José Tomás: ¿Mito o marketing?

Decía un aficionado antiguo que todo aquel que quiere ser torero merece un respeto; que si además es capaz de vestirse de luces y hacer el paseíllo, ese respeto aumenta al máximo y que si se pone delante de un toro se convierte en un auténtico dios. Y es verdad. Pero en el caso de José Tomás, ¿estamos ante un mito o es puro marketing?

Según algunos críticos taurinos, lo que viene ocurriendo con José Tomás en las últimas temporadas -además de un fenómeno en el que el diestro de Galapagar cosecha éxito tras éxito y en el que, por supuesto merece todos los respetos de cualquier aficionado- se ha convertido, esta vez para mal de la Fiesta, en un fenómeno social.

Y ese fenómeno social con su mucho de marketiniano se puede volver contra el mundo del toro, entre otras cosas porque priva de ver en plenitud y en puridad a un grandísimo torero y puede estar confundiendo a muchos pseudoaficionados sobre la realidad de ese mundo.

Hay muchos que opinan que sí hay ciertas sombras sobre el fenómeno que se ha creado alrededor de quien fuera un diestro de una valía fuera de lo común. El José Tomás de las salidas a hombros en Madrid, de las actuaciones en Pamplona, Bilbao, Valencia, Sevilla, y en las plazas más difíciles de América y Francia, cosido a cornadas, pisando terrenos inverosímiles, ‘aguantando’ a todos los toros hasta la temeridad, dominando todas las suertes, estoico y sin mover un músculo y haciendo temporadas de un considerable número de corridas, poco tiene que ver con el José Tomás de tres corridas al año, en plazas escogidas, en solitario o con dos compañeros -de los cuales uno siempre va por delante- y con toros bien seleccionados en dehesas de ganaderías concretas y demasiado ‘conocidas’ por los que entienden.

Otros críticos tampoco pasan por alto la larga lista de famosos que se dejan ver en esas corridas sentando plaza de aficionados –lo son de ocasión- y las crónicas de muchos medios, no es de extrañar que algunos piensen en una formidable operación de marketing basada en las cicatrices de un gran torero.

Un gran torero de quien el mejor elogio que hacen sus seguidores de aluvión es compararle con Manolete -ellos sabrán por qué y, además, están en su derecho-. Pero el consenso de la mayoría de los expertos es que ponerle por encima de Joselito o Belmonte ya se pasa de la realidad y, con ese pasarse, confunden a muchos y tampoco hacen ningún bien al torero.

Es muy difícil adjetivar y hacerlo sobre una temporada de tres corridas y en plazas excesivamente cómodas. Es muy difícil juzgar objetivamente actuaciones de las que, salvo imprevistos, y en la plaza hay muchos, el resultado está cantado y es muy difícil emitir opiniones sobre tan menguado bagaje cuantitativo aunque el cualitativo esté más que justificado por grandísimas actuaciones.

En el toreo, según coinciden muchos entendidos, las comparaciones nunca han sido odiosas y las confrontaciones y ‘peleas’ entre toreros han sido siempre la sal de la Fiesta desde tiempos inmemoriales. Hasta los números ‘uno’, El Guerra o Luis Miguel Dominguín, tuvieron sus oponentes en la plaza y sus detractores en los tendidos. Fueron muchos quienes no perdonaron aquel ‘después de mí naide’ o el índice levantado de Luis Miguel en aquella famosa vuelta al ruedo.

Ahora no hay excesivas competencias, pero la injusticia que se comete con grandes toreros de 70 u 80 corridas al año, con presencia en todas las ferias, en plazas comprometidas como Madrid, Sevilla, Bilbao o Pamplona, vuelven a hacer pensar a muchos que la operación de marketing quizás haya ido demasiado lejos.

Y sin ir más lejos, pocas horas antes de los rabos y las orejas de Nimes, al lado de Madrid, en Fuenlabrada, se retiraba uno de los toreros más sufridos y más honrados del escalafón. José Pedro Prados, ‘El Fundi’, cortó diez orejas y dos rabos a toros de Escolar y de Domingo Hernández, ganaderías que no agradan demasiado a las figuras incluidos a quienes eligen los toros de José Tomás. ‘El Fundi’ se retiraba con 45 años y muchas cornadas en el cuerpo, después de haber toreado en todas las plazas y ‘todo’ lo que salía por los chiqueros. Y después de que un ‘imposible’ Guardiola, de esos que tampoco quieren las figuras, se le fuera vivo a los corrales en plana feria de San Isidro.

Posiblemente ‘El Fundi’ y otros muchos, no sean toreros sobre el que se pudiera construir un mito, pero lo cierto es que tampoco lo son para que sobre sus cornadas se montara, tal vez, una operación de marketing. Y ahí queda la duda para muchos aficionados.

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