¿Tiene demasiado poder el presidente del Gobierno?

Palacio de la Moncloa.
Palacio de la Moncloa.

Tras las elecciones generales del 28 de abril, el líder del Partido Socialista, Pedro Sánchez certificó su victoria logrando 123 escaños. Con ese resultado, decidió iniciar una primera ronda de consultas con los líderes políticos de los otros tres grandes partidos -PP, Ciudadanos y Unidas Podemos, excluyendo a Vox- con el fin de tantear el terreno para una futura formación de Gobierno.

Tradicionalmente, esta primera toma de contacto suele iniciarla el Jefe de Estado, en este caso el rey Felipe VI. No obstante, por primera vez, el ganador de las elecciones se adelantaba al monarca, causando recelos en algunas formaciones políticas.

Esta muestra de poder tiene cierta relevancia. A fin de cuentas, el rey representa más un símbolo que una institución con capacidad de dirigir la vida política, relegado a un papel de mediador recogido en la Constitución, mientras que el presidente tiene una participación activa y determinante en el entramado institucional y político.

El gran poder presidencial

El presidente del Gobierno no toma la totalidad de las decisiones que afectan al país por sí mismo ni en solitario, al menos de forma directa. Existe un control parlamentario, un Consejo de Ministros, un Senado de representación territorial y un poder judicial que bien pueden poner coto a las intenciones del Ejecutivo y de su jefe.

Esto se pudo comprobar durante los nueve meses en los que Sánchez solo pudo sacar adelante sus proyectos mediante el uso reiterativo de la figura del Decreto Ley ante sus insuficientes 85 escaños y el bloqueo parlamentario de la oposición.

Aún así, es evidente que posee cierto control sobre los resortes del Estado y una influencia decisiva sobre sus directrices. Al fin y al cabo, es el brazo Ejecutivo. Pero realmente, uno de los principales ejemplos de verdadero poder que ostenta el jefe de Gobierno es el de la potestad para convocar elecciones. Es el único capacitado para hacerlo, y es una decisión de su exclusiva responsabilidad, aunque la toma tras una deliberación del Consejo de Ministros.

En este sentido, Pedro Sánchez usó su capacidad para disolver las Cortes y hacer un llamamiento a la urnas en un espacio de tiempo que jugara a su favor y al de su partido. La fecha de las últimas generales, el 28 de abril, no fue fruto del azar y respondía a una estrategia electoral que le facilitara poder revalidar el cargo e incluso mejorar los resultados respecto a los comicios anteriores. En pocas palabras, para fortalecer su posición al frente del Gobierno.

Los ministros

El presidente es quien reparte las carteras ministeriales. No toma directamente las decisiones que se encuentran bajo la competencia de sus ministros, pero tácitamente, al haber sido elegidos mediante decisión personal suya y al presidir el Consejo de Ministros, el jefe de gobierno está al tanto de las políticas que se quieran desarrollar en este sentido. Por lo tanto, puede influir sobre estas decisiones y coordinar en la medida de lo posible los tiempos o las formas en que se llevarán a cabo.

Los nombramientos de secretarios de Estado  y jefes del Estado Mayor -en el caso del Ministerio de Defensa- los firma el presidente a propuesta de sus ministros. Si hay algún nombre con el que no esté de acuerdo siempre puede hacérselo saber al titular responsable, quien podría ofrecer alternativas o mantenerse firme en su apuesta personal.

Pero, sobre todo, su poder reside en que el jefe del Ejecutivo siempre tiene en su mano la capacidad de cesar y nombrar a otra persona al frente de una cartera ministerial si hay un constante desacuerdo con estas y otras decisiones. No es algo que ayude a crear la imagen de un Gobierno estable y firme, pero es una potestad única que le otorga total control sobre su gabinete y que siempre puede hacer uso de ella para modelar un equipo a su medida.

Seguridad nacional e inteligencia

En los tiempos de Mariano Rajoy, los servicios de inteligencia (CNI) pasaron a estar bajo la tutela del Ministerio de Presidencia y dirigidos por la entonces Vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría.

Con la llegada de Pedro Sánchez al poder esto cambió y el CNI pasó a depender del Ministerio de Defensa, con Margarita Robles a la cabeza. Este cambio a efectos prácticos solo supone un trueque de interlocutores.

Los servicios de inteligencia, a fin de cuentas informan periódicamente al Gobierno y especialmente al presidente sobre asuntos relativos a la seguridad nacional. De manera que el presidente es consciente de estos movimientos y aunque no los controle de forma directa, siempre puede influir, dirigir o hablar con los responsables del CNI.

La política nacional a través de los Presupuestos

Asumir el cargo al frente de un gobierno supone trazar una hoja de ruta para una nación plasmada en sus políticas. Ya sean económicas, educativas o territoriales, un presidente ante todo debe tener un proyecto de país, que estará representado por dichas decisiones.

Aunque la aprobación de estas políticas sean dependientes del Congreso de los Diputados, un gobierno con mayoría absoluta-como los vividos hasta hace unos años- permite a un presidente hacer y deshacer bajo su criterio las sendas sobre las que cimentar su legado.

Para hacerlo, es obligatorio determinar el porcentaje del erario público que se destinará a cada objetivo. Y eso lo decide el gobierno con los Presupuestos Generales del Estado. Otro de los pilares sobre los que se apoya el poder de un presidente. Aunque deban ser aprobados por mayoría absoluta en el Congreso, representan con números el rumbo tomado por el gobierno de un país.

En definitiva, aunque no existan directrices legales claras sobre ciertos poderes del presidente y aunque directamente no todo dependa de él, es sabido que ante cualquier decisión importante de trascendencia nacional se le informa y él puede utilizar mecanismos a su alcance para influir sobre el transcurso de los acontecimientos.

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