Los marroquíes católicos siguen sin poder ir a la iglesia dos años después de la visita del papa

La Plataforma de Cristianos de Marruecos reclaman no tener que pasar por la mezquita para casarse, que sus hijos puedan recibir nombres de santos y ser eximidos de educación islámica

Mustapha Soussi reza con otros marroquíes en un domicilio privado de Marruecos.
Mustapha Soussi reza con otros marroquíes en un domicilio privado de Marruecos.

“Ser cristiano en Marruecos es un derecho que sólo tienen los extranjeros; los marroquíes seguimos sin poder poner un pie en una iglesia”. Así se expresa Fátima Laraki, una tangerina católica que vive con su hijo en el Levante español desde hace diez años. 

Fátima conoce bien las consecuencias a las que se exponen quienes practican en su país un credo diferente al islam, y se mantiene en contacto con algunos de sus correligionarios que siguen viviendo su catolicidad, de forma clandestina, en Tánger, Rabat o Casablanca

“Casi todos los que conozco se bautizaron fuera de Marruecos y, cuando regresaron a su país, no tuvieron más remedio que ocultar su nueva adscripción religiosa; muchos acaban desertando de la Iglesia ante los muchos obstáculos que encuentran”, añade.

Solo musulmanes o judíos

La Constitución de Marruecos de 2011 reconoce la libertad de culto pero, paradójicamente, sólo admite la existencia de marroquíes musulmanes o judíos

El artículo 220 del Código Penal castiga con hasta tres años de cárcel a quien trate de convertir a un musulmán a otra religión, y el 222, por ejemplo, establece penas de hasta seis meses para los que rompan el ayuno públicamente durante el Ramadán. 

Hasta 2010, fueron frecuentes las expulsiones del país de misioneros extranjeros de confesiones diferentes al islam sunní. Se contaban por decenas los evangélicos y los chitas iraníes que fueron obligados a abandonar el reino, acusados de quebrantar la fe de los musulmanes. 

Un francisco de etnia árabe

Ese mismo año también fue expulsado de Larache el franciscano egipcio Rami Zaki. El Gobierno no dio explicaciones al obispo titular de Tánger, Santiago Agrelo, pero quedó patente que Rabat interpretó como una amenaza la presencia de un ministro católico de etnia y lengua materna árabe

El resto de la veintena de franciscanos españoles, italianos, polacos o mexicanos que atienden labores sociales y parroquias para extranjeros en Marruecos no han tenido problemas. 

“Salir del armario” 

Algunos marroquíes cristianos, de diferentes denominaciones, han salido del armario y han decidido asociarse. Están en comunicación con el Consejo Nacional de Derechos Humanos, un organismo público que vela por la protección de las libertades. 

 

Se reunieron con su anterior secretario general, Mohamed Sebbar, un cargo público parecido al defensor del pueblo. Quieren que medie con el Gobierno para que les permitan poner nombres cristianos a sus hijos, se les exima de la enseñanza del islam en los colegios, no tengan que casarse obligatoriamente en una mezquita y puedan ser enterrados en tumbas cristianas. 

Sin respuesta

Mustapha Soussi, fundador de esta asociación de cristianos, dice que no han recibido respuesta alguna de momento, pero reconoce a ECD los esfuerzos del rey Mohamed VI por “reinar para todos los marroquíes, independientemente de su credo”. 

Soussi admite inercias burocráticas que no son fáciles de cambiar. “Hay dificultades en general a nivel social y administrativo, pero ya hay debate sobre los derechos de las minorías religiosas entre partidos políticos y en muchas ONG”. 

A este funcionario municipal de 51 años le parece que los problemas sobrevienen “sobre todo, cuando un musulmán anuncia públicamente que ha dejado de creer en el islam y se ha convertido a otra religión”.

En Tetuán, solo extranjeros

A la misa dominical en la Iglesia de la Victoria, en Tetuán, solo asisten extranjeros: son religiosos y laicos de la pequeña comunidad española y francesa. Desde hace unos años, además, han empezado a verse cameruneses, nigerianos o costamarfileños, entre otros subsaharianos, que se encuentran de paso hacia Europa en su peregrinaje migratorio. 

En ciudades de mayor tradición universitaria, como Rabat y Casablanca, hay también católicos entre los casi seis mil estudiantes de otros países africanos que cursan carreras en Marruecos con becas públicas. Pero no es posible encontrar a ningún marroquí en la eucaristía: los pocos que han seguido los pasos de San Pablo, casi siempre durante estancias de trabajo en Europa, evitan que nadie sepa en su entorno de su conversión: las consecuencias familiares y sociales pueden resultar insoportables.

El mensaje del papa Francisco

Hace ahora dos años, el papa Francisco subrayó en Rabat, ante el rey de Marruecos, que “la libertad religiosa y de conciencia están inseparablemente unidas a la dignidad humana”. Sin embargo, Mohammed VI, no quiso admitir en su discurso la existencia de cristianos marroquíes: “Me han confiado la protección de los judíos marroquíes y los cristianos extranjeros que viven en Marruecos”, precisó en su respuesta.

El reino alauí cuenta con dos diócesis regidas por obispos españoles. Hay numerosas órdenes religiosas atendiendo dispensarios, comedores sociales, orfanatos, hogares para niños de la calle, de discapacitados y centros de promoción de la mujer por todo el país. 

Solamente caridad

Franciscanos y franciscanas de diferentes órdenes, vicentinas, trinitarios, salesianos, clarisas contemplativas y monjas de Teresa de Calcuta, entre otros institutos religiosos, administran estos centros en los que no se lleva a cabo ninguna labor apostólica o proselitista

“Estamos aquí para mostrar la belleza del cristianismo a través de la caridad”, dice una de las franciscanas de la Inmaculada del Colegio de Nuestra Señora de los Ángeles, en Larache. 

En esa misma ciudad funciona un centro socio-cultural Lerchundi al que acuden muchos jóvenes musulmanes a recibir clases de español o al cinefórum semanal. Desde la parroquia del Pilar, los franciscanos, cuya orden aterrizó en Marruecos cuando aún vivía Francisco de Asís (siglo XIII), también atienden a los españoles  que cumplen condena en algunas de las dos prisiones locales por traficar con hachís.

“Nos llaman traidores”

Said es uno de los cientos de cristianos evangélicos que viven en Marruecos. Se convirtió gracias a las televisiones vía satélite e Internet. No quiere dar su apellido ni mostrar su rostro ante la cámara, pero quiere destacar que “los musulmanes son muy respetuosos con los cristianos extranjeros pero, a la vez, muy duros con los que abandonamos el islam, a los que nos llaman traidores”.

Algunos de los marroquíes que han llegado a España en los últimos años han apelado a su condición de cristianos para solicitar asilo político. Estas solicitudes suelen ser rechazadas, al entender los tribunales españoles que los cristianos en Marruecos, a pesar de las dificultades sociales o políticas que puedan padecer, no están perseguidos. Conceder protección internacional a un solicitante marroquí supondría acusar indirectamente a Marruecos de no respetar los derechos fundamentales y, con ello, contribuir a enturbiar las delicadas relaciones con ese país vecino.

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