optar a un cargo público. Además, Valls se ha vuelto más de izquierda que el PSC… Los partidos no buscan a gente preparada, sino a personas con exposición mediática. ¡Hasta a mí me han propuesto ir en listas, para que vea cómo está el tema!

¿El PP?

No, el partido es igual…

¿Defender sus ideas le ha supuesto pagar peajes de apestado social?

Si ahora voy a pedir trabajo a según qué medios, no creo que me contraten, pero tengo la suerte de ser mi propio jefe. Defender con claridad mis propuestas me ha afectado algo, pero no más que al resto de antisistemas, porque vivimos en una sociedad en la que, o vas con mucho cuidado con lo que dices, o al día siguiente te hacen una campaña de acoso y derribo.

¿Qué ha aprendido desde que pilló el megáfono por primera vez hasta ahora?

He intentado ir modulando un discurso muy beligerante al arranque, hacia un discurso más beligerante contra unas ideas, un sistema, y los que tienen responsabilidad, pero no contra las personas. Periodísticamente, toda esta experiencia me ha ayudado a pensar más las cosas y sus repercusiones, porque hay una responsabilidad y una obligación. Yo no puedo replicarlo todo. Suelo ser cauteloso y ahora lo soy todavía más. Yo, con menos dignidad que un independentista, supongo, pero con mi propia dosis de libertad, trato de combatir ideas, pero no a personas. Puedo ser duro con un Torra, con un Artur Mas, que han tenido mucha responsabilidad, pero el éxito está en criticar sus ideas o sus acciones sin faltarles al respeto. Es difícil, lo admito. Otra cosa que he aprendido en carne propia es que los medios son carroñeros y utilizan a las personas según sus intereses.

¿La libertad gana o pierde enteros en esta España de 2019?

Pierde.

¿Pierde disfrazada de ‘gana’?

Claro. De todas formas, sería interesante asentar en la sociedad qué significa exactamente la libertad, y a partir de ahí, construir. Sin hacer un estudio profundo sobre la libertad, es fácil concluir que hay una parte importante de la sociedad a la que no se le permite hablar con libertad. Los que más critican que vivimos en un Estado fascista son los que más medios tienen bajo control para expresarse y difundir su mensaje.

¿Defender su fe y decir “soy católico” es lo peor tolerado hoy en los medios?

Muy posiblemente.

¿Ha sido un error mezclar en su discurso la lucha contra la independencia en Cataluña con su testimonio religioso?

He intentado no mezclarlo, pero es inevitable que detrás de ambas cuestiones esté la misma persona. ¿Ha perjudicado? Según la mentalidad de algunos sectores catalanes, sí. ¿Por qué? Es absurdo, pero creo que se trata de personas con mentes muy obtusas. Ejemplo gráfico, pero sin nombres: acudo a una persona importante de la Iglesia en Cataluña para que viera mi documental sobre los cristianos perseguidos en Irak, aunque fuera en privado, no vaya a ser qué… Y difícil. Claro, yo iba ya con esa mentalidad de que lo viera en privado para evitar problemas… Después de un año, no lo conseguí. Sin embargo, esa misma persona presentó un libro que tiene que ver con la fe de una persona muy beligerante a favor de la independencia que insulta, desprecia, es mal educada y grita. Me parece estupendo que se sienten en la misma mesa, pero me llama la atención la diferente vara de acercar posturas.

Después de ver, estudiar y grabar a cristianos perseguidos en Irak, ¿cree que en España se persigue la fe?

Hay muchos tipos diferentes de persecución. En España hubo una persecución muy cruel, más que la de Irak, que sembró de mártires el mapa. A día de hoy, lo que vemos en occidente es un acoso más sutil, que no conlleva sangre, pero que busca la marginación social. Cualquiera que lea los medios, entenderá que en España ya no hay católicos, solo existen ultracatólicos, porque, o eres el Padre Ángel, o eres un ultra. Ese asedio tiene un efecto contrario a las persecuciones directas. Con los acosos cruentos, la fe crece, como vemos en Egipto, en Irak, o como vimos en la España del 36. Sin embargo, cuando ese ataque es sutil, pero permanente, poco a poco la fe va muriendo hasta recolocar a los creyentes en las nuevas catacumbas. Es un hostigamiento más eficaz.

¿La Cataluña real es la que nos cuentan los medios?

La Cataluña que nos cuentan los medios es la que interesa a los políticos. Es la Cataluña que, por desgracia, cada vez es más real: la del enfrentamiento, la confrontación, los ambientes de trabajo irrespirables, las familias divididas… La semana pasada estuve cenando con una persona que pilotó una de las campañas más feroces contra mí hace ya un año y pico. Nos lo pasamos genial. Nos juntaron para un programa piloto de televisión y enganchamos bastante bien. Esta es la Cataluña que tenemos que construir entre todos, sin renunciar a la defensa de nuestras ideas: la de la convivencia diversa. La Cataluña real es la de la sintonía entre personas que piensan de manera diferente, pero son capaces de vivir juntas.

¿La Vanguardia es indepe?

Depende de a quién se lo pregunte… Un tío de Unió le dirá que es un periódico bastante equilibrado. Uno de la CUP le dirá que es el medio de las élites. Uno del PP y Ciudadanos quizás le digan que sí, que es indepe. Hay muchos panfletos indepes que no se esconden. No tienen el más mínimo pudor y es vergonzoso que a eso se le llame periodismo. También en nuestro lado hay mucho panfleto vergonzoso, ojo. La Vanguardia ha sido el periódico de Convergencia, y de esos lodos vienen estos fangos. Les ha ido muy bien. Conozco pocos periódicos que puedan regalar ejemplares en la Universidad o en el metro porque no necesitan vender. Ha sido el diario del poder y de la gente que está cómoda con el poder.

¿Está siguiendo el juicio al procés?

Sí, sobre todo al arranque. El juez Marchena me gusta. Tiene algo que también tiene Bou (PP): si ve que Ada Colau ha hecho algo bueno, se lo dirá. Y si ha hecho algo mal, también. Los dos son personas que no dan patadas a la realidad porque les interese por electoralismo o ideología.

¿Se iría de cañas con Ada Colau?

Sí. Seguro que nos entenderíamos. Creo, incluso, que me lo pasaría bien.

¿Con Manuel Valls?

Con él me aburriría soberanamente.

¿Con Ernest Maragall?

Yo con mi abuelo me lo paso muy bien…

¿Con Jaume Collboni?

También, aunque me parece más serio y, quizás, conectaríamos menos.

¿Con Josep Bou?

Con Bou me he ido de copas y me lo he pasado muy bien.

¿Con Inés Arrimadas?

Creo que sintonizaríamos.

¿Con Andrea Levy?

Coincidí con ella en el AVE y nos tomamos algo, no recuerdo si una cerveza o un gin-tonic, y bien.

¿Cansa ir a la contra?

Yo voy a la contra virtual. Hago mi contra en You Tube, pero después me voy de cena con gente muy diferente. Sé que caigo bien a muchos indepes. No me cansa ir a la contra, porque no voy a la confrontación personal. No busco guerra.

¿En TV3 está cómodo?

He ido dos veces: una para hablar sobre la pobreza, y otra, para hablar de los cristianos perseguidos. Durante un año entero me estuvieron llamando cada sábado para hablar de política. Les puse excusas, pero la realidad es que me daba miedo meterme allí y enfrentarme a un ambiente tan hostil en el que no iba a conseguir nada.  

¿Qué Cataluña espera para sus hijos?

Una en la que mi mujer y yo podamos transmitirles la fe y los valores en los que creemos. Si no puede ser aquí, pues nos iremos a Madrid, donde también estamos cómodos. Aunque a mí me gustaría permanecer en mi tierra.

¿Y si los hijos le salen antisistema y le dan su misma lata?

Pues habrá que sufrirlo, no nos quedará otra. Mis padres me sufrieron mucho tiempo, pero lo que ellos sembraron dio sus frutos, y la cosa tuvo su recompensa. Yo se lo agradezco enormemente. De momento no tenemos hijos, cuando lleguen, nos prepararemos para responder lo mejor posible.

REBOBINANDO

Jaume Vives es un 15-M en catalán, y en dirección contraria a las mareas. Como aquella acampada que vio Sol y que diluyó Podemos. Aquella que estaba harta de políticos, de ladrones, de ombligos con corbatas y ombligos con tacones. Pero en catalán. Si en Madrid se tomaba la plaza en 2011, en Barcelona se toma el balcón seis años después. Si en Madrid se gritaba contra los recortes sociales, en Barcelona él pone el foco en los recortes de las libertades. Si en Madrid se pedían más medidas de control contra la corrupción, en Barcelona él y su resistencia reclaman más medidas de control contra la corrupción de un sistema político que ahora vemos sentado en el banquillo.

Fíjese.

El 15-M pedía acabar con el expolio de los servicios sociales, una "democracia no secuestrada por los mercados", una economía que reconociera que el trabajo es "la única fuente de creación de riqueza", más poder horizontal, más consultas ciudadanas, viviendas dignas, proteger el medioambiente, fomentar el consumo responsable, una cultura plural "que represente a todas las personas" y respeto a la diversidad "sexual, funcional, de edad, de procedencia y de cualquier otra índole".

Los de Vives -que tampoco son rebaño- piden acabar con el expolio de los intereses exclusivamente independentistas, una democracia real en la que los partidos que rompen las reglas del juego constitucional salgan del campo, una economía que atraiga y no repela los intereses del mundo, de Europa, y del resto del país; más poder horizontal para la gente que piensa diferente sin necesidad de notar en sus sienes los odios calientes, derechos fundamentales donde la dignidad de las personas sea la diana, proteger el ambiente de medios que lo tensan todo estirando los mensajes, fomentar el consumo responsable de diálogo sin postureo, una cultura plural en la que quepan todos -y todas-, y respeto a la diversidad de toda índole, incluido el credo.

15-M y Resistencia Catalana. Conexión en puente aéreo. Les une la indignación. Les separa la politización. Les unen las propuestas que nacen de la base. Les separa la cobertura mediática, la instrumentalización de Podemos, y la batalla en formato sonrisa. Dos momentos. Dos capitales. Dos corrientes lógicas. En la opinión publicada, unos son empoderados, libres, ciudadanos; los otros, ultras, conservadores, pilotos del cohete hacia el pasado. Así es la vida y así se la están contando. Qui no vulgui pols, que no vagi a l'era…

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