¿Por qué han muerto tantos ancianos en residencias? La falta de geriatras en hospitales ha sido clave

Pedro Gil (Asociación Española de Geriatría y Gerontología): “Hay que regular extraordinariamente bien los centros de mayores y buscar una mayor coordinación con los servicios hospitalarios"

Centro de mayores
Centro de mayores de Madrid

El efecto que la pandemia de Covid-19 en las residencias de ancianos ha sido devastador. Aunque los datos no son homogéneos, más de 8.000 ancianos han muerto en centros de mayores, según cifras de las comunidades autónomas, y una de las causas los deficientes servicios de geriatría en España, que tras el coronavirus tendrán que ser repensados.

“Fue un tsunami, y cuando llegó nadie estaba preparado”, afirma Pedro Gil, geriatra, miembro del equipo de liderazgo de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología y profesor de la Universidad Complutense. “Es muy fácil echar ahora culpas, pero cuando se desarrolló el boom, en dos o tres semanas, el sistema no estaba preparado”. 

Para los especialistas se ha errado en la planificación a la atención de mayores. “Lo importante habría sido tener grupos de mayores bien diferenciados, y hacer programas de intervención con atención primaria en los domicilios para detectar casos”, explica Gil. 

El geriatra de enlace 

En Madrid, una de las comunidades autónomas con el peor brote del virus en residencias, un grupo de 22 geriatras, entre los que se encuentra Gil, elaboraron un protocolo para atender a los mayores, junto a la dirección general de Coordinación Socio-Sanitaria de Madrid.

Se basaba en la existencia del geriatra de enlace con el hospital. Cada residencia de mayores tiene asignado uno de estos especialistas, que son quienes, en el hospital, valoran los criterios de ingreso hospitalario.  Lo deciden caso a caso, por lo que, en esta pandemia, en numerosas ocasiones se convirtieron en un cuello de botella: los servicios de geriatría estaban desbordados. 

“Hay hospitales donde solo existe un geriatra y tiene a su cargo 40 residencias”, explica Pedro Gil.

El rechazo a ingresar a ancianos de las residencia por parte de hospitales de Madrid generó una gran polémica, aunque la Comunidad trató de desmentir que hubiera existido discriminación. “Los geriatras nunca tuvimos una orden de no traer a pacientes de residencias”, afirma el doctor Pedro Gil. 

Valoración de cada paciente

“Establecimos unos criterios científicos en función del deterioro cognitivo y funcional de cada persona”, dice. “Lo que ocurre es que muchas residencias se asustaron. A un paciente que lo catalogamos de una manera, se le intentaba administrar el medio menos malo para él, y en algunos casos es el tratamiento adecuado era darlo en la residencia”. 

La valoración que se hace de los mayores trata de distinguir entre pacientes resilientes o robustos, pacientes con cierta dependencia y pacientes directamente terminales. No se tenían en cuenta criterios de edad para ingresarlos en el hospital, aunque sí llegó a ser un criterio a la hora de entrar en la UCI

 

El protocolo tenía como objetivo evitar el colapso de los hospitales y traslados innecesarios. En definitiva, “rentabilizar recursos”.

Las residencias con escasos recursos sanitarios 

Desde la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología consideran que la atención a la geriatría debería depender de las Consejerías de Sanidad, y no de las de Políticas de Servicios. “Los que se encuentran ingresado en las residencias de ancianos son mayores con muchas patologías; no son un centro social”. 

El problema es que las residencias cuentan con pocos profesionales sanitarios y con trabajadores, en muchos casos precario, que rotan por su puesto de trabajo continuamente, convirtiéndose así en un foco de transmisión del virus. “Todo esto lo mezclas en una coctelera y te sale un explosivo”, expresa Gil.  

Muchas de las residencias privadas de España están en mano de lobbies o de multinacionales. “En estos casos hay dos culpas: por omisión y por comisión. Las privadas, porque se dedican a ganar dinero; y las del Estado por omisión de los servicio”. 

Por eso, para los expertos es vital que se controle el número de personas en los centros, que se asegure que tiene profesionales cualificados y bien pagados, y que se implementen las conexiones con los servicios hospitalarios.  

La situación varía según las autonomías

En total, en España hay algo más de 850 especialistas en geriatría, si bien los números son dispares en función de las comunidades autónomas. Madrid, por ejemplo, ha apostado en los últimos años por incrementar los geriatras, y ya en 2019 logró que todos sus hospitales - a excepción del Gómez Ulla, por su condición particular - tuvieran al menos uno. 

Comunidades como Cataluña, Castilla- La Mancha, Aragón, Asturias y Navarra también han implementado mucho estos servicios, y forman a nuevos geriatras en la mayor parte de sus hospitales. 

Un poco menos de presencia tiene la geriatría en Galicia, Cantabria, Castilla y León, Valencia, Extremadura y Canarias. Y la situación más complicada la presentan Andalucía y País Vasco, donde, directamente, no existe la figura del geriatra en hospitales. 

“En Andalucía hemos hecho una cantidad de viajes enormes para que pongan la especialidad, y siempre recibimos la misma respuesta: que se pueden encargar otros especialistas. Por más argumentos científicos que dábamos, es inútil”, relata el doctor Gil. 

El gran reto tras el Covid-19

España está envejeciendo con tasas actuales del 17%, que alcanzarán el 30% en 2050, según datos de la SEGG. Para entonces, seremos el país más envejecidos del mundo. Y amenazas como esta pandemia ponen de relieve la importancia de repensar el sistema de atención a los mayores

Cada año salen en los MIR en torno a 50 plazas de geriatría. “El problema es que a veces formamos geriatras que acaban trabajando en otros países”, explica Gil. Para los expertos, los médicos de atención primaria deben incrementar su presencia en este ámbito, por su cercanía a la población envejecida. 

“Hay que conseguir que todos los hospitales de España tengan plazas de geriatras, y hay que lograr que se oferten más plazas en el MIR”, explica, por su parte, el psicólogo y médico Dámaso Crespo.

“Hay que regular extraordinariamente bien las residencias. Fomentar las teleconsultas y hacer una tipificación clara de pacientes”, concluye Pedro Gil. 

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