El índice que mide el atractivo de las ciudades para el inversor medio tiene en cuenta el número de gays, bloggeros y músicos callejeros por metro cuadrado

Los rasgos que comparten los miembros de la llamada ‘clase creativa’ –desde emprendedores a inversores de capital riesgo, pasando por bloggeros, homosexuales, diseñadores y artistas de la calle- son clave para el desarrollo económico de ciudades como Madrid, Barcelona, Ámsterdam, Nueva York o París.

Los expertos en urbanismo y marketing urbano coinciden con algunos sociólogos estadounidenses a la hora de señalar que varios de motores del desarrollo económico de las ciudades “más atractivas para la inversión” coinciden con las ‘tres T’ que definen a esta nueva clase social: tolerancia, tecnología y talento

Estos intelectuales consideran que el crecimiento económico no se “da simplemente alrededor de corporaciones y empresas”, sino que florece en aquellas áreas geográficas que ofrecen “condiciones propicias para el desarrollo de la “hipótesis de las tres T”.

Para detectar esas regiones, se ha desarrollado un ‘Índice de Creatividad’, que mide la capacidad de “crear escuela y capacidades creativas” y de arrastrar “los consecuentes resultados económicos innovadores de una ciudad o región”.

Este indicador combina tres factores: la cuota de clase creativa dentro del total de la población activa; la industria de alta tecnología medida en términos de patentes e inversiones per cápita y finalmente, la diversidad mediante el “indicador bohemio” –o ‘gay index’, en inglés. Este último indicador mide el nivel de tolerancia o apertura de un área geográfica a diferentes clases de personas e ideas.

Esas ‘tres T’, de acuerdo con varios nombres conocidos en el sector de la mercadotecnia, son rasgos que comparten perfiles, en principio tan dispares, como emprendedores, diseñadores, inversores de capital riesgo, gurús de Internet o filósofos, así como muchos homosexuales.

Entre los integrantes de esa ‘clase creativa’, la tecnología se asocia con la investigación en negocios y la creación de empresas nuevas. Este espíritu emprendedor es una “cualidad muy valorada por el capital especulativo”, según aseguran varios expertos a El Confidencial Digital.

“Son muchas la teorías y sistemas que existen hoy en día para la atracción y gestión del talento”. En este caso, la ‘segunda T’ hace referencia al talento que la ciudad en cuestión debe poseer, atraer o retener mediante “condiciones apropiadas que satisfagan las expectativas y opciones de estilos de vida” y que “brinden estímulos permanentes a las personas adecuadas”, aclaran los duchos en la materia.

El tercer aspecto –y aquí entra el ‘Indice Bohemio’ de Richard Florida- es la tolerancia y la aceptación de la diversidad de todo tipo de personas y personalidades, hábitos, formas de expresión, apariencias, preferencias sexuales, políticas y religiosas.

Gildo Seisdedos, director de la Cátedra Madrid Global de Estrategia Urbana Internacional del IE Business School, hace varias reflexiones relacionadas con estas claves para atraer la inversión a las ciudades.

 

Durante la presentación de un informe sobre el precio de la cultura urbana en las principales ciudades del mundo, Seisdedos destaca que "las ciudades deben encontrar un equilibrio entre el respeto a la libertad de expresión, el multiculturalismo y el mantenimiento de las señas de identidad de la ciudad" y que no se ha de perder de vista "la importancia de la cultura como sector económico".

Según el profesor, las urbes de hoy compiten por convertirse en lo que los expertos denominan como 'ciudad global'. Para ello “se afanan en atraer a esa clase creativa”. “Antes, la importancia de una ciudad estaba determinada por su 'hardware urbano', es decir por si tenía o no palacio de congresos, AVE, aeropuerto...”. El equipamiento, las construcciones o infraestructuras eran “la base que establecía su posicionamiento en el mundo global”.

Sin embargo, el experto del IE indica que “esa tendencia ha cambiando” y, a día de hoy, “ciudades que no son capitales” están creciendo debido a la importancia que cobra el 'software urbano'. Es decir, “los aspectos intangibles, como la imagen de la ciudad, el ambiente, los aspectos culturales o la hostelería”.

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