¿Por qué no hay incendios ahora en España? Las temperaturas, las lluvias y el viento han sido factores determinantes en los insólitos meses de junio y julio

Este dato contrasta con las cifras del pasado año: a estas alturas de mes ya se había producido un gran incendio. El 4 de julio se quemaron 478 hectáreas en Tarragona y se tardó dos días en apagar el fuego.

En 2007 se produjeron 8 grandes incendios más: el 27 de julio aparecieron dos nuevo fuegos, uno en el monte de Pantojales, en el centro de Gran Canaria, donde un vigilante forestal prendió 18.786 hectáreas, y el otro en Córdoba, en una base militar, donde fueron arrasadas 3.500 hectáreas.

Dos días más tarde, el 29 de julio, un incendio en Niebla (Huelva), provocado por un cable eléctrico quema 1.016 hectáreas, la mayoría eran pinos y eucaliptos. El 30 de julio, 8.000 personas tuvieron que ser evacuadas en Tenerife por un incendió que terminó con 18.800 hectáreas de terreno.

También se produjeron dos incendios el 31 de julio en Salamanca, en el primero ardieron 571 hectáreas y en el segundo 521. En agosto, el día 1 murió una trabajadora durante las labores de extinción de un incendio que arrasó 1.500 hectáreas de encinares, matorrales y pinares en Teruel.

El último incendio del verano tardó cuatro días en controlarse y se produjo en 28 de agosto donde se quemaron 5.500 hectáreas.

La ausencia de fuegos en el actual periodo estival se ha producido, según los expertos, gracias a una primavera cálida y bastante húmeda. En efecto, durante los meses de junio y principios de julio se ha registrado actividad tormentosa que ha dejado los suelos húmedos.

También han influido las temperaturas medias que se han producido en los últimos meses y la ausencia de vientos de tierra, que son los culpables de que pequeños focos se puedan convertir en grandes incendios.

Pero todavía queda más de la mitad del verano y además es ahora, y hasta finales de agosto, la época de más riesgo de aparición de incendios. De hecho, la Agencia Estatal de Meteorología acaba de emitir un aviso especial de fenómenos adversos por las altas temperaturas, una de las condiciones para aumentar el riesgo de incendios.

Este aviso tiene gran importancia porque se considera que hay riesgo de incendio cuando existen temperaturas elevadas y permanentes, y un periodo largo sin precipitaciones.

 

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