Navidades a dos velas para 1.806.000 de los inmigrantes que buscan ‘posada’ en España

En España viven 3.225.264 de extracomunitarios y más de la mitad están en riesgo de pobreza y exclusión social. Jessica e Isabella son dos de ellas. Son madres y residen bajo mínimos en Madrid y Castellón. Sus navidades son como agostos. Sin nada. Lejos. Pero se conforman con tirar como pueden de familias unidas. Gracias a la labor de sus parroquias sobreviven en un mar de burocracia y están totalmente agradecidas al país que las acoge. Las calles se engalanan de luces. Los alcaldes se pelean por ser los líderes de las ciudades que más brillan. Ellas y 2,5 millones de personas -españoles y foráneos- se enfrentan a estas fiestas a dos velas y con un cirio ardiente de esperanza para que en 2020 salgan del pozo de la carencia material severa que ha crecido un 50% durante la última década

Fotos: Patricio Sánchez Jáuregui.
↑ Jessica vive en Madrid. Tiene 33 años, dos hijos naturales y cuatro adoptados. Esta Nochebuena los siete cenarán en el comedor social de la parroquia de san Ramón Nonato. Fotos: Patricio Sánchez Jáuregui.

Puente de Vallecas. Nueva Numancia. Próxima parada: Portazgo. En un piso mínimo viven Jessica y sus seis hijos. Dos de ellos son naturales. Otros cuatro son sobrinos adoptados de los que tiene la custodia por culpa de un drama. Hasta el segundo piso sube el carrito del pequeño en volandas, porque en este bloque al por mayor no hay ascensor. Y el carrito entra justo por los pasillos de esto que ella llama casa.

Jessica es de Ecuador. Tiene 33 años y la nacionalidad española. Huyó de su país por amenazas de muerte. Es la mayor de cinco hermanos, tres de los cuales ya han perdido la vida. Estas son sus primeras navidades con seis niños de entre 1 y 15 años a su cargo. Nevera con lo justo. Mantas. No hay ni un adorno de Navidad, ni un espumillón, en estos escasos metros cuadrados que ella llama casa y que parece un portal de Belén.

Respira hondo. Se le empañan los ojos. Sonríe como puede. Ella es feliz en España, porque se siente segura, sus hijos van al colegio, sacan buenas notas, y “la gente se preocupa por mí, me manda WhatsApp de afecto, y eso para mí es muy importante”. Si no fuera por la parroquia de san Ramón Nonato se sentiría sola. Sola ante el peligro de existir rodeada de precipicios. La hermana Sara le ha conseguido una cama. Hasta hace unas semanas dormían tres en un colchón de 1,80. Sufre cuando algún hijo se pone enfermo, “porque no tenemos tarjeta sanitaria ni recursos para comprar medicamentos. Pero, al final, siempre aparecen ángeles de carne y hueso que me ayudan”. Y sufre porque en el colegio todos los amigos de sus niños tienen árbol de Navidad, y belenes, y regalos. Y a ella le han regalado uno, “pero es demasiado grande” para estos centímetros bajo techo que ella llama casa.

Sin trabajo. Dando gracias a Dios porque “este mes estoy ayudando en una tienda de ropa, que necesitaba más personal por el incremento de las ventas”. Pero en el horizonte de 2020 no hay sueldo a la vista. “Yo soy una mujer de fe. Sé que saldré de esta. En la iglesia me están ayudando mucho y estoy segura de que Dios me hará levantar la cabeza. Yo solo quiero trabajar -soy muy buena vendiendo-, que mis hijos puedan comer y que estén sanos”.

Pasará la Nochebuena en el comedor social de la parroquia. No habrá Reyes Magos, salvo sorpresa ajena. Aquí no hay luces y ni siquiera llegan sonidos de acordeón, aunque sea de una calle cercana. Sin embargo, en esta parcela de mantas, espacios aprovechados al ciento cincuenta por ciento y bolsas de Cáritas que, además, comparte con otra familia “porque no podía afrontar sola los gastos”, se emociona también de esperanza, porque están juntos y están bien. Esa es su Navidad: sin cosas, pero con esto que ella llama casa y que también es un hogar-pesebre.

“Yo soy una mujer de fe. Sé que saldré de esta. En la iglesia me están ayudando mucho y estoy segura de que Dios me hará levantar la cabeza. Yo solo quiero trabajar -soy muy buena vendiendo-, que mis hijos puedan comer y que estén sanos”

Jessica vota en España, agradece la acogida, y se siente parte de este país. En su día fue una de esas 5.025.264 personas extranjeras que son ya el 10,7% de la población española. En concreto, una de las 3.225.264 residentes que desembarcaron aquí procedentes de países ajenos a la Unión Europea. Y más en concreto, una de esas personas encajonadas por la vida en un porcentaje que, en realidad, es un pozo sin fondo: el del 56% de foráneos extracomunitarios en riesgo de pobreza y exclusión social que viven a dos velas. En Navidad y durante el resto del año.2_patriciosanchezjauregui

Una posada para Isabella

Isabella es colombiana y vive en Castellón en un piso de Cáritas que le ha ofrecido la parroquia de san Francisco. Huyendo del padre de sus hijos aterrizó en España con lo puesto hace ahora siete meses. Ella, su pareja y dos hijos de 19 y 21 años pidieron el asilo de la protección internacional y se encontraron con un: “rellene este impreso y en ocho meses o un año le atenderemos”.

 

De vivir de alquiler, pero sin agobios económicos en su tierra de origen, la persecución del padre de sus hijos la arrastró a la capital castellonense. Consiguieron una vivienda, “pero a los cinco meses el señor encargado del piso nos dijo que nos echaba. Yo estaba muy mal. Empecé a desesperarme. Me puse como una loca a pedir ayuda. Pudimos comer gracias a Cáritas. En la parroquia la gente me escuchaba, me daban calor humano, y todo fue bastante rápido. Desde noviembre tenemos una casa. Incluso nos han dado un arbolito de Navidad. Después de meses terribles, nos sentimos muy acompañados, valorando la cantidad de personas buenas que se cruzan en nuestro camino. Extraño mucho mi país, pero le doy gracias a Dios porque estamos unidos y estamos bien”.  

En la parroquia la gente me escuchaba, me daban calor humano, y todo fue bastante rápido. Desde noviembre tenemos una casa. Incluso nos han dado un arbolito de Navidad. Después de meses terribles, nos sentimos muy acompañados

Ni Isabella ni su pareja tienen trabajo. “Estamos en ello”. Sus hijos están todavía en el instituto. Ante el muro de las instituciones públicas, en la parroquia han encontrado “una mano extendida. Hasta cuando me he puesto enferma han estado cerca”. Del frio en el piso, a una estufa. Del frío en la calle, a dinero para abrigos. “Yo no puedo comprar regalos, pero doy gracias a Dios porque me permite estar con mi familia. Estoy tranquila”.

En enero su pareja recibirá el permiso de trabajo. En marzo le tocará a ella. Seguramente 2020 sea el año de sus despegues. Isabella tiene 39 años, un túnel oscuro detrás, y un túnel de veremos-a-ver-si-hay-suerte por delante. Sabe que sus hijos quieren “un celular” por Reyes, “pero ahora no se puede. Estamos agradecidos con lo que tenemos. Ya saldremos de esta. El Niño Jesús que nació en Belén nos bendecirá. Estoy segura. Estamos seguros”.

La crisis cancela el regalo de la integración

Según el Instituto Nacional de Estadísticas, el 10,4% de los hogares españoles manifestó llegar a fin de mes con “mucha dificultad” en 2018: un 1,1% más que en 2017. A ese cuadro habría que sumar el 36% de casas donde no hubo capacidad para afrontar gastos imprevistos. Un calentador que se estropea. Una persiana que se descuajeringa. Una enfermedad crónica que debuta en un escenario inoportuno. En España la carencia severa crece: hace una década el nudo en estómagos a veces vacíos afectaba al 4,5% de la población. En 2018 las cifras han crecido un 50%, hasta el 5,4%. De todos ellos, lo más vulnerables son los más de 1.806.000 de extranjeros que deambulan por España viviendo de la caridad.

En España la carencia severa crece: hace una década el nudo en estómagos a veces vacíos afectaba al 4,5% de la población. En 2018 las cifras han crecido un 50%, hasta el 5,4%

Miércoles, 18 de diciembre. Iglesia de san Antón, epicentro de la labor social de Mensajeros de la Paz que lidera el Padre Ángel. Son las 16.00 horas, y llueve, y hay cola. Hoy entregan las invitaciones para las cenas de Nochebuena: 100 en la parroquia y 150 elegidos para pasar esa fecha en los comedores del Senado. Porfidia y Stanislao son dos de los comensales afortunados y los dos toman las invitaciones como si fueran billetes premiados de Lotería en una lotería vital que les trajo a España vaya usted a saber por qué, como a los 4,8 millones de personas que completan la población nacional. No son los 5,4 millones de hace justo una década, pero son un porcentaje importante de la población. Los dos -se nota, se siente, se huele- sobreviven como pueden agarrador a la puerta de una iglesia como extras protagonistas de un belén sufriente.

Es posible que Porfidia y Stanislao llegaran tarde, porque hubo un tiempo en que la inmigración era una política efectiva en España. Pero los planes de integración impulsados por el Gobierno están paralizados por culpa de la crisis. Según Graciela Malgesini, responsable de incidencia política de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social (EAPN), “con la crisis económica desaparecieron muchos avances en torno a la inclusión y la integración de inmigrantes. Algunos después no se han vuelto a activar, y eso se nota. Además, tanto el PSOE como el PP habían conseguido evitar que la inmigración formara parte del debate político. Ambos partidos eran conscientes de la necesidad de contar con todos, con orden, y regularizando las situaciones. Ahora el debate político y las redes sociales están encendiendo corrientes racistas y xenófobas que perjudica el futuro de muchas personas. Muchos de ellos tienen hijos nacidos en España, y también votan, pero a veces eso no se tiene en cuenta”. 

Malgesini destaca que faltan recursos públicos para fomentar la inclusión, que se calienta el debate social, y que hay muchos tópicos sobre extranjeros aún encima de la mesa, “como que se les da todo lo que piden, e incluso más facilidades que a los españoles. El Gobierno solo aprueba el 1% de las solicitudes de asilo que se presentan. Ahora mismo la excepción son los ciudadanos procedentes de Venezuela, a los que se ofrece un estatus humanitario diferente por las circunstancias que atraviesan en su país”.

Ahora el debate político y las redes sociales están encendiendo corrientes racistas y xenófobas que perjudica el futuro de muchas personas. Muchos de ellos tienen hijos nacidos en España, y también votan, pero a veces eso no se tiene en cuenta”

Malgesini se sabe las estadísticas y los datos de memoria. Sabe que muchos de los extranjeros en riesgo de pobreza trabajan, pero “en la economía sumergida, casi sin derechos, y en situaciones muy precarias”, lo cual complica su progreso y su integración.  La responsable de incidencia política de la EAPN cree que “ha llegado el momento de recuperar los 10 años perdidos para seguir mejorando las políticas migratorias en España”, aunque destaca que la gran asignatura pendiente es que la sociedad entienda que “la integración es bidireccional, que la diversidad es un beneficio social”, y una conciencia más madura “para entender quién es la otra persona, sin estereotipos. Al fin y al cabo, no estamos en el siglo XVIII. Todos, cuando viajamos, somos extranjeros en un mundo globalizado”.

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↑ Carlos Violadé, director y guionista de Foreigner, junto a varios de los actores. Arriba, con jersey claro, Brice Kameni. Foto: Manu Trillo. 

Los ‘reyes magos’ llevan la inmigración a los Goya

El 25 de enero se entregarán en Málaga los Premios Goya. Sobre las alfombras del glamur del cine español varias cintas nominadas pondrán en pantalla gigante el debate de la inmigración. En la sección de Mejores Cortos de Ficción se encuentra, como favorita, Foreigner: la historia de un turista inglés en las costas de Cádiz que se cruza en el trayecto de una patera. O la de una patera llena de inmigrantes en cuyo trayecto hacia la esperanza se cruza la vida de un turista inglés. Carlos Violadé es su director y guionista. La motivación de este cortometraje nace de una vivencia personal hecha reflexión en voz alta y en el mar se unen la perspectiva europea sobre la inmigración y la mirada con rostro humano de la emigración. “Desde un terreno neutral, con esta historia hemos buscado que aflore la humanidad que todos llevamos dentro, quizás algo adormecida en esta sociedad del bienestar. A mí me ha servido para formarme e informarme sobre el problema de la inmigración, porque tengo la impresión de que no sabemos cuál es nuestra mirada y, en consecuencia, cuál debe ser nuestra reacción”.

En Foreigner se ven los instintos de supervivencia, los nobles deseos por vivir, las dificultades, las olas de los prejuicios, las mareas del miedo, e incluso que “muchas veces hacemos zoom ante la realidad de la inmigración, sin acercarnos en carne y hueso, porque no sabemos cómo hacerlo”.

Violadé ha querido llevar a la pantalla una reflexión “que a mí me ha servido para cambiar el punto de vista. Seguramente nos ayude a ver los telediarios de otra forma. Sin victimismo, enfocando la dignidad de todas las personas, pienso que nos empuja a no ser neutrales y a conectarnos más con la vida real de las personas”.

El actor protagonista africano de este cortometraje que aspira al Goya se llama Brice Kameni y vive en Sevilla con sus dos hijas. Trabaja en un centro de acogida. Allí enseña a otros compatriotas y a otros hombres y mujeres de muchas partes del mundo que “la integración depende también de su actitud y que deben superar los traumas pasado”. Su participación en esta cinta aumenta la credibilidad del relato, porque Kameni ha sido inmigrante. Ha saltado vallas y ha cruzado mares. Ha sufrido en el rodaje reencarnando escenas que esperaba no volver a repetir, ni siquiera en la ficción, “pero he querido hacerlo por todos los amigos que he perdido en el camino”.

La propuesta más explícita en el palmarés de los Goya 2020 en materia de inmigración es la de Silvia Venegas, directora de Nuestra vida como niños refugiados en Europa, aspirante a Mejor Cortometraje Documental. Con ojos periodísticos y mucha sensibilidad, la extremeña proyecta la realidad del más de millón de niñas y niños que han buscado refugio en Europa huyendo de las guerras, “muchos de ellos completamente solos”, y que “ahora, en vez de ser niños, tienen que enfrentarse a la burocracia, la desconfianza, la espera, la frustración, la incomprensión y el miedo. Este documental mira directamente a sus ojos y escucha sus opiniones, sus sentimientos, sus deseos, sus canciones…”.

Kameni ha sido inmigrante. Ha saltado vallas y ha cruzado mares. Ha sufrido en el rodaje reencarnando escenas que esperaba no volver a repetir, ni siquiera en la ficción, “pero he querido hacerlo por todos los amigos que he perdido en el camino

Venegas relata que “igual que los cooperantes ejercen de voluntarios, los que hacemos cine tratamos de utilizar nuestro trabajo para hacer visible una realidad que no podemos mirar desde casa”. En su cortometraje, los niños extranjeros en países extranjeros son los que ponen los ojos, la voz y las palabras. Hablan Amir, afgano, que vive desde hace un año y medio en Atenas después de pasar por varios campos de refugiados. Habla Sephora, del Congo, que no entiende “por qué en algunos países a los africanos y a los árabes nos ven como si hiciéramos cosas malas”. Con la cámara entre Grecia y Suecia, Venegas entrevista a niños que piden compañía, “porque cuando llegamos nos daban besos, pero ya se han olvidado de nosotros”; niños maduros que reclaman “que Europa nos enseñe su cultura para poder integrarnos”. Niños que mendigan una segunda oportunidad, porque no quieren imaginarse sus vidas como eternos seres humanos deambulando siempre en tierra de nadie. Ajenos a todos los belenes.

Con la cámara entre Grecia y Suecia, Venegas entrevista a niños que piden compañía, “porque cuando llegamos nos daban besos, pero ya se han olvidado de nosotros”; niños maduros que reclaman “que Europa nos enseñe su cultura para poder integrarnos”

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Un ‘herodes’ en el castillo del fracaso político

En el marco de la Estrategia Europa 2020, España se comprometió a “reducir entre 1.400.000 y 1.500.000 -en el periodo 2009-2019- el número de personas en riesgo de pobreza y exclusión social”. Sin embargo, en estos últimos días del plazo previsto estamos con 12,5 millones de personas en el filo de la navaja y un 5,4% de la población con la soga permanentemente apretando sus cuellos. El fracaso político es similar en el resto de países europeos, donde falla la previsión, pero también las medidas sociales estables. Como destacaba ya en 2015 este trabajo del Departamento de Economía Aplicada de la Universidad de Murcia, “la situación reclama un cambio decidido en las políticas sociales y económicas, reconquistando el principio europeo de promover la cohesión social y territorial”.

La percepción de Jessica, Isabella, Amir, Sephora, Carlos o Silvia es que la política mira a un lado, pero la calle transita por otro. Esta misma semana hemos conocido que una de cada cuatro personas (646.000 personas) de la diócesis de Barcelona se encuentran en situación de exclusión social. La capital catalana está por encima de la media española en esta triste clasificación que refleja que casi un millón de personas tienen dificultades para acceder o mantener una vivienda digna; que uno de cada tres contratos duran como máximo una semana y que el 4% de la población vive en hogares sin una alimentación básica y hasta 352.000 personas han dejado de comprar medicamentos y seguir tratamientos por problemas económicos.

La capital catalana está por encima de la media española en esta triste clasificación que refleja que casi un millón de personas tienen dificultades para acceder o mantener una vivienda digna

Navidad. Luces. Pelea de alcaldes como gallos. En España nadie se queda sin luz, porque la ley protege a las personas y unidades familiares “en situación de riesgo de exclusión residencial frente a los cortes que puedan establecer las compañías suministradoras de electricidad, gas y agua potable por falta de pago”. Las empresas no pueden interrumpir los suministros cuando surgen los impagos. Solo en Cataluña hay más de 193.000 hogares que en 2013 no podían asumir el gasto de mantener la vivienda a una temperatura adecuada. Y según se detalla en el preámbulo de la Ley 24/2015, de medidas urgentes para afrontar la emergencia en el ámbito de vivienda y la pobreza energética, los precios de acceso a los suministros básicos en el hogar resultan inasequibles para una parte importante de la población porque, entre otras razones, el precio de la luz ha subido desde 2008 un 60% y el del agua, una media de un 66%. Este es el mapa real. La radiografía. Si fuera por impagos, casi un millón de hogares españoles estarían a oscuras. A dos velas. En Navidad y en primavera.

Según la EAPN, “la crisis económica en España duró tres años para el 50% de la población con mayores ingresos. Para el 25% más pobre lleva ya nueve años”. Hasta en Vigo, donde están “las mejores luces de Navidad del mundo” -según su alcalde, Abel Caballero- el 10,8% de los hogares tiene dificultades para llegar a fin de mes. 

Si fuera por impagos, casi un millón de hogares españoles estarían a oscuras. A dos velas. En Navidad y en primavera

Una nueva figura en el Belén del Vaticano

Maletas, viajes, abrazos, reencuentros, mesas, brindis, portales, adornos, oraciones, villancicos, alegría, nostalgias, Navidad.

Este año, en el Nacimiento del corazón del Vaticano hay figuras nuevas. Muy cerca, como en las montañas elípticas del belén o en los mares que no son mansos ni de papel de plata, sobresale un conjunto amalgamado de piezas de bronce y arcilla. En palabras del Papa Francisco, se trata de “un grupo de migrantes de varias culturas y diversos períodos históricos. He querido que esté aquí, en la plaza de San Pedro, para que nos recuerde a todos el desafío evangélico de la acogida” a los inmigrantes y refugiados.

El Romano Pontífice puso esta guinda en el belén universal de la Iglesia en septiembre, justo después de la 105 Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, tras recordar que el deber de hospitalidad respecto a los refugiados, los extranjeros, las viudas y los huérfanos aparece con toda su fuerza ya en los libros del Éxodo y del Deuteronomio, por ser “un rasgo distintivo del Dios de Israel y un deber moral de todos los que quieran pertenecer a su pueblo”.

Familias sin techo, neveras como pesebres, vaqueros mojados, figuras suspirantes, niños descalzos de afecto, miradas perdidas muy lejos de casa. Entre las montañas de corcho de las sociedades del bienestar se encienden dos luces de vela en los belenes vivientes y sufrientes de otra Navidad.

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