¿Las revueltas en Egipto y Túnez son contagiosas?

Tras días de intensas protestas en las calles de Túnez, el presidente Ben Alí tuvo que dejar el país. En Egipto ya se cumplen dos semanas de manifestaciones, mientras el presidente Hosni Mubarak continúa en el cargo. Pero ¿cuáles han sido las causas de fondo de las revueltas? Y sobre todo, ¿se contagiarán a todo Oriente Medio y al Magreb?

--Las dictablandas ya están ‘quemadas’: al igual que al régimen español de Miguel Primo de Rivera se le denominó ‘dictablanda’ por tratar de hibridar la autocracia y la democracia, los actuales regímenes gerontocráticos de Oriente Medio y Magreb encajan en esa definición. En Egipto, los Mubarak se mantienen en el Gobierno desde hace 30 años. Algo similar ocurría en Túnez, donde Ben Ali, gobernaba desde 1987. En 2002, tras años de elecciones ganadas por, como mínimo, el 90 por ciento de los votos, Ali decidió modificar la constitución para poder ser reelegido perpetuamente. Estos gobiernos están marcados por la lacra de la corrupción y las desigualdades.

La Libia de Gadafi, el Marruecos alauí, la Argelia de Buteflika, la Jordania de los Houssein, o el Yemen de Ali Abdullah Saleh, todos ellos en el poder desde hace décadas, se han visto obligados a prometer más derechos sociales bajo el temor de ser los siguientes.

--Una revolución ‘2.0’: es otra de las cuestiones básicas a tener en cuenta para entender lo que ocurre actualmente en el norte de África. Estas revueltas están marcadas por la juventud de sus promotores. La edad media de los países inmersos en la crisis se sitúa entre los 21 y los 25 años –en España es de 40 años-. Hasta hace relativamente poco tiempo, las grandes manifestaciones contra el poder se instigaban y organizaban con una cabeza visible: un sindicato, una organización religiosa o alguna entidad con capacidad y medios para llegar a la sociedad. En Túnez y en Egipto, el triunfo entre los jóvenes de las redes sociales Twitter y Facebook han jugado un papel determinante. A través de Internet, los jóvenes egipcios –cuyo índice de desempleo supera el 40 por ciento- comenzaron a promover la revuelta del ‘día de la Ira’ del pasado 25 de enero. Fue la chispa que lo empezó todo. En Túnez, un multitudinario grupo de influyentes bloggers fue poco a poco encendiendo el ambiente hasta que derivó en otra gran marcha, y finalmente, en el derrocamiento de Ben Alí.

Ambos movimientos sociales en la red no eran desconocidos. Hasta Wikileaks hacía referencia a ello en algunos de sus famosos ‘cables’. De ahí las presiones de Mubarak para suspender todo el servicio de telefonía móvil e internet.

--La crisis del grano: la subida del precio del grano ha supuesto que el coste de los alimentos se multiplique por tres. La carne de cordero, básica en la dieta musulmana, fue uno de los alimentos que más se encareció. En el caso de Egipto, esto se combatía con subvenciones para comida dirigidas a los estamentos menos pudientes –en Egipto las recibían el 75 por ciento de la población, unos 60 millones-.

Cuando en 2009 la crisis mundial se endureció, Mubarak eliminó esas ayudas. A lo impopular de esta medida se sumó un aumento del 30 por ciento del sueldo a determinados funcionarios, entre ellos, a los policías leales al Gobierno. Un caldo de cultivo perfecto para el estallido de la revuelta.

--Pero… ¿son contagiosas las revueltas?: Los politólogos y expertos en asuntos internacionales no se ponen de acuerdo. En lo que sí coinciden es en la necesidad que tienen los países amenazados de nuevas revueltas de poner en marcha medidas inmediatas para calmar a la población. En Argelia, por ejemplo, se ha suspendido el estado de alarma después de 19 años, lo que permitirá en la práctica un mayor disfrute de los derechos civiles a los argelinos. Marruecos también trata de aplacar cualquier connato de revuelta anunciando reformas sociales. Cuatro profesores se quemaron a lo bonzo la pasada semana en señal de protesta. En el país vecino, 12.000 jóvenes se han sumado a una propuesta de manifestación en Facebook para instar a Mohamed VI a que derogue una constitución que le da poderes casi ilimitados. Los expertos señalan que Marruecos tiene menos probabilidades de seguir los pasos de Túnez y Egipto por una clara circunstancia: el denominado Fondo de Compensación, una maniobra de Rabat para derivar importantes sumas de dinero a la compra de alimentos, impidiendo que el consumidor note las subidas de precio. Un lastre económico para la monarquía pero un seguro contra revoluciones.

En la Libia de Gadafi –tras 42 años en el poder-, empiezan a vislumbrarse conatos de revuelta. Con un paro del 30 por ciento, uno de los principales problemas es el acceso a la vivienda. En enero de 2011 un grupo de manifestantes ocupó numerosos edificios en construcción de la capital. Como respuesta, Gadafi ha anunciado un fondo de 17.000 millones de euros para la construcción de viviendas de protección oficial. En Kwait, por ejemplo, el emir ha decidido otorgar a cada ciudadano 3.500 dólares en concepto de ayudas varias. El destino de estos países, que analizan con toda su atención lo que ocurre en Egipto, depende según los expertos de su rapidez de actuación.

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