“¡Los niños, fuera; los niños fuera!”. Un superviviente del accidente del tren Alvia Madrid-Ferrol relata el drama que vivió en el interior de uno de los vagones siniestrados

● La reacción de Alberto Núñez Feijóo, nada más llegar a la zona: “¡Hay muertos, muchos muertos!”

Miércoles 24 de julio, víspera de la fiesta del Apóstol Santiago en Galicia. Faltaban diecinueve minutos para las nueve de la noche. Un tren Alvia que cubre la línea Madrid-Ferrol descarrila a tres kilómetros de la estación de Santiago de Compostela. ECD ha tenido acceso al relato de uno de los supervivientes del siniestro.

Juan García (el único dato no real de esta narración), de 24 años, se disponía a celebrar la noche del Apóstol en Santiago de Compostela junto a un grupo de amigos. Viajaba junto a uno de sus primos.

Dos minutos antes de llegar a su destino, se desató el pánico en el Alvia que unía Madrid y Ferrol.

Esta es la descripción, realizada en primera persona para El Confidencial Digital, de los primeros momentos que se vivieron en uno de los vagones:

-- El tren llegaba con algunos minutos de retraso a la estación de Santiago. Los viajeros se dieron cuenta de que el Alvia iba aumentando su velocidad de manera brusca: “Cogió la curva a toda prisa”, explica Juan.

-- Algunos de los pasajeros, usuarios habituales de esta línea para llegar a dormir a Santiago, recordaban momentos antes del siniestro que “siempre se mueve mucho el tren en este tramo”. Pero ninguno podía imaginar el fatal desenlace.

-- Solo unos minutos después, el vagón dio varias vueltas de campana tras salirse de la vía. Todo lo que vino posteriormente lo define como un “verdadero horror”.

Los primeros instantes

-- Juan perdió la conciencia unos segundos. Lo primero que recuerda son unos gritos: ¡Los bebés, fuera; los bebés, fuera! Esas fueron las primeras palabras que escuchó Juan en el vagón. Los pasajeros comenzaron a romper ventanillas para sacar al exterior a los más pequeños. Entre los pasajeros había incluso algún recién nacido.

-- Toda la escena se desarrollaba en medio de una densa capa de humo y el caos, que apenas dejaba identificar a fallecidos, heridos y supervivientes.

 

-- “Estaba rodeado de muertos”, describe García. La gente no paraba de gritar: “Esto es una tragedia. Aquí hay muchísimos cadáveres. Hay personas llenas de sangre por todas partes”.

-- “Había gente que quería moverse, pero no podía. Tenían los brazos y las piernas rotas”. Muchos intentaban salir del amasijo de hierros en el que quedó el vagón, pero no podían porque “estaban destrozados y desangrándose”.

-- Vio cómo algunos de los vecinos se apresuraban a bajar, por propia iniciativa, mantas, edredones y agua para atender a los primeros heridos que eran tumbados junto a la vía.

-- La hilera de ambulancias, bomberos, coches de Protección Civil y vehículos particulares era “impresionante”. Las luces y las sirenas daban idea a los supervivientes de la magnitud de la tragedia.

-- Juan vio llegar al lugar del siniestro al presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo. Estaba totalmente desencajado. Se llevó las manos a la cabeza y exclamó: “Hay muertos, muchos muertos”. Pocos minutos después, apareció en la zona la ministra de Fomento, Ana Pastor.

Solidaridad en los hospitales de Santiago

Otro de los escenarios clave de los instantes posteriores a la tragedia fue el hospital Clínico de Santiago.

Allí fue trasladado Juan nada más ser desalojado de la zona. Los servicios de emergencia aconsejaron a los heridos leves o ilesos, como era su caso, que acudieran a los hospitales para ser atendidos.

Buscaban así dejar trabajar a los técnicos y sanitarios. Los supervivientes vivían momentos de nerviosismo y querían colaborar, pero se les insistía en que de esa manera podían entorpecer el operativo. Lo mejor era que fueran abandonando el lugar.

En el hospital Clínico se vivieron escenas de máxima tensión. Médicos que iban llamando con nombres y apellidos a los familiares de los accidentados. A muchos de ellos, para comunicarles que habían perdido la vida. Gritos, lloros, lamentos.

Otros allegados, desconcertados, no conseguían información sobre el estado de sus familiares a medida que pasaban las horas. Vagaban de un lado para otro. Rostros de angustia e inquietud. Comenzaban a desesperarse. Escenas de familias rotas en el hall del centro hospitalario.

La solidaridad también fue impresionante. Juan relata que sólo dos horas después del accidente, había ya largas colas de gente a las puertas del Clínico de Santiago para donar sangre.

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