Eutanasia sí, eutanasia no

Un cardiólogo del Hospital Clínico San Carlos descubre cómo hacer electrocardiogramas completos con un smartwatch
Un médico con su paciente.

El Congreso de los Diputados aprobó el martes tramitar la proposición de ley socialista del suicidio asistido, o eutanasia, con los votos en contra de PP, Vox, UPN y Foro de Asturias.

Una medida que se ampara en que, según sus promotores, el 80% de la sociedad la pide y está conforme con ella.

Sin embargo, en España algunas comunidades autónomas han aprobado ya leyes muy completas sobre cuidados paliativos, y en Europa se insta a no aprobar leyes eutanásicas, antes de ofrecer medidas integrales sobre los cuidados al final de la vida.

Los países de nuestro entorno

Otro de los argumentos utilizados para intentar poner en marcha la ley de eutanasia, es que se trata de una regulación que existe en la generalidad de los países de nuestro entorno.

Sin embargo, la eutanasia, como acto deliberado de poner fin a la vida de un paciente, ha sido rechazada legalmente en Francia o Italia, aunque en Roma, a raíz de un caso sonado, el Tribunal Constitucional declaró en 2019 que la cooperación al suicidio puede ser lícita en determinadas circunstancias. Pero las cámaras legislativas transalpinas no han dicho aún nada.

La reforma bioética que se tramita en Francia no aborda el problema, por entender que está al día la ley Claeys-Leonetti de 2016.

Sólo existe en tres de los 29 países de la Unión Europea: los del antiguo Benelux, Holanda, Bélgica y Luxemburgo.

La jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos humanos –aplicable al conjunto del Consejo de Europa, como Rusia o Turquía, no sólo a la UE-, no reconoce la existencia de un derecho a poner fin a la vida.

En 2019, la American Medical Association –la más numerosa del país-, confirmó la praxis seguida hasta ahora, después de estudiar a fondo el problema durante dos años dentro de su comité de asuntos éticos y judiciales. Esa decisión reafirma el principio del famoso juramento hipocrático, y se une al rechazo formalizado en 2017 por el American College of Physicians, y en 2015 por la Asociación Médica Mundial.

 

Suicidio en España

No faltan quienes vinculan la ‘urgencia’ de la eutanasia con lo que consideran un proliferación de suicidios en España, lo que demostraría la necesidad de esa regulación.

En 2018, el suicidio se mantuvo en España como la primera causa de muerte externa, con 3.539 fallecimientos, aunque un 3,8% menos que en 2017. 

El número total de muertes por suicidio es superior a las provocadas por accidente de tráfico, aunque de éstas se hable lógicamente mucho más: un total de 1.896 personas en 2018, de ellas 475 peatones. El INE destacó que el 44,6% de los fallecidos tenía 70 ó más años.

El crecimiento vegetativo de la población española en el primer semestre de 2019 presentó un saldo negativo de 45.404 personas. En ese periodo se registraron 170.074 nacimientos, un 6,2% menos que el año anterior. 

Con todo, el suicidio en España significó un 0,82% respecto del total de muertes, 427.721, lejos del 4% de las personas que fallecen por eutanasia en los Países Bajos, donde esa práctica se legalizó a comienzos de siglo.

Medicina paliativa

La medicina ha avanzado notoriamente en los últimos tiempos. Ha crecido más la capacidad de diagnóstico de las enfermedades que su curación. Son casi ilimitadas las posibilidades de paliar el dolor físico. Cuando no se puede curar, los médicos pueden ayudar como nunca a una muerte sin obstinación terapéutica. 

Según expertos en medicina paliativa, no hay razón para provocar la muerte, ni siquiera a petición del interesado. La asistencia al suicido está tipificada como delito en el vigente código penal español.

Dolor insufrible

Los partidarios de la eutanasia argumentan en las quejas de los enfermos, quienes, hartos de su dolencia, manifestarían un deseo de poner fin a la vida.

Sin embargo, la legislación vigente en España reconoce, al menos desde 2002, la facultad de rechazar tratamientos desproporcionados, que significarían obstinación o encarnecimiento terapéutico.

Según los especialistas en paliativos, en realidad los enfermos lo que reclaman no es que termine su vida, sino la desaparición de la causa de un dolor propio insufrible.

Un estudio del Centro de Humanización de la Salud de los religiosos camilos, titulado "No quiero sufrir. Sobre la eutanasia",  concluye: "De una encuesta a médicos que trabajan desde hace 25 años en Cuidados Paliativos y que han atendido a 57.000 enfermos, solo 0,5% de los pacientes atendidos (unos 291) cada año les han pedido la eutanasia".

José Carlos Bermejo, director de dicho Centro, argumenta que ese 80% que esgrime el Gobierno que está conforme con el suicidio asistido, lo que no quiere es "sufrir, pero existen otros caminos muy distintos a la eutanasia". 

“No me quiero morir”

En el estudio, los médicos resaltan que, de estos pacientes que pedían morir en el contexto de cuidados paliativos, en la mayoría de las ocasiones la petición era “no quiero vivir así” y “no me quiero morir”.

Sus demandas son aliviar el sufrimiento físico (dolor, disnea, alteración corporal) y sobre todo afectivo espiritual, y se trataba de persona con gran sobrecarga de necesidad de cuidados y prisas de los familiares, o con el familiar en el extranjero. 

Algunos pacientes, tras estos cuidados, terminan con sedación paliativa que es absolutamente distinta a la eutanasia.

Soledad y sufrimiento 

Expertos en paliativos explican que muchas de las personas que piden la eutanasia no lo hacen por un sufrimiento físico, que hoy en día se puede paliar en gran medida, sino porque confluyen muchos otros elementos, como por ejemplo la soledad, sentir que son una carga para sus familiares, o no tener unos cuidados paliativos en condiciones que les ayuden en su final de la vida. 

Según  datos del estudio citado, tener vínculos significativos protege en relación al deseo de la eutanasia, mientras que el vivir solos aumenta el estar de acuerdo con la misma. En general, los pacientes no se quieren morir porque estén al final de la vida, sino porque la vida que tienen, sobre todo si es con sufrimiento, no les gusta.

Inducción a la muerte 

José Carlos Bermejo considera que el proyecto de ley que va a tramitar el Congreso va más allá, porque se enmarca en un contexto eutanásico.

“Tal y como está previsto el borrador, no es solo una medida para aquellos que tengan enfermedades irreversibles al final de su vida, sino que estará permitido a todos aquellos que no ven sentido a su vida aunque no sufran dolores físicos inaguantables". 

Y advierte sobre  lo que está ocurriendo en algunos otros países. Se comienza con una ley denominada garantista y compasiva, (que sea solo el paciente quien la pida y supervisada por un equipo médico) y termina en una pendiente de "seducción por la muerte" como pasa en Holanda por ejemplo, un país con un cultura que incita a la muerte cuando una persona está enferma terminal o es anciano o impedido. 

Más de 4.000 personas se suicidan 

Lo que esta sociedad tiene que pensar es cómo podemos todos cuidar a tope a nuestros enfermos para que ninguno quiera morirse, señala José Carlos Bermejo.

Y respecto al suicidio, destaca que se suicidan 4.000 personas al año y el Gobierno "también debería aprobar medidas para evitar este fracaso. 

Bermejo explica que la gente experimenta confusión en torno a los conceptos. Hay que decir claramente que todos estamos de acuerdo en intentar aliviar el sufrimiento humano, porque no queremos sufrir evitablemente, pero adecuar las medidas terapéuticas, no encarnizarse, no es lo mismo que legalizar la eutanasia o el suicidio asistido.

Una sociedad que da el paso de poder dar muerte a un semejante protegido por la ley, es una sociedad que pone la voluntad del individuo por encima de la dimensión social de la vida y el deber de cuidados dignos de unos para con otros, concluye Bermejo. 

El acompañamiento

Los expertos en paliativos han comprobado que el cansancio o el desinterés por vivir penetran sobre todo en las personas sin acompañantes.

Se trata de un desafío clave: cómo solucionar el acompañamiento a las personas dependientes y con riesgo de agudizar los sentimientos de soledad. No siempre es compatible con el cumplimiento de las obligaciones laborales de las personas próximas. 

Se habla de conciliar trabajo y familia respecto de las parejas, pero más difícil resulta con frecuencia la atención de personas que no se pueden valer por sí mismas. 

No es sólo cuestión económica. También hace falta un cierto aprendizaje de técnicas adecuadas para atender a personas debilitadas por ciertas dolencias o la edad avanzada.

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