¿Marcará la derrota de Estados Unidos en Afganistán su caída como primera potencia al igual que pasó con la URSS?

Retirada soviética de Afgansitán
Retirada soviética de Afgansitán

Hace 32 años, un puente entre Afganistán y Uzbekistán que atraviesa el río Amu, el mismo cauce que cruzaron los mongoles para conquistar Persia y que siguió Alejandro Magno en su anábasis india, era testigo de un momento que cambiaría el mundo.

Bajo un mar de pancartas y banderas rojas, aparecía una columna interminable de blindados BTR-80 que rodaba como en un desfile a través del puente, mientras sus tripulantes posaban para las cámaras. Cuando el último de estos vehículos llegó a la orilla norte del Amu, la Unión Soviética abandonaba Afganistán, incapaz de poner fin a una resistencia armada que amenazaba a un Estado afín al poder de Moscú. 

Los muyahidines, un grupo de pastores insurgentes armados con misiles tierra-aire portátiles suministrados por la CIA y apoyados por Rambo, ganaban al ejército más poderoso del mundo tras diez años de lucha guerrillera.

El pasado domingo, el vuelo acelerado de los helicópteros estadounidenses sobre las embajadas de la OTAN en Kabul dirección a un aeropuerto sumido en el caos auguraba la derrota de la mayor potencia militar por una facción integrista (los talibán) del mismo ejército de pastores que puso contra las cuerdas a los soviéticos. 

La historia se repite

“Es diferente porque cambian los métodos y el armamento, pero en el fondo es lo mismo, los combatientes afganos han conseguido expulsar a los que consideran unos invasores, que son las fuerzas extranjeras. Al final el objetivo era el mismo y lo han conseguido”, así resume el coronel Pedro Baños las similitudes entre la retirada de la OTAN y la URSS,

Con todo, el coronel reconoce que “casi se marcharon con más dignidad los soviéticos” ya que “Estados Unidos casi ha dado las mismas imágenes de retirada precipitada que veíamos en Vietnam, esto perjudica muy seriamente su imagen”.

Las fotografías son hoy en día más poderosas que las balas. Así lo piensa el coronel Baños, quien expone que “las guerras no se pierden en los campos de batalla”, ya que la derrota se da en los medios de comunicación. Debido a ello, el coronel opina que “la imagen de Estados Unidos abandonando Afganistán, como lo ha hecho, le va a hacer mucho daño”.

Hace 30 años, Afganistán supuso una dura carga para la URSS. Francisco Herranz, quien fue corresponsal de El Mundo en Moscú durante los últimos años de la URSS, explica que una de las causas de la descomposición del país y de la caída del comunismo (dos años después del repliegue sobre el Amu) fue “todo lo que se invirtió en la maquinaria de guerra”, con ello “se llenaba la caldera de la industria pesada”, desatendiendo otras necesidades. También, la retirada supuso un descrédito y una humillación demostrando que no podía mantener al país asiático en la órbita comunista.

Hásel-Paris Álvarez, analista geopolítico, señala que la huida de Kabul puede marcar otra caída. “Estados Unidos abandona Afganistán y se va a su batalla definitiva como imperio”, frente a China en el Pacífico.

 

Derrota estratégica

Las imágenes de caos en las pistas de despegue del aeropuerto de Kabul no son representativas de cómo se ha conducido bélicamente un conflicto contra una guerrilla talibán que se ha alargado durante casi 20 años. 

La OTAN “ha ganado todos los combates” en esta contienda y prácticamente, “no ha habido acciones bélicas exitosas por parte los Talibán”, explica Yago Rodríguez, director de The Political Room y divulgador de temas militares, y añade que los insurgentes “han sabido seguir vivos”.

Preguntado sobre si hubo algún error militar en la conducción de la guerra, el general de División retirado Rafael Dávila reflexiona: “No los aprecio como tales. Se han dejado la vida allí muchos soldados y el Mando ha sabido estar a la altura. Otra cosa es el fracaso de la Organización, de la OTAN también, que ve su enorme esfuerzo reducido a una imagen lamentable: la del aeropuerto de Kabul. Para cualquier soldado que allí haya combatido es humillante y deja su voluntad quebrada”.

La continuación de la política

Sin embargo, no todo en los conflictos son las batallas. Como teorizó el genio militar prusiano Carl von Clausewitz, entra en juego el desgaste y “hay dos cosas que en la realidad podrían ser motivo para la paz en lugar de la incapacidad de ofrecer resistencia. La primera es la imposibilidad del éxito, la segunda es que su precio sea demasiado alto”.

Respecto a la imposibilidad de éxito, Rodríguez argumenta que “en 15 años de operaciones Occidente no ha logrado reducir a los Talibán en el mundo rural afgano, que es el 70% del país”.

El segundo punto se refleja en el hastío bélico, que transluce políticamente. Herranz recuerda que hace 30 años lo que “llevó a Gorbachov a tomar el toro por los cuernos y sacar a la URSS de Afganistán” fue que la guerra era una sangría de recursos económicos y “se había vuelto muy impopular ya que continuamente llegaba el Cargamento 200 (así se conocía eufemísticamente a los cadáveres soviéticos que repatriaban durante el conflicto)”.

En Estados Unidos, las intervenciones en Oriente Medio, tal y como explica Álvarez, “han hundido los presupuestos del Pentágono”, en un momento en que se necesita todo el esfuerzo contra China, por ello estas guerras se han vuelto inviables.

Para Rodríguez, la clave en estos conflictos es la “voluntad política de permanecer en un país”, ya que si no se está dispuesto  a quedarse 10 ó 20 años para pacificarlo “habrá que abandonar y se considerará una derrota”. Las intenciones y las presiones políticas entran en juego, como ya escribiera también Von Clausewitz.

“Cualquier enfrentamiento se puede ganar o perder. No es una perogrullada. Solo quiero decir que si una guerra no se empieza con voluntad de vencer (política y militar) está perdida antes de empezarla. He ahí una de las claves: la unidad y misma voluntad en las tropas (mando militar) y en quienes las mandan allí (mando político). De esa misma idea y unidad depende el éxito. Continuidad es la siguiente derivada”, explica el general Dávila.

Un país incomprendido

Falta de voluntad política y desgaste es lo que dejaban ver los denominados Afghanistan Papers. En estos documentos oficiales norteamericanos filtrados reconocían que la guerra era imposible de ganar y se señalaba que estaba fallando especialmente la reconstrucción.

Álvarez sostiene que se construyó una capital, Kabul, que era “un islote de occidentalización” en el que se agrupaban el personal y colaboradores de la OTAN adonde “ha ido a parar todo el dinero”. No recibiendo suficiente atención el resto del país, especialmente el rural.

La intervención debería haber buscado un proceso de construcción nacional más arraigado y entrar a negociar con las estructuras tribales, no construir desde la capital lo que es una estructura que se viene abajo como polvo cuando sopla el viento”, sentencia el analista.

Para el experto en geopolítica, “la falta de profundidad estructural e institucional del intento de modernización del campo afgano” está  detrás del hecho que “todo se haya venido abajo en 10 días”. 

La nula cohesión entre territorios ha tenido su reflejo en la caída del gobierno. Rodríguez argumenta que la victoria se ha debido a “una muy exitosa diplomacia de los talibanes” que han negociado pactos, con los líderes provinciales. Para ello han tenido un contacto y cercanía con los pueblos que los agentes estatales no. Los acuerdos han sido aplicados de manera simultánea por los insurgentes provocando un efecto dominó que ha colapsado al Estado. 

“El Ejército Afgano no sabemos si existe y en qué condiciones se encuentra ahora. Occidente, la OTAN y Estados Unidos han dejado allí un gran esfuerzo militar y de formación que no ha sido acompañado del mismo esfuerzo político. Se sabía que en cuanto la presencia de la fuerza faltase todo volvería a su lugar de origen. Es ley que sin fuerza no hay orden ni ley. Ellos esperaban; dominan el tiempo”, lamenta el general Dávila.

Lecciones aprendidas

El coronel Baños afirma que de la toma del poder talibán se aprenderán valiosas lecciones. La primera, es que “muchas veces se es excesivamente ingenuo y (los ayudados) lo que hacen es aprovecharse de los medios económicos que se les facilita”, y que en ocasiones acaban en manos de señores de la guerra.

También, el militar subraya como enseñanza que “hay que entender muy bien la Historia, la cultura y al idiosincrasia de los pueblos”; lo cual se resume en que “no se puede tratar de imponer lo que es lo mejor para ellos”, al final, “suelen ser cosas que los pueblos no te piden”.

“Afganistán lleva recibiendo embestidas modernizadoras desde hace mucho tiempo. Primero llegan los británicos que intentan construir un sistema de mercado como en la india, luego los comunistas que apostaron por la incorporación de la mujer al mercado laboral y a la educación, lo que chocaba con la sociedad patriarcal; y por la colectivización de las tierras que se enfrentaba con una sociedad pastoril. La tercera modernización ha sido la de Estados Unidos, la de las estructuras occidentalizadas.”, resume así Álvarez la historia moderna de Afganistán.

La presión imperialista tiene consecuencias respecto a las ideas extranjeras que el experto aclara: “cuando un proceso viene impuesto por las armas de una potencia extranjera siempre va a ser mal recibido y reafirmará al invadido en que tiene que agarrarse a lo suyo aunque sea peor”.

Repercusiones mundiales

Estas lecciones podrían servir en caso de que haya que volver a Afganistán, una hipótesis que el director de The Political Room ve plausible si el país asiático se convierte de nuevo en un nexo de terroristas. Lo que no necesariamente dependería de la voluntad del gobierno Talibán. Afganistán es “una suerte de confederación tribal”, y si no hay un poder fuerte, "un grupo terrorista podría negociar asentarse en el territorio de una tribu” sin contar con el permiso del emirato.

Aunque la futura política de Afganistán respecto al terrorismo islámico está en el aire, Álvarez por su parte señala que “los talibanes no son gente como el ISIS o Al Qaeda, sólo quieren controlar su país”. Además, el posible reconocimiento internacional de su estado islámico “dependerá de que este modere, y desde luego no ocurrirá si apoya al yihadismo” , según augura Rodríguez.

Ya hay países que se ven obligados a mantener relaciones diplomáticas con el emirato, a pesar del riesgo que podrían entrañar los radicales para sus Estados. "Rusia y China se encuentran con que deben reconocer por realismo geopolítico a los talibanes" apostilla Álvarez, y recuerda que a ambos “no les deberían gustar, porque tienen conflictos abiertos con el radicalismo islámico, el caso checheno y el de los de uigures de Sinkiang”.

Con todo, ambas naciones han visto mejorar su posición geopolítica gracias a la salida de las tropas de la OTAN. “Para China, un adversario como Estados Unidos que estaba en sus fronteras se ha quitado de en medio”, resume el coronel Baños. En el caso ruso, además de que desaparece un rival en su patio trasero, el hecho supone una “revancha histórica”.

“En el momento que Estados Unidos sale de Afganistán podemos decir que es el abandono de Asia Central”, apunta el divulgador de temas militares; y recuerda que ahora ocuparán su lugar en la región ”Rusia, China, Turquía, Pakistán e Irán”.

Sin embargo, la retirada y la pérdida de influencia en la región por parte de Estados Unidos, más que poner en entredicho su poder bélico, ha cuestionado la retórica del Nation Building y de ser el gran valedor de la democracia. Así lo cree Álvarez; y lo ejemplifica con las declaraciones del presidente Biden, quien expresó que democratizar Afganistán nunca fue el objetivo de su intervención en el país asiático, si no acabar con el terrorismo islámico al que deban cobijo los talibán.

Nuevo centro de gravedad

A pesar de quedar tocada la reputación de Estados Unidos, la retirada no tiene por qué ser contraproducente para sus intereses. Para corroborarlo, el analista cita la Teoría de la Media Luna de Spykman, del norteamericano Nicholas Spykman, uno de los padres de la geopolítica .

“Para evitar que surjan potencias fuertes en Eurasia que puedan poner en cuestión el dominio isleño (anglo-norteamericano), es necesario crear grandes zonas de caos en el continente”; resume la teoría el analista, y concluye que “a este caos puede tanto contribuir el mantenimiento de guerras como el prender un incendio y escaparse de allí”.

China, con la que Estados Unidos disputa en Asia-Pacífico la gran batalla de nuestro tiempo, es un ejemplo de potencia euroasiática.Y un caos en Afganistán, país con el que hace frontera sería un problema para Pekín.

Además, para poder batir a China en una guerra por el dominio del mar, Estados Unidos requiere nuevas armas. Rodríguez evidencia que el país “va a invertir todo el dinero en misiles y buques de guerra”, no va a distraerse más gasto en “lucha contrainsurgencia”.

Así pues, la guerra moderna se va a librar con todas las armas disponibles. Y en esta ocasión, tan importante será la comunicación como los buques que, como teorizara el almirante norteamericano Alfred Thayer Mahan a finales del siglo XIX, son la pieza clave para estrangular el comercio, y después el poder militar de una nación.

“Debemos dejar claro que no es una concepción ni estratégica ni siquiera táctica diferenciar ejércitos del aire, armada o tierra. No hay un aéreo por un lado, ni un marino o infante por otro. Todos son piezas de un único conjunto que hace la guerra. Estamos hablando de la lucha contra algo que exige una acción multidisciplinar donde tan importante es el infante, el especialista en cibernética, como el periodista. Si esto no nos entra en la cabeza mejor dedicarnos a otra cosa. Puede ser que algo de esto haya fallado en Afganistán”, dictamina el general Dávila al respecto de cómo será la guerra del futuro.

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