“El cine español debe decir ‘hola’ al público y ‘adiós’ a las falsas apariencias”

Paco Cabezas es el director de Adiós, un thriller flamenco en el que Las Tres Mil Viviendas de Sevilla son Hollywood. La cinta está en el prime time de los Goya 2020 en un año gran reserva del séptimo arte hecho a mano con talento nacional

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El Scorsese de Los Pajaritos llega a los rodajes americanos con patinete. Su silla de director es de rayas de playa y de aceras de barrio. Después de cinco años en un videoclub. Después de un tiempo amenizando las jornadas cantando en el metro. Victoria Abril le dio un empujón y se metió de cabeza en Hollywood. Casi dos décadas lleva escribiendo y grabando al filo de lo imposible. Adicto al reto salvaje. El sevillano rueda como churros aquí y allí, y a dónde el corazón le lleve. El sueño americano existe y tiene acento andaluz y fama de campechano, de buenagente, de quillo sin peinetas de oropeles insulsos. Después de unas cuantas series yanquis y de decirle a Spielberg que no, at the moment, acaba de parir con toda la ilusión del alma su criatura cinematográfica más madura: una película que es para ver en tablaos. Se llama Adiós y está en el punto medio entre su infancia y el ya-sa-hecho-un-hombre. Un Camarón contracorriente. Un taconeo de entusiasmo fílmico. El joven que se codea con extraterrestres al otro lado del charco ha venido a partirse la camisa con un quejío flamenco que más que un adiós es un qué-ganas-tenía-de-estar-en-casa, my friends.

Recién sacaíta del horno, Adiós está pegando fuerte en el top de las películas más taquilleras después de su estreno. Paco Cabezas, su orfebre, está en Sevilla, pero en realidad está en todas partes. Llamadas, entrevistas, prensa, radio, televisión, promoción, acción, repercusión. Por un ruedo que no es de albero ni de inciensos, el director de cine que quiere adoptar Hollywood hace el paseíllo en voz en on. Anda, ahí le ven, por las veras de los barrios hispalenses de sillas a la fresca, uñas Nelly, batas de boatiné patrullando desde el balcón, rulos, reyertas, hombres y mujeres trabajadores deslomados por las circunstancias, cafés en vaso de cristal, familias unidas y familias reventadas, sueños de loterías, droga bajo cuerda y bragas de los chinos en los tendederos de la autenticidad. Y más de un tópico enquistado en estos mismos renglones, pero en fin…

Después de mucha ficción y mucho rayo láser, Paco el artesano ha hecho a mano una cinta independiente que se mueve más rápido que una atracción de la calle del Infierno. Es una película que te entra por los ojos, por los oídos, y te embota de lágrimas corridas el cante jondo del corazón. Con una estrella de fondo y los cantos de sirena de Rosalía, el “capitán-mantita” surca un thriller. Un thriller de verdad. Un thriller de los de verdad hecho en España, con capital en Las Tres Mil Viviendas.  

Cabezas, que tiene pinta de llevarse la chochona en los Goya de este año, ha liado un montaje que protagoniza el mejor Mario Casas, Juan Santos para los gitanos de pura cepa. El churumbel nos camela. Natalia de Molina es “la Triana”, canela en rama. Y Ruth Díaz -Eli- y su uniforme azul-agente es la farruquita de la honestidad.

Paco Cabezas habla como metralleta. En plata, como se dicen las cosas en el sur al pie de una barra, desplegamos el trípode, plantamos la cámara, hacemos balance de blancos, revisamos batería y le damos al rec. Estamos en el aire menos postal de la Sevilla cañí.ADIOS
Apache Films y La Claqueta
ORDEN # 3
Director Paco CabezasProductores: Enrique López Lavigne, Olmo Figueredo.Productora: Ejecutiva Clara Nieto, Pilar Robla.
Reparto: Marico Casa, Natalia de Molina, Paulina Fenoy, Vicente Romero, Mauricio Morales, Juanlu Corrientes, Juanfran Juarez, Pablo Baena, Mane Solano.

Hola. ¿Hablo con el ex gordito con gafas que regentaba un videoclub al que Victoria Abril le sacó del zulo y le abrió las puertas del cine de aquí y de América?

He perdido unos cuantos kilos, pero, sí, sigo siendo el mismo. Me temo que sí…

Usted es una de esas personas que sabía que tenía talento, le echó cara, tenía una meta, y está ya en el podio. El sueño americano empezó desde Sevilla.

Cuando era pequeño tenía una cierta obsesión por el cine, por Scorsese, por Tarantino. Descubrí la figura del director de cine con Taxi Driver. Hasta entonces pensaba que las películas ocurrían en directo. Ahí me cambió el chip, y empecé a escribir, y a hacer todo lo posible por hacer películas. Aquel ímpetu me llevó a Madrid. Allí trabajé en un videoclub. Escribí por esa época el guion de Carne de neón, que pasó a ser un corto, y del corto se convirtió en un largometraje que se estrenó en enero de 2011 y fue al festival estadounidense Tribeca. Aquel certamen lo puso en marcha Robert de Niro, así que el destino me conectó de nuevo con Taxi Driver.

Y se formó la gozadera.

 

Efectivamente. Se me presentaron agentes y managers para abrirme las puertas de Hollywood. Viví un viaje surrealista que no me acabo de creer y que me sigue pareciendo un sueño.

Pero llegó a América con mucha mili.

La mili no fueron tanto mis momentos de cantar en el metro, o de trabajar en series de televisión… cargando muebles. Toda la experiencia que estoy teniendo en el cine americano sí que es una mili. Aquello es como ir a la jungla o estar en Vietnam y aprender de cine cada día. Al tercer día de trabajar en el videoclub descubrí que ya le había pillado el tranquillo y hubo un momento en el que ya no estaba aprendido nada. Me quedaban todavía cuatro años allí. Aprendí de la gente que venía, que sabía de cine, pero aquel trabajo no me aportaba nada. Yo soy una persona que necesita trabajar en un entorno de reto permanente, con la sensación de que estoy escribiendo un poema en una montaña rusa, o pintando un cuadro en un edificio en llamas. Crear bajo presión me da la vida.

 Le ha dicho que no a Spielberg por volver al cine español. Dígame por qué eso no ha sido una machada, o como se diga en inglés.

Prácticamente, todas las decisiones que de mi vida las he tomado con el corazón. En ese proceso de toma de decisiones me he dado cuenta de que la racionalidad no es importante. Spielberg me proponía una serie muy bonita, con extraterrestres, un videojuego de fondo, y un presupuesto increíble, pero mi corazón me decía que tenía que hacer Adiós, aunque tuviera menos medios, porque se acercaba de verdad a quién soy yo como director y como persona. Quería dejar de ser un director de Hollywood, aunque me encanta todo lo que he rodado allí, y encontrarme conmigo mismo como un director de cine independiente.

Este año el cine español es gran cosecha, crianza de lujo y gran reserva, ¿no?

Este año está siendo espectacular, a nivel de calidad y de público. Ha habido años de grandes películas, pero que no han conectado tanto con las audiencias.  En esta ocasión se suma el buen cine y la gente que lo acoge y, al final, se ha creado una corriente que hace que el público elija el cine español por encima del que viene de América. ¡Ya tocaba!

¿Cómo es el trayecto desde Hollywood a Las Tres Mil Viviendas?

Conozco esa zona de Sevilla. Me he criado muy cerca de allí y me considero una persona de barrio. Tengo mucha calle y se nota. Eso me ha permitido estar en Las Tres Mil con naturalidad. Si tratas a la gente con respeto y con amor, estás bien en cualquier sitio. Nosotros íbamos a contar la historia de una familia de ese barrio, pero sin hacer como en Misión Imposible 2, que mezcla las fallas con los pasos de Semana Santa y al final lo queman todo. En Las Tres Mil notaron en seguida el respeto de todos los que estábamos detrás de esta película, y por eso, los vecinos nos han acogido como si fuésemos de la familia.

¿Cómo de viable es un trayecto desde Las Tres Mil Viviendas a Hollywood? ¿A la estación de la cultura se puede llegar desde la nada si hay talento?

Creo que sí. Yo no me tomo muy en serio ni a mi trabajo, ni a mí mismo. Las personas con las que he coincidido en el mundo del cine en Estados Unidos, como Guillermo del Toro, Sam Rockwell o Elijah Wood, me enseñaron eso, y es un buen consejo. La gente que se toma en serio se cree un genio, y la genialidad te lleva a la vagancia. Mi experiencia es que, si trabajas para estar y eres un poco cabezón, puedes conseguirlo.

¿En este rodaje ha descubierto algún extra o algún actor muy secundario con posibilidades de más?

En Adiós hay unos cuantos actores con una o dos frases que te dan ganas de hacer una película entera con ellos. Me pasa eso cada dos por tres.

Se hizo con el cotarro para convertir en plató natural un barrio difícil. Convenció a los patriarcas diciéndoles que había rodado con Nicolas Cage. Ha hecho que la música de Rosalía sea parte de su guion. Ha sacado lo mejor Mario Casas, en mi opinión…

Yo también lo creo.

¿Cabezas conquista por cabezón o por visionario?

Soy cabezón. Me he pasado la vida dándome cabezazos contra la pared y, o rompía la pared, o me rompía la cabeza. Al final, tengo la cabeza más dura que la pared, y esas paredes pueden ser Hollywood, o películas como Aparecidos o Carne de neón sin apenas apoyo de promoción, o diferentes proyectos. Nadie es profeta en su tierra. En estos años he estado intentando desarrollar un estilo en Estados Unidos y siempre he respetado mucho el oficio de contador de historias. Más que visionario, que suena demasiado a artista iluminado, me considero un artesano.

Adiós se estrena con una cartelera caliente, salvo Frozen 2 que enfría el clima. Comparte panorama con otra peli andaluza que está dando mucho que hablar: La trinchera infinita. Desde su barricada: ¿importa más la batalla de las taquillas o la de los Goya 2020?

A mí no me gusta pensar en premios. Hago cine para el público, y no para la crítica ni para los jurados. Si alguien hace cine mirando a los premios, retrocede en la dirección equivocada. El público es el que entra en una peli de forma más limpia y más emocional, y eso tiene mucho que ver con mi forma de hacer cine. Yo no podría hacer una película emocionalmente fría, lo cual no quiere decir que no las disfrute. Algunos críticos pueden no entrar a ese clima, y los comprendo, no pasa nada, pero es que mi público es la gente que entra en una sala porque quiere sentir.

¿Qué espera usted de los Goya 2020?

Si viene algún premio, vendrá. Pero, sinceramente, no creo que yo me merezca ninguno. Se lo merecen los actores de Adiós.

Si Antonio Banderas lo borda en Dolor y gloria, Antonio de la Torre la lía parda, de nuevo, en La trinchera infinita; y Mario Casas hace su mejor papel en Adiós, ¿la única opción acertada de la Academia de Cine es dar el Mejor Actor al trio y, de paso, sacar la foto del éxito del cine español en tres generaciones?

¡Ojalá! Las nominaciones ya son premios, pero con estos galardones parece que, al final, el que gana, gana, y los demás son perdedores. Es verdad que después nos cuesta recordar quién ganó un Goya, incluso un Oscar... Los premios compartidos me parecen más bonitos. Mi experiencia es que la sensación de familia y de camaradería que se crea entre nominados a cualquier reconocimiento es de lo más atractivo del cine español. 

¿Adiós es su infancia y, a la vez, su madurez?

Sí. Es un círculo que se cierra. Es mi película más madura y en ella me he reencontrado con ese niño que pretendía convertirse en un director de Hollywood y ya lo ha conseguido. Más allá de la fachada, ese niño sigue vivo. 

¿Qué directores de cine están en su ADN?

Probablemente, dos o tres directores coreanos. No le digo nombres, porque no me los sé…

¿Qué actores quiere siempre en su equipo?

A Natalia de Molina, a Ruth Díaz, a Mario Casas, a Carlos Bardem, a Vicente Romero… ¡A todos los actores de Adiós! Cogería a todos los intérpretes de esta película para contar otra historia.

¿Ha convertido usted a Mario Casas en el Bourne made in Spain?

¡Mario Casas es mucho mejor que Bourne!

Su padre: “Paco, escúchame, tienes que hacer una peli con flamenco y cuando la hagas lo vas a petar”.

Tenía razón.

En Adiós se oyen tiros y palmas. Se deslizan lágrimas de rímel barato y desgarros de Camarón. ¿Cuánto tiempo hace que una banda sonora no dice tanto?

La verdad es que tenía mis miedos de que me echaran en cara que había tirado de clichés sobre Andalucía, pero me ha sorprendido gratamente que no. Desde Saura no se hace una película con flamenco. ¡Los americanos ya habrían hecho miles! Mire cómo Scorsese utiliza todos los éxitos del rock americano de los años 50. Incluso Tarantino ha usado una adaptación flamenca de Don’t let me be misunderstood en Kill Bill. ¡Tarantino ha utilizado más flamenco en su cine que cualquier director español! Yo mismo, como director, había negado toda esa cultura y toda esa honda raíz. Ahora quería sacarme esa espina a lo grande, y me parece precioso. La película no solo utiliza música flamenca, es que su estructura argumental y su intensidad dramática la convierten casi un quejío flamenco. Adiós es como una canción de Camarón: intensa, desgarrada y brutal, hecha para que te entregues de lleno.

¡Tarantino ha utilizado más flamenco en su cine que cualquier director español!

Hay tres objetos “especiales” en Adiós que me gustaría que me explicara: un rosario, un escudo del Betis, y ese gato chino que mueve el brazo con cadencia cansina que está en todas sus películas.

El rosario que lleva Eli en la mano durante la película lo llevo yo también en el rodaje. No soy religioso, pero sí supersticioso. Cuando ruedo escenas complicadas me pongo el rosario en la mano, porque que me ayuda a concentrarme. A mí no me gusta especialmente el fútbol, pero mi padre es del Betis. El Betis ha sido el equipo obrero de mi ciudad, el de los barrios, el de las clases bajas. Esta película tiene ese ambiente. El gato chino lo pongo en todas mis películas. Me encanta ese guiño al espectador para decirle: “oye, que esto es ficción, aunque parezca que no”. Es mi manera de recordar que todo es mentira.

Un protagonista varón y tres mujeres que atraen todas las líneas de fugas del guion: la madre, la matriarca y la poli que no pudo ser madre. Se ve que usted si sabe de lo que es capaz una madre.

Sí. Mi vida está marcada por mujeres como mi abuela y mi madre. Adiós puede parecer una película muy masculina, y sin embargo va de mujeres fuertes que toman las riendas. La frase de María Santos –“ustedes no sabéis de lo que es capaz una madre”- define claramente de lo que va esta película: las cosas que hacemos por las personas que amamos.

¿Hay mucha puñalá trapera en el mundo del celuloide? ¿Hay males de ojos de envidia? ¿Pulula la droga de la vanidad con alevosía? ¿O hay mucho cine de ficción sobre el mundo del cine real?

Yo creo que ese mal rollo es ficción. En la realidad, yo veo lo contrario. Justo ahora me siento como un perro verde en el cine español porque, como hice el guion de Spanish Movie [2009] o de la ceremonia de los Premios Feroz [2014], digamos que veía los toros desde la barrera. Siempre he tenido la sensación de estar como fuera del mundo del cine. A mí me gusta mucho eso que hacen los americanos de meterse con ellos mismos de manera divertida. Creo que es bonito que podamos reírnos de Almodóvar o de Amenábar. Quizás por eso, por sentirme extranjero, me han resultado particularmente emotivos la cantidad de mensajes que he recibido de compañeros como Paco Plaza, Jaume Balagueró o De la Iglesia felicitándome por Adiós. No tengo el mismo nombre que Bayona, y por eso considero muy bonito ese apoyo. Más que puñaladas traperas, lo que veo entre la gente del cine español son puñaladas de amor.

Más que puñaladas traperas, lo que veo entre la gente del cine español son puñaladas de amor

¿Qué quiere contarnos con su cine?

No tengo ni la menor idea. No es que vaya de artista conceptual, pero creo que un director no tiene por qué explicar qué busca, porque entonces el mensaje pierde valor. Es como un truco de magia que deja de funcionar. ¿Por qué Frankenstein vuelve a la vida? Por la magia del cine, que es más bella si no se explica. 

Lo que sí nos cuenta es su enfoque: “El cine es ponerse en lugar del otro”.

Cada personaje que escribo hay que entenderlo desde el amor. Sino desde mi amor al personaje, sí desde lo que él o ella quieren o aman. No me entran personajes que no quieran, amen o deseen algo, porque estarían muertos. Me he dado cuenta de que mis personajes hacen cosas terribles, pero las emprenden por amor o cegados por la pasión del corazón.

Me cuentan que en el mismo Hollywood llega en patinete a sus rodajes. Y que su padre le lleva en su propio coche a la promoción de la película por Sevilla. Las ínfulas de un creativo con don, mejor, ¿por dónde?

Los americanos miden mucho a las personas por el coche que tienen: mientras más grande, más éxito representas. A mí eso me parece absurdo. Cuando llego a los rodajes en patinete, los americanos flipan, claro. El éxito no se mide por lo que tienes, sino por lo que das.

El éxito no se mide por lo que tienes, sino por lo que das

Mi apuesta es que le dan el Mejor Director en los Goya porque, además de darle importancia al movimiento de la cámara, prioriza el contacto con los actores. Por eso le quieren. En Adiós se nota que sabe hacer equipo humano. Presuponiendo la técnica, ¿el corazón es una herramienta laboral infrautilizada?

Hay dos tipos de director: el que mueve la cámara y no trata a los actores, y el que solo habla con el reparto y deja la cámara quieta sin dinamizar el rodaje. Yo quiero hacer las dos cosas, y creo que se puede. Yo suelo rodar en chándal, porque tengo que andar corriendo de un sitio para otro para hablar con los actores, porque no quiero que se pierda la emoción del momento: les digo dos cosas al oído, pum, pum, pum, y seguimos rodando. Es muy cansado, pero no es imposible.  

¿A qué debe decirle adiós el cine español?

El cine español tiene que decir adiós a dar gato por liebre. Si hace una comedia, que sea divertida. Si hace una película de terror, que dé miedo; y si hace un thriller, que tenga acción. El cine español debe decir “hola” al público y “adiós” a las falsas apariencias.

El cine español tiene que decir adiós a dar gato por liebre

¿Ha tenido que decir adiós a muchas cosas para llegar hasta aquí?

Curiosamente, no. He intentado estar siempre en contacto con lo que soy para no tener que decir adiós ni a mi dignidad, ni a mi familia. No me he dejado ni personas ni cosas por el camino. Lucho mucho en mi día a día para mantener mis esencias muy vivas.

¿Cuántos “hasta luego” han precedido sus éxitos laborales?

Millones, especialmente en Estados Unidos. Sin exagerar, he hecho unas 600 entrevistas de trabajo con diferentes productores para diferentes películas, y han salido el 0,5 por ciento. Pero te acostumbras y entonces entiendes que las películas ocurren porque tienen que ocurrir, y son un pequeño milagro. Esa lección me la enseñó Victoria Abril, que me decía: “Lo que sucede, conviene”. Adiós es un milagro y no puedo estar más contento de que exista.

¿Hacer cine en España sigue siendo arriesgado?

Sí. Es arriesgado en muchos niveles, no solo económicamente. Lo arriesgado es que cada película es como un pequeño pollito que está dando las primeras bocanadas de aire y no sabe si va a acabar convirtiéndose en película. Como seguramente les pasará a casi todos los directores, en todas las que he hecho ha habido un par de momentos en que parecía que aquello no iba a ocurrir o se iba a caer. El cine es un modelo de negocio que no recomiendo a quien no le guste el riesgo.

El cine es un modelo de negocio que no recomiendo a quien no le guste el riesgo

Después de Adiós, ¿a dónde vuela?

A Los Ángeles, a rodar Penny Dreadful: City of Angels.

Buen viaje. See you soon4Paco Cabezas Foto_ JulioVergne_edited

REBOBINANDO

No es lo mismo llamarse Paco que llamarse Steven. No es lo mismo apellidarse Scorsese que Cabezas. No es lo mismo vivir en Los Ángeles que criarse en Los Pajaritos. No es lo mismo rodearse de estrellas que vivir entre luces de neón y cintas de vídeo. No es lo mismo codearse con actrices sobre alfombras que verlas ideales en los posters pegados con celo en las paredes de un videoclub. Por eso, no es lo mismo caer de pie y triunfar, que caer lejos de la trama, levantarse, sumarse al guion, pillar plano, volar y meterse Hollywood en el bolsillo rodando en chándal, preparado, pero informal, con el inglés que se aprende cantando en los vagones de un metro.

Maduro, después de mucha tralla, Cabezas se sienta en esta entrevista para hablar en serio de una profesión de la que se ríe, pero a la que aspira cada día con todas sus fuerzas. Más allá de su implosión creativa, de su técnica aprendida donde nacen los mejores, la Fórmula Cabezas incluye el corazón como elemento fundamental de guion, personajes y cámaras. Una pieza clave para el cine. ¿Corazón? Sí. ¡Ah, claro, que es sevillano! También, pero no es eso. Es que, entre tanta cinta, tantos efectos especiales y tanta ficción, Cabezas ha ido descubriendo que el éxito está en dar, y el corazón es el órgano más generoso del ser humano. 

Lo dicen las actrices y los actores. Lo dicen en inglés, en español y, ahora, en calé. Saturado de extraterrestres y de guerras, el director español ha vuelto a casa para humanizar sus historias y contarlas en el lenguaje universal de la calidad técnica, la belleza estética y la película redonda.

No es el único, pero destaca en un cine español que progresa adecuadamente. Adiós a la frialdad. Adiós a las imposturas. Adiós al quiero y no puedo. Adiós al miedo a las miraditas dentro del gremio. Adiós a los guiones de cartón pluma. Adiós a lo de siempre. Adiós a las babuchas del confort. Adiós también a la teoría de salón, al toreo conceptual. Adiós a los que viven del cuento. Adiós a los tiranos del esto-siempre-se-ha-hecho-así. Adiós a los que ni arriesgan ni disfrutan. Adiós a los que han perdido la fe en la magia del cine. Hola, Cabezas: los que van a morir sintiendo tus películas bordadas a mano te saludan.Paco Cabezas es director de silla de playa y barrio

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