Sancionado un sargento de la Guardia Civil por perjudicar la imagen del cuerpo al protagonizar un incidente borracho en un bar

El Supremo confirma que, aunque no iba de uniforme, empañó el buen nombre y prestigio del cuerpo al amenazar a la dueña con clausurar el establecimiento

Suboficiales de la Guardia Civil.
Suboficiales de la Guardia Civil.

Una noche en un bar le ha salida cara a un sargento de la Guardia Civil. El Tribunal Supremo ha confirmado la sanción disciplinaria que le impusieron como autor de una falta grave de embriaguez fuera del servicio, cuando afecte a la imagen de la Guardia Civil.

En una sentencia reciente, la Sala Quinta, de lo Militar, del Tribunal Supremo, ha desestimado el recurso de casación contencioso-disciplinario militar que presentó este sargento, contra la sentencia que en octubre de 2021 dictó la Sala de Justicia del Tribunal Militar Central.

Este tribunal ya había desestimado el recurso del sargento de la Guardia Civil. La sanción se la había impuesto el 25 de agosto de 2020 el general jefe de la Zona de Canarias: pérdida de quince días de haberes con suspensión de funciones como autor de una falta grave consistente en la embriaguez fuera del servicio, cuando afecte a la imagen de la Guardia Civil o de la función pública, prevista en el apartado 26 del artículo 8 de la Ley Orgánica 12/2007, de 22de octubre, del régimen disciplinario de la Guardia Civil.

La directora general de la Guardia Civil dictó el 5 de noviembre de 2020 una resolución por la que rechazó el recurso de alzada y confirmó la sanción.

“Podía cerrarle el bar”

El Tribunal Militar Central consideró probado que en la madrugada del 9 de diciembre de 2019 este sargento, que era el comandante del puesto de la Guardia Civil en San Sebastián de la Gomera, en la isla de La Gomera, se encontraba “vestido de paisano y franco de servicio” en un bar.

“A lo largo de dos horas efectuó diversas consumiciones de bebidas alcohólicas que paulatinamente le produjeron un evidente estado de embriaguez”, relata la sentencia, “pues cuando abandonó el bar presentaba síntomas tales como habla estropajosa, dificultades para mantener la verticalidad, falta de coordinación y de reflejos, mirada perdida y dificultad para hablar”.

El problema fue que “durante su estancia en el establecimiento se identificó como miembro de la Guardia Civil y comandante del puesto de la localidad ante la propietaria del mismo”.

No sólo eso, sino que además le dijo, con insistencia, a la propietaria del bar que “la autoridad podía cerrarle el bar si se comprobaba que a la puerta del mismo se vendía droga, añadiendo de la misma forma repetitiva y cargante que si tenía algún problema le llamase a él personalmente en vez de a la Guardia Civil”.

Un capitán y un sargento, al rescate

El caso es que la propietaria del bar acabó llamando al teléfono de emergencias 112. De ahí contactaron con el Centro Operativo de Servicios de la Comandancia de Santa Cruz de Tenerife, para informar que había un problema en un bar de San Sebastián de la Gomera con un miembro de la Guardia Civil.

 

Al establecimiento se desplazó el capitán jefe de la compañía de la Guardia Civil en San Sebastián de la Gomera, y el sargento jefe del destacamento del Seprona (Servicio de Protección de la Naturaleza).

El capitán y el sargento observaron que el otro sargento, que estaba fuera de servicio bebiendo en el bar, presentaba los síntomas de embriaguez antes descritos. Se lo llevaron a casa, en un vehículo de su propiedad.

El expediente disciplinario consideró que en ese episodio el sargento se había embriagado en unas circunstancias que afectaron a la imagen de la Guardia Civil.

Otras acusaciones de la denunciante

Aunque no todas llegaron a considerarse hechos probados en la sentencia del Tribunal Militar Central, lo cierto es que en sus declaraciones la dueña del bar presentó numerosas acusaciones contra el sargento.

Tanto en la declaración en el expediente disciplinario como en una queja que presentó en la Dirección Insular de la Administración General del Estado en La Gomera, la responsable del establecimiento denunció que el sargento borracho se fue del local sin pagar las consumiciones.

También afirmó que el suboficial de la Guardia Civil le dio a entender que no le cerraría el bar si se acostaba con él, y que le insistió en que se tenían que ver a solas, en su despacho o en su casa.

Estas acusaciones fueron rebatidas por el sargento. Sin embargo, el Tribunal Supremo no entró a valorar estas cuestiones, “ya que en la declaración de hechos probados de la sentencia impugnada -que es, repetimos, el único objeto del presente recurso extraordinario de casación- no se hace mención ni referencia alguna a tales extremos”. Es decir, que ni el expediente disciplinario de la Guardia Civil ni la sentencia del Tribunal Militar Central citaron esas denuncias como argumentos para castigar al sargento.

Se le conocía como guardia civil

Uno de los puntos centrales que abordaron los magistrados del Supremo fue si los hechos habían afectado negativamente a la imagen de la Guardia Civil.

El sargento alegó que el incidente tuvo lugar cuando él estaba fuera de servicio, y no vestía el uniforme del cuerpo.

Pero la dueña del bar declaró que este cliente “se identificó como el que manda en San Sebastián [de La Gomera], como el que manda todo[a] la Guardia Civil”. Es más, sacó y le enseñó una acreditación en la que se leía “Guardia Civil”, y también le dijo que a partir de ese momento si tenía problemas no tenía que llamar a la Guardia Civil, sino a él personalmente.

Es decir, que ante la propietaria del local se identificó como miembro de la Guardia Civil y como comandante del puesto de San Sebastián de La Gomera, “lo que, además, era conocido por varios clientes presentes en el establecimiento”, según la sentencia.

A eso se añade que, según concluyó el Supremo, “es obvio que el ahora recurrente se hallaba, al momento de los hechos, en un estado de embriaguez al menos semiplena”. Frente al recurso del sargento, el alto tribunal consideró que el Tribunal Militar Central había obtenido un cuadro probatorio “sólido y contundente”, y por ello no se podían poner en cuestión los hechos probados.

“Velar por el prestigio de la Guardia Civil”

Una vez llegado a ese punto, el Tribunal Supremo señala que en el caso de este sargento concurre el requisito de que la conducta sancionada comporte un grave incumplimiento del deber jurídico de velar por el prestigio de la Guardia Civil.

La sentencia cita el párrafo primero del artículo 22 de las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas, aprobadas por Real Decreto 96/2009, de 6 de febrero: “El militar velará por el prestigio de las Fuerzas Armadas y por el suyo propio en cuanto miembro de ellas”.

Las Reales Ordenanzas de las Fuerzas Armadas son aplicables a la Guardia Civil por virtud de lo dispuesto en el Real Decreto 1437/2010, de 5 de noviembre.

Cita también la regla esencial 13 de las que definen el comportamiento del guardia civil, con arreglo a la cual el guardia civil “evitará todo comportamiento que pueda comprometer el prestigio del Cuerpo o la eficacia del servicio que presta a la sociedad”. Esta regla aparece en el apartado 1 del artículo 7 de la Ley 29/2014, de Régimen del Personal de la Guardia Civil.

Empañó el buen nombre del cuerpo

La conducta del sargento -consumir bebidas alcohólicas en un bar, hasta alcanzar “un evidente estado de embriaguez”- se produjo fuera del ámbito interno de la Guardia Civil, pero determina el Supremo que dicha conducta “resultó conocida por personas ajenas al Instituto de la Guardia Civil, como fueron ciertos clientes del establecimiento que lo conocían y quienes regentaban el aludido bar de San Sebastián de la Gomera”.

No sólo algunos clientes y los dueños sabían que era miembros del Instituto Armado, sino que el sargento se identificó como miembro de la Guardia Civil y, a mayores, como comandante del puesto en ese mismo municipio.

A eso se añade que la actitud del sargento obligó a la propietaria del local a llamar al 112, que avisó al Centro Operativo de Servicios de la Comandancia de Santa Cruz de Tenerife de la existencia de un problema con un miembro de la Guardia Civil en el referido establecimiento.

Este aviso llevó a que el capitán jefe de la compañía de San Sebastián de la Gomera y el sargento jefe del destacamento del Seprona se tuvieran que personar en el bar. Además, el sargento mantuvo ante ellos “un comportamiento indecoroso, insolente e indigno”.

Todo ello “de manera clara empañó el buen nombre y prestigio de la Guardia Civil”, “como miembro de la cual no dudó en identificarse”, por lo que “obviamente” se dañó la imagen del cuerpo.

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