¿Podremos dejar de aprender idiomas?

Los avances tecnológicos están haciendo más fácil la vida diaria y también facilitando tareas que hasta ahora costaban un gran esfuerzo e incluso años de aprendizaje. Es el caso de los idiomas, gracias a aplicaciones y programas que desde cualquier teléfono móvil se pueden traducir en segundos textos escritos y hasta conversaciones en otra lengua. La pregunta que surge es: ¿Permitirá esto acabar con la necesidad de aprender idiomas?

Una app que traduce carteles.
Una app que traduce carteles.

Una mujer que habla sueco se sitúa con unos auriculares especiales y un teléfono móvil frente a un hombre angloparlante. El hombre se dirige a ella en inglés: “Hello Isabel, how are you doing?”. Gracias a los auriculares y el móvil, la mujer escucha el saludo... no en sueco, sino en inglés.

La escena parece de ciencia ficción, pero es real y reciente. Sucedió el 4 de octubre en un evento organizado por Google para presentar los Pixel Buds. Con estos auriculares inalámbricos la compañía asegura que se pueden comprender conversaciones en hasta 40 idiomas.

No es el único invento que permite entender otro idioma sin haber dedicado años a estudiarlo. Desde hace años cualquiera se puede descargar de forma gratuita en su smartphone la aplicación World Lens, que permite traducir un texto impreso con sólo enfocar la cámara del móvil.

Microsoft por su parte ha anunciado que está trabajando en poner en marcha un sistema de traducción instantánea a través de Skype, para que el receptor escuche lo que le dice su interlocutor en su propia lengua, a través de un sintetizador de voz.

Estos avances, así como las muchas aplicaciones que existen para traducir con el móvil, están provocando que en los últimos años algunos lingüistas se planteen si cabe la posibilidad de que de aquí a un futuro próximo para entender y hablar inglés, francés, alemán o cualquier otro idioma no sea necesario pasar años estudiando en una academia o viviendo en otro país donde se utilicen esas lenguas.

La necesidad de aprender idiomas

El Confidencial Digital ha contactado con Miguel Herrero, profesor de Lengua Española en la Universidad de Düsseldorf que ha estudiado este asunto a fondo. De hecho, trabaja en proyectos de e-learning de idiomas a través de aplicaciones para dispositivos móviles como “Dictados” y “VerbForms”.

Herrero se muestra rotundo al contestar la pregunta de si ahora y en el futuro se seguirá aprendiendo idiomas pese a todos los avances tecnológicos. “Absolutamente”, concluye, y comienza argumentando que “en un mundo globalizado, con puestos de trabajo cada vez más temporales y precarios, y con una incipiente revolución en el transporte autónomo, limpio y barato, con cada vez mayor movilidad con un menor coste, los fenómenos migratorios serán una constante imposible de frenar”.

En ese mundo en el que los trabajadores tendrán que cambiar frecuentemente de un país a otro, necesitará adaptarse si quieren “sobrevivir, al menos emocionalmente”. Y esa integración pasa, necesariamente, por aprender el idioma: “Sin aprender el idioma del lugar es imposible integrarse, y sin integración es muy difícil estar satisfecho con la vida. La falta de integración de los inmigrantes es un asunto cada vez más problemático, y no carente de peligro, para las sociedades de acogida”.

Distintas motivaciones para aprender un idioma

Herrero no obvia las posibilidades que ofrecen actualmente las tecnologías para manejarse en un idioma que no se domina: “Solo hay que pensar en el hecho de poder llevar un diccionario bilingüe de varios tomos en el bolsillo, instalado en un dispositivo móvil, y en el hecho de poder consultarlo en cualquier lugar escribiendo las primeras letras de la palabra que deseas conocer, sin pasar una sola página”.

Incluso apunta que “muy posiblemente veremos pronto aplicaciones que te ayudarán a conocer el nombre de las cosas en cualquier idioma captando simplemente la imagen de los objetos con el móvil”, sin necesidad de consultar en un diccionario ni siquiera virtual.

Todas estas novedades, y las citadas anteriormente de auriculares de traducción simultánea y similares permiten manejarse mejor en un idioma que no se domina, o salir del paso en una situación puntual: un viaje al extranjero, una gestión profesional concreta...

¿Significa eso, como se ha dicho, el fin del estudio de idiomas? Miguel Herrero no sólo lo rebate, sino que explica los distintos perfiles de aprendices de lenguas extranjeras que no desaparecerán. Por un lado, el emigrante, como ya ha mencionado, pero muchos más: “La persona que aprende un idioma para pasar las vacaciones en un lugar y poder conversar con los habitantes de la comarca, el que aprende idiomas por un interés lingüístico, el que aprende idiomas para poder entender a un determinado autor (Unamuno estudió danés para poder entender a Kierkegaard), el que aprende un idioma porque le suena bien o porque, simplemente, se ha enamorado y quiere poder expresar sus sentimientos”.

Los matices que no se pueden programar

Pero además este profesor de Lengua Española y desarrollador él mismo de aplicaciones de traducción destaca las dificultades que plantea y que a su juicio seguirá planteando la traducción automática a través de dispositivos electrónicos y programas informáticos.

“Si deseas obtener la traducción de una palabra concreta para, por ejemplo, comprar un objeto en una tienda durante las vacaciones, un simple diccionario te ayudará. Pero si deseas traducir unos versos, siempre faltará el mundo de las evocaciones que suscitan las palabras, porque este mundo varía a lo largo del tiempo y del espacio, varía incluso entre una persona y otra”, pone como ejemplo Herrero.

Además destaca que “la lengua es un artilugio que nos permite ser sarcásticos, cínicos, irónicos, que nos permite hacer preguntas retóricas o mentirnos mutuamente”. Todos estos usos, reflexiona este experto, serán difíciles de programar en un dispositivo o aplicación, “porque entre otras cosas dependen de un contexto determinado y de la experiencia concreta de los hablantes que forman parte del diálogo”. Por contra, un traductor humano sí percibe esos matices y puede intentar reproducirlos en esa otra lengua.

En este sentido, continúa explicando que en muchos casos “una misma frase no significa lo mismo para todos. No se trata tanto de que una máquina pueda traducir esa frase concreta, sino del hecho de que para poder traducir correctamente una frase es necesario haberla comprendido. Dudo mucho que llegue el día en el que le concedamos a una máquina la potestad de decidir cuál de los diferentes significados de esa polémica frase es el acertado”.

No se trata, por lo tanto, de que no podamos programar ciertas intenciones en una máquina. Para Miguel Herrero, “el problema es que, en muchos casos, ni siquiera nosotros comprendemos bien nuestras propias intenciones y nuestros deseos, y mucho menos las intenciones y los deseos de los demás. Y si no los comprendemos, es imposible programarlos”.

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