Oleadas de incendios provocados por los presos en las cárceles españolas

Solo en agosto se han registrado seis incidentes originados por convictos conflictivos que buscan llamar la atención. Vea imágenes exclusivas

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El verano es la época del año más complicada en las cárceles. “Si preguntas a los internos te dirán que prefieren el invierno, porque los días se les hacen más cortos y les da la sensación de que cumplen antes la condena”, explica un funcionario de prisiones. Además, el calor no ayuda. Por eso, un método recurrente empleado por los internos más conflictivos para llamar la atención es incendiar su celda. Solo en este mes de agosto se han registrado al menos seis pequeños incendios en cárceles de España. 

El pasado 31 de julio, Confidencial Digital contó uno de los primeros incidentes del verano que tuvo lugar en Soto del Real. El preso David Charlín, calificado como uno de los más peligrosos de España, prendió fuego a media noche a su habitáculo después de una discusión con otro interno. La situación durante el mes de agosto ha ido a más. 

Los presos tienen acceso a mecheros o cerillas porque les está permitido fumar en determinados lugares de las dependencias. Instituciones Penitenciarias no se plantea limitar el acceso a este tipo de elementos, ya que considera que es como si se tratara de su casa, explican fuentes internas. 

El procedimiento que utilizan suele ser parecido: incendian el colchón, que no arde pero que se calienta mucho y suelta un humo muy negro, lo colocan en la puerta metálica de la celda y los gases se esparcen por el resto del módulo. Además, la puerta se dilata y en muchas ocasiones se inutiliza el sistema eléctrico de apertura. 

“Eso supone que tenemos que abrir la celda de forma manual, con una llave en forma de L, procediendo al desbloqueo de la puerta”, explica un funcionario. Esta maniobra a veces se vuelve peligrosa porque el preso está muy agitado: “cuando abrimos es cuando el interno nos suele atacar con pinchos caseros. Además, suele mojar el piso de la habitación con agua, aceite o Fairy para que resbale”. 

Los incidentes de agosto 

Uno de los primeros incidentes del mes ocurrió el día 7 en el centro penitenciario Madrid 2. Allí, un hombre de 21 años prendió fuego al colchón de su celda del módulo de aislamiento. La intensa humareda provocó que los internos tuvieran que ser trasladados de lugar. Un funcionario requirió atención hospitalaria por inhalación de humo. 

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El 15 de agosto en la cárcel de Dueñas, oficialmente denominada Centro Penitenciario La Moraleja (Palencia), se produjeron momentos de mucha tensión cuando un interno, clasificado entre los más peligrosos de España, quemó su celda después de la medianoche como resultado de una discusión con otro interno de la misma galería.

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Días más tarde, en el mismo recinto, un joven extranjero también prendió fuego a su estancia provocando una humareda que obligó a evacuar completamente la galería para que el resto de internos no se intoxicaran. 

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De nuevo en la capital, el 20 de agosto, un preso de 45 años del Centro Penitenciario Madrid VII, en Estremera, se autolesionó en su celda y luego prendió fuego al cubículo. Esto le produjo importantes quemaduras en la cabeza, así como en el resto del cuerpo. Tuvo que ser evacuado a un centro médico externo en un helicóptero del servicio de emergencias SUMMA por intoxicación de humos. 

Un día más tarde, se produjo un incendio en el centro penitenciario de Zuera originado por otro preso del módulo de aislamiento. Ese mismo día, el centro penitenciario de Almería registró otro caso similar. En esta ocasión, en el módulo de cuarentena. 

Uniformes vulnerables y falta de medios 

En algunas ocasiones los incendios se producen de manera fortuita, cuando los internos se quedan dormidos con un cigarrillo encendido en la mano. En cualquier caso, los funcionarios lamentan la falta de medios para hacer frente a estos incidentes. 

Por un lado reclaman más personal para abarcar todos los módulos. Asimismo, una mayor formación para aprender a resolver este tipo de sucesos. 

Y, por último, un cambio de uniforme. El atuendo oficial de los funcionarios se compone de un pantalón de pinzas, una camisa y un chaleco de tela. “Nuestro uniforme es de conserje, no es funcional y el calzado se derrite con el calor”, advierte uno de los trabajadores. 

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