¿Va a desaparecer Podemos?

(I-D)El exlíder de Podemos, Pablo Iglesias; la ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra; la ministra de Igualdad, Irene Montero; el cofundador de Podemos; Juan Carlos Monedero; y la diputada del Parlamento Europeo, Idoia Villanu.
(I-D)El exlíder de Podemos, Pablo Iglesias; la ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra; la ministra de Igualdad, Irene Montero; el cofundador de Podemos; Juan Carlos Monedero; y la diputada del Parlamento Europeo, Idoia Villanu.

El futuro de Podemos es una de las grandes incógnitas de la política española a medio y largo plazo. La formación, creada en el laboratorio politológico de la Universidad Complutense de Madrid, fue concebida en sus inicios como un proyecto apartidista que denunciaba las prácticas del bipartidismo y el sostenimiento del denominado “régimen del 78” por parte de los dos principales actores políticos. Este experimento académico evolucionó rápidamente tras la coyuntura social desatada tras el éxito del 15-M durante la primavera del año 2011.

Podemos transitó rápidamente desde los marcos teóricos y el activismo social hacia la actividad parlamentaria. En los comicios de 2015, la formación morada consiguió 5 millones de votos, el 21% del sufragio y la victoria en plazas tan importantes del país como Madrid, Barcelona, Zaragoza, A Coruña, Santiago de Compostela o Cádiz. Supuso su techo de voto: la formación no ha logrado desde entonces superar o revalidar esos resultados, y desde mayo de 2019 se mueve en una horquilla entre el 11 y el 13% del porcentaje de voto en todas las encuestas publicadas.

-- 20 de diciembre de 2015, plaza del Museo Reina Sofía, en Madrid. Cientos, miles de simpatizantes de Podemos celebraban la irrupción del partido morado en las Cortes Generales, con 69 escaños en el Congreso.

Podemos no había tomado el cielo por asalto, como prometían con audacia sus líderes, pero miraba los resultados con satisfacción: cinco millones de votos le permitían ser decisivo para formar un Gobierno de izquierdas que desalojase a Mariano Rajoy de La Moncloa.

Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, Juan Carlos Monedero, Carolina Bescansa, Luis Alegre... el núcleo fundador del partido se abrazaba y, junto al Reina Sofía, entonaba con emoción el cancionero nostálgico de la izquierda española y latinoamericana: ‘A galopar’, de Paco Ibáñez; ‘El pueblo unido jamás será vencido’, del grupo chileno Quilapayún; e incluso el ‘Puente de los franceses’ del bando republicano en la Guerra Civil.

-- 23 de marzo de 2019. Podemos volvía a la plaza del Museo Reina Sofía. Y lo hacía para organizar el regreso de Pablo Iglesias de su baja por paternidad, con aquel polémico cartel del “vuELve”.

“Hemos dado vergüenza ajena con nuestras luchas internas”, “Rodeados de mentirosos, a veces confundimos la cortesía con dejar de decir las cosas claras. Sé que hemos decepcionado a mucha gente”: estas fueron algunas de las frases más duras de autocrítica que dirigió Iglesias a sus simpatizantes en ese regreso, punto de partida de la precampaña hacia las elecciones generales del 28 de abril.

De 71 diputados… a 30

En los tres años y tres meses que transcurrieron entre esos dos mítines de Podemos en la misma plaza de Madrid, el partido que en 2014 consiguió agitar el panorama político, al conseguir cinco eurodiputados con sólo cuatro meses de vida pública, comenzaron a provocar menos ilusión a sus seguidores y menos miedo a sus detractores.

El entusiasmo y la fidelidad de sus seguidores, al menos, los miden las encuestas. ¿Qué ha pasado para que un partido que aspiraba a superar al PSOE en la izquierda, antes de alcanzar el poder, pelee ahora por su supervivencia?

Primera decepción: no hubo ‘sorpasso’

Quizás la primera gran decepción tuvo lugar el 26 de junio de 2016, fecha de las elecciones adelantadas tras no poderse formar Gobierno. Pablo Iglesias había subido a su candidatura a Izquierda Unida, con la idea de sumar los 5,1 millones de votos de Podemos en las anteriores elecciones generales con los 923.105 de IU. Su análisis es que la suma no sólo daría seis millones de votos, adelantando así a los 5,5 millones del PSOE, sino que la confluencia incluso “multiplicaría”.

Pero no fue así y no hubo ‘sorpasso’ al Partido Socialista. El llamado “pacto de los botellines” resultó ser un caso de suma cero: Unidos Podemos quedó con los mismos escaños que habían tenido Podemos e IU por separado, y perdió un millón de votos. Las caras de Pablo Iglesias, Íñigo Errejón y Alberto Garzón esa misma noche electoral eran una máscara de incredulidad, decepción y enfado en distintas proporciones.

A partir de entonces, y cuando se confirmó que Mariano Rajoy volvía a ser investido presidente gracias a la abstención del PSOE (sin Pedro Sánchez), Podemos empezó su autoreflexión sobre de dónde venía, adónde iba y qué iba a ser de mayor.

El divorcio Iglesias-Errejón

Una vez que acabó el ciclo de batallas electorales, Podemos se hundió en una auténtica guerra interna. El primer aviso, la primera escaramuza, había tenido lugar en marzo de 2016, en la legislatura fallida. Pablo Iglesias cesó al secretario general, Sergio Pascual, culpándole de no haber sabido gestionar varias crisis internas autonómicas.

El cese fue un duro varapalo para Errejón, ya que Pascual era uno de sus hombres de confianza. Tiempo después, el entorno de Pablo Iglesias aseguró que se había descubierto una “conspiración”, la llamada “Operación Jaque Pastor”: un movimiento interno de los fieles a Errejón para tomar el control de Podemos en la Comunidad de Madrid para minar el poder interno de Pablo Iglesias.

El choque Iglesias-Errejón, dos amigos de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid, se formalizó en febrero de 2017. Podemos celebró su segunda asamblea, Vistalegre II, en la que Íñigo Errejón dio el paso definitivo y presentó una alternativa al modelo de partido que abanderaba Iglesias. No llegó a disputarle el liderazgo a Iglesias, pero sus fieles fueron derrotados en las votaciones a los órganos internos, y sus propuestas orgánicas descartadas.

Errejón fue relegado como portavoz parlamentario en el Congreso y como número dos de Podemos. El tándem se había roto y la nueva mano derecha del líder era Irene Montero. Como salida digna, en ese mismo febrero de 2017 Iglesias pactó que Errejón se empezaría ya a preparar para ser el candidato de Podemos a las elecciones autonómicas en Madrid.

Dos años después, por cierto, ni siquiera ese pacto de compromiso se mantuvo: Errejón terminó impulsando “Más Madrid”, en alianza con Manuela Carmena y algunos fieles y críticos con el oficialismo en Podemos, que para Pablo Iglesias fue “una traición” y una forma de situarse al margen del partido morado.

De fondo de esta pelea quedó la discrepancia táctica que separó a Iglesias y Errejón: acercarse al PSOE y apostar por el trabajo institucional, apuesta del ex número dos, o apostar por confrontar con los socialistas y mantener la agitación en la calle, camino que tomó el líder.

Monedero, Bescansa y Alegre se cayeron de la foto

A lo largo de estos años, varios de los fundadores de Podemos han ido cayéndose de la foto. No sólo Errejón. En 2018 se difundió otra conspiración. En este caso, supuestamente Carolina Bescansa reveló por error un plan para pactar con Íñigo Errejón y tratar de enfrentarse a Pablo Iglesias. Tras la polémica, meses después, Bescansa dejó el escaño en el Congreso al haber perdido las primarias para dirigir Podemos en Galicia. Ya en Vistalegre II se había apartado de la dirección, Nacho Álvarez, y antes lo hizo Luis Alegre.

Otro fundador, y cerebro gris de Podemos que dio un paso atrás fue Juan Carlos Monedero, en un momento tan temprano como 2015.

Lo hizo al conocerse sus problemas fiscales con Hacienda a cuenta del dinero cobrado por sus trabajos para la izquierda bolivariana en Venezuela y otros países de América Latina: dimitió de sus cargos internos y quedó como una “conciencia” guardiana de las esencias de Podemos, muy opuesta a la línea de Errejón de cierta moderación.

El chalet, un punto de inflexión

Si, como se ha dicho antes, las elecciones generales “repetidas” de 2016 fue el inicio de los problemas en Podemos, quizás se puede fijar un punto de inflexión en el desencanto en mayo de 2018. Los inscritos del partido morado tuvieron que decidir si mantenían el apoyo a Pablo Iglesias como secretario general y a Irene Montero como portavoz.

El motivo era la casa de 600.000 euros que ambos, como pareja, compraron con una hipoteca en Galapagar (Madrid). Esa decisión personal abrió una grieta en la confianza de miles de votantes e inscritos de Podemos hacia Pablo Iglesias; un Pablo Iglesias que años antes había preguntado, de forma crítica, “¿Entregarías la política económica del país a quien se gasta 600.000 euros en un ático de lujo?”, o que en una entrevista dijo que “a mí me parece más peligroso el rollo de aislar a alguien, porque entonces no saben lo que pasa fuera. Este rollo de los políticos que viven en Somosaguas, que viven en chalés, que no saben lo que es coger el transporte público”.

La compra de esta vivienda desató críticas y ataques a Pablo Iglesias aún más ácidos que aquellos que le llegaron a cuenta de la financiación recibida de Irán, o por sus relaciones con el régimen chavista de Venezuela. Sobre todo, porque una de las principales banderas de Podemos en sus inicios fue la lucha por paralizar los desahucios y por una política que permitiera encontrar una vivienda digna.

Este puede ser otro de los “debe” que pesan en la cuenta de resultados de Podemos y que explican el desapego de muchos de los votantes que confiaron en el partido. Por ejemplo, si Ahora Madrid y Manuela Carmena llegaron al Ayuntamiento de Madrid prometiendo poner fin a los desahucios, en sus cuatro años de gobierno se registraron 12.000 desalojos en viviendas por impagos.

La gestión, Cataluña... y más divisiones internas

La realidad de la gestión diaria desde los “ayuntamientos del cambio” también desgastó la imagen de Podemos, así como la ambigüedad ante el desafío secesionista en Cataluña y las sucesivas crisis internas: en Andalucía, Teresa Rodríguez fue por libre, en Cataluña ha habido escisiones y dimisiones, tránsfugas en Navarra, roces con las confluencias en Galicia... A todos estos ingredientes se le suma esa división tan significativa en la Comunidad de Madrid, con Íñigo Errejón compitiendo con su antiguo partido.

Las últimas convocatorias electorales han permitido confirmar que Podemos inicia un declive que le sitúa como una fuerza residual, después de resistir numerosas crisis internas vividas por un partido político que lleva casi diez años viviendo vertiginosamente.

La llegada de Unidas Podemos a las instituciones no ha cambiado la inercia de la formación en las encuestas. Más bien lo contrario: su situación a nivel autonómico es considerablemente ahora peor tras las elecciones del 28 de mayo.

Fracaso en los territorios periféricos

¿Por qué Podemos ha fracasado en su implementación en los territorios periféricos, incluida Cataluña? En su ensayo De los Errores de Podemos a la propuesta federal, el profesor de la UCM Armando Fernández argumenta que la apuesta de reconocimiento identitario de las diferentes regiones españolas jamás podrá competir con sus adversarios regionalistas o independentistas.

Otros académicos coinciden en este punto. “Aunque Podemos se ha beneficiado de la red de oportunidades que ofrece el sistema multipartidista español, también se enfrenta a las dificultades de lidiar con la heterogeneidad territorial y las diferentes dinámicas de competición política en feudos autonómicos y locales”, explican los politólogos Juan Rodríguez, Óscar Barberà (UV) y Astrid Barrio (UAB) en este artículo académico para la revista South European Society and Politics.

“Esto es común en regiones con partidos regionalistas de izquierdas como Cataluña, la Comunidad Valenciana o Galicia. En consecuencia, el partido debe adaptar su estructura, ideología y estrategia electoral para acomodarse a esas diferencias en su proceso de organización”.

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