El “top manta” desaparece por el coronavirus

Los inmigrantes dedicados a la venta ilegal se organizan para sobrevivir ante la ausencia de turistas

Manteros en la Puerta del Sol.
Manteros en la Puerta del Sol.

La crisis social y económica derivada del coronavirus ha supuesto un estacazo para la mayoría de sectores de la sociedad, aunque hay colectivos más vulnerables ante las dificultades ocasionadas por la pandemia. Este es el caso de los manteros de España. Sin ayudas de la administración y sin poder vender en las calles, sobreviven como pueden.   

El Confidencial Digital ha hablado con el Sindicato de Manteros de Madrid y el de Barcelona para que expliquen la situación actual de sus compañeros y cómo están sobrellevando las consecuencias de la pandemia.

No hay ventas de top manta

Desde ambas organizaciones afirman que el top manta ha desaparecido. Ya sea por la ausencia de turistas, las dificultades económicas por las que pasan la mayoría o el miedo al Covid-19, la realidad es que sus ventas son casi inexistentes. “Nosotros vivimos de las sobras de los demás. Si la gente tiene sus gastos cubiertos, y les sobra dinero, sí que se permiten el lujo de comprar algo. Pero si solo les alcanza para lo básico no se gastan nada en nuestros productos” confirma Serigne portavoz del sindicato de la capital. 

Aún así muchos se la juegan y salen a vender sus productos, a pesar de que saben que lo más probable es que vuelvan a casa con las manos vacías, porque no tienen muchas más opciones para conseguir ingresos. Viven “al día”

Los pocos que salen siguen todas las medidas que se piden: llevan mascarilla, alcohol y mantienen la distancia social. Lo hacen no solo por evitar ser multados, sino porque ellos también le temen al virus. Pero, estar encerrados en su casa sin recursos para sobrevivir es un problema mayor que la enfermedad

Los "manteros" se organizaron para sobrevivir

Desde el sindicato de Barcelona exponen que son los propios "manteros", muchos de ellos sin papeles, los que se organizaron para ayudarse entre sí, ya que, a falta de ayudas de la administración, su único ingreso eran las ventas en la calle, que desaparecieron con el estado de alarma. 

Las campañas de apoyo por y para los manteros comenzaron con el confinamiento. La abrupta interrupción de su única ocupación les empujó a una búsqueda colectiva de recursos. En Cataluña organizaron un banco de alimentos financiado con lo poco que podían aportar ellos mismos, y otras personas en situación de riesgo, y con las donaciones de organizaciones y particulares. En Madrid, siguiendo el mismo método, consiguieron reunir ahorros para distribuirlos de forma equitativa. Daban entre 50 y 200 euros en función de las necesidades que tuviera cada uno. 

Ambas iniciativas siguen en funcionamiento puesto que apenas han visto brotes verdes. Aunque sí tienen mayor facilidad ahora para organizar la distribución de los recursos que durante el estado de alarma. Cuando en España se impuso el confinamiento, les resultó muy difícil repartir las ayudas. En muchas ocasiones, los compañeros que ya tenían papeles tuvieron que acercarse donde vivían los que no los tenían para evitar que multaran a estos últimos, como ocurrió en alguna ocasión. 

Actualmente, dado que la mayoría sobreviven de las ayudas de los sindicatos o de comedores sociales y otras organizaciones, muchos no pueden enviar dinero a sus casas. Relatan la crudeza que supone no poder ayudar a sus familias que al otro lado del mar también se enfrentan a la pandemia, pero a su vez explican que deben sobreponerse puesto que “lo primero es sobrevivir”. 

 

Muchos "manteros" emigraron al campo

La desesperación les empuja a moverse constantemente en busca de trabajo. Durante abril y mayo un gran número de manteros emigró al campo ante la promesa de conseguir los papeles y/o trabajo. Agricultura solicitó cientos de miles de recolectores cuando, llegados los meses de recolección, el cierre de fronteras y la restricción de movimientos impidieron la llegada de miles de temporeros desde otros países. Y, aunque se hizo un llamamiento a los españoles parados, finalmente fueron las personas en situación irregular las que conformaron la mayoría de la plantilla de recolectores la pasada temporada. 

El sindicato de Manteros de Madrid calcula que mínimo entre el 60% y el 70% de los recolectores eran inmigrantes sin papeles. La Unión de Agricultores y Ganaderos de Aragón aseguró en abril que “casi un 95% de las solicitudes para trabajar en el campo fueron de trabajadores extranjeros y del total de estos, casi un 93% no tenían permiso de trabajo”.

Coronavirus y pésimas condiciones de trabajo

Además de las dificultades económicas, ellos también son vulnerables frente al coronavirus. La mayoría viven en pisos de alquiler, y los demás en casas okupas o albergues, que se ubican en las zonas más pobres de las grandes ciudades, donde ahora mismo se encuentran grandes focos de contagio. Aún así aclaran que ellos, de momento, no tienen conocimiento de ningún caso de coronavirus que no haya surgido en el campo, donde las condiciones de trabajo son lamentables según denuncian varias organizaciones. 

Ya en febrero, el relator de la ONU para la pobreza extrema y los derechos humanos, Philip Alston, quedó "pasmado" tras ver que los recolectores de fresa en Huelva vivían "como animales", como informó Europa Press. El portavoz afirmó que visitó zonas de España "con peores condiciones que un campo de refugiados, sin agua corriente ni electricidad".

El sindicato de Madrid lamenta el llamamiento que desde el Gobierno se hizo para que jóvenes extranjeros, de entre 18 y 21 años, fueran a trabajar al campo, prometiendoles  un permiso de trabajo de dos años a cambio de su labor. “Animaron a chavales que tenían que estar pensando en ir a la universidad a meterse en ese sector de miseria” protesta Serigne. 

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