Mujeres musulmanas hablan sobre el velo islámico: el Corán no obliga a llevarlo

Hajar Samadi, presidenta de la Asociación Bidaya: “Hemos asociado la desnudez del cuerpo femenino a progreso y liberación, pero es una liberación solo desde la mirada masculina, basada en cánones diseñados por el hombre”

Una mujer con hiyab.
Una mujer con hiyab.

A pesar de que los retos de la mujer musulmana van más allá del uso del velo islámico, cubrirse o descubrirse la cabeza sigue ocupando buena parte del debate sobre el empoderamiento de la mujer en el islam, el feminismo, la igualdad en derechos y obligaciones y la correcta interpretación de los textos del Corán. Fátima Bennani, joven de 32 años de Murcia, se presta a hablar del hiyab aceptando que se revele su identidad.

Fátima advierte que muchas de sus amigas que lo usan quisieran llevar el cabello descubierto, pero no lo hacen para no disgustar a sus familias: “Conozco a chicas que no se lo ponen por la calle pero, sin embargo, sí lo hacen para las fotos que cuelgan en redes sociales, para no enfadar a sus familias que viven en Marruecos o Pakistán”, añade.

El Corán no obliga

Bennani dice que el Corán no es claro sobre la obligación de la mujer de cubrirse la cabeza, y menos aún el rostro. Y opina que debe promoverse que sea la propia mujer musulmana la que, “a la luz del sentido general de la Revelación, decida si debe o no cubrirse; en un país como el nuestro no caben las imposiciones”.

El anterior presidente de la Comisión Islámica de España, Riay Tatary, fallecido por Covid, generó polémica al afirmar que el velo “es una prescripción necesaria” (en carta dirigida al director del Instituto de Secundaria Nº 1 de Gijón). Sin embargo, otros líderes islámicos aportan bibliografía sagrada en sentido contrario.

Vestuario de la mujer

Ismael Ben Yusuf, de Cádiz, dice que el Corán es muy claro cuando se trata de prohibir: “Os está prohibido todo animal hallado muerto, la sangre, la carne de cerdo (5:3); o cumplan con las oraciones prescritas (23:9); pero no hallamos nunca esta forma tan taxativa cuando habla del vestuario de la mujer”.

El joven experto en islam señala: “En 24:31 pone: Di a las creyentes que bajen la vista con recato, que sean castas y no muestren más adorno que los que están a la vista, que cubran su escote con el velo. No hay duda aquí de que es el escote lo que debe quedar cubierto”.

En la misma línea se expresa Patricia Rodríguez, madrileña conversa al islam: “En 33:59 se puede leer: ¡Oh Profeta! Di a tus esposas, a tus hijas y a las demás mujeres creyentes, que deben abrocharse sus vestiduras externas: esto ayudará a que sean reconocidas y no sean importunadas...”.

Abrochar, no tapar

Rodríguez, que estudia filología árabe, matiza que muchos traductores optan por la redacción alternativa “echarse por encima sus vestiduras externas”, pero que los estudios léxicos son unánimes al respecto: “Yudnin significa abrochar, anudar o unir dos extremos; nunca echar por encima ni cubrir”.

El 95% de las mujeres musulmanas en todo el mundo no usa velo islámico, recuerda la politóloga iraní Nazanin Armanian.

 

“Me parece muy peligroso que el hombre alegue que el cuerpo de la mujer debe quedar oculto para no despertar en ellos instintos o deseos inconvenientes; al afirmar eso estamos admitiendo que, si una mujer no se cubre como debería, el hombre no es culpable de molestarla, incomodarla o manosearla, como está pasando en algunos países oficialmente islámicos”, dice muy enérgica Amina, joven de origen marroquí que prefiere que su apellido no se cite, y apostilla: “El hiyab pretende relegar a la mujer de la vida social, los negocios o la política; No cabe la coacción en la religión, dice el Corán en 2:256”.

Mundo sexualizado

Hajar Samadi es la presidenta de la Asociación de Mujeres Musulmanas Bidaya. Cree que vivimos en un mundo sexualizado en el que la mujer está cosificada, valorada solo por su apariencia física. “Hemos asociado la desnudez del cuerpo femenino a progreso y liberación, pero es una liberación solo desde la mirada masculina, basada en cánones diseñados por el hombre”.

Para Samadi, su hiyab no se debe tanto a una imposición del Corán y la sunna como a una responsabilidad personal: “Es una cuestión de conducta, de dignidad, una manera de separar tu esfera privada de un mundo exterior en el que hay gente buena y no tan buena”. Y termina declarando a ECD que muchas jóvenes hoy piensan que el éxito consiste en ser deseables por los hombres, y que eso no las beneficia nada.

Legislación en Europa

Varios países europeos han comenzado a legislar sobre el uso del velo islámico en espacios públicos. Muchos han prohibido solo el velo facial, lo que se conoce como burka o niqab, como hizo Dinamarca en 2018 o Países Bajos en 2019; pero otros, como Francia, han llegado a prohibir a las escolares el velo que cubre solo el cabello.

Algunos estados alemanes prohíben a las profesoras cubrirse con hiyab mientras imparten clase o tratan con sus alumnos o las familias de estos. En Marruecos está prohibida desde 2017 la fabricación y comercialización de burkas y niqabs; la gendarmería ha llegado a confiscar esas prendas en varios comercios y talleres.

Además, cada vez es más difícil encontrar a mujeres con hiyab en las televisiones marroquíes públicas (no hay canales privados), con excepción de las series de ficción y solo para representar a mujeres ancianas o de zonas rurales.

España, sin legislación

España no cuenta con ninguna legislación específica sobre la indumentaria religiosa. Si se redactara, habría que hacerla en el marco de la Constitución y la Ley de Libertad Religiosa, que señalan que solo la alteración del orden público podría limitar el derecho a las manifestaciones externas de carácter religioso.

El feminismo occidental no es unánime en cuanto al uso del hiyab: algunos movimientos reivindican el derecho a su uso, entendido como signo de diversidad e identidad cultural. Otros lo consideran una imposición machista.

La presidenta de Junta islámica, Isabel Romero, celebra que cada vez más musulmanes respetan la libertad de la mujer para llevarlo o no, “pero, si lo consideran una obligación religiosa, acaban por etiquetar a las musulmanas que no lo llevan como incumplidoras de las normas islámicas: musulmanas que no se comportan como Alláh manda”.

Romero incide además en la presencia del patriarcado tras el hiyab, “un patriarcado que lleva a muchos maridos a ver comprometida su reputación social cuando sus esposas descubren su cabeza”.

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