LA OTRA CARA DEL COVID-19

Un ‘cuponazo’ de cercanía para 15.000 mayores a solas y a ciegas durante el confinamiento

Con 20.000 vendedores en sus casas y las consecuencias económicas que eso significa, la ONCE está centrada en atender a sus afiliados, especialmente a los de más de 60 años, frente a la pandemia del coronavirus. Además, ha convertido la organización en una explosión de ayuda social para poner sus recursos a merced de la protección y cuidado de los sanitarios que están en primera línea asistencial

Ángel Luis Gómez Blázquez, Manoli Carrión y Ángel David Martín-Blas con una de las máscaras de protección para sanitarios que imprime en 3D con los recursos de la ONCE.
Ángel Luis Gómez Blázquez, Manoli Carrión y Ángel David Martín-Blas con una de las máscaras de protección para sanitarios que imprime en 3D con los recursos de la ONCE.

De los 72.000 afiliados a la ONCE, cerca de 15.000 tienen más de 60 años y viven solos. Personas con máximo riesgo de contagio, en soledad, y a oscuras. Ellos son el prime time de la ONCE en estos días de coronavirus. Sin olvidarse de los 7.500 estudiantes o los 6.000 sordociegos que pivotan en torno a una organización que, además, lleva dos semanas en alerta desde que sus 20.000 vendedores de cupones están confinados en casa y el medio principal de ingresos es víctima del virus.

Ángel Luis Gómez Blázquez es el director ejecutivo de Promoción Cultural, Atención al Mayor, Juventud, Ocio y Deporte de la ONCE. Casi nada. Tiene 51 años y vive solo. Una atrofia del nervio óptico hizo que naciera con ceguera parcial, pero es de esas personas que ve donde muchos otros ni la huelen. A los 12 años se lanzó a una piscina donde se afrontan las dificultades de cara, y le dio tan fuerte al nadar sin límites que llegó a participar en los Juegos Paralímpicos de Seúl 88. Sobre sus mandos navega estos días un despliegue de medios especiales con los que la red tupida de la ONCE respalda a todos sus mayores de una manera que solo una estructura humana tan profesional podría brindar en circunstancias como esta.

Su día a día es el de muchos, pero con menos luz. Mañanas y tardes de teletrabajo absorbente, de ese que conquista incluso los fines de semana. Entre llamadas y videollamadas en equipo para testar cómo el pulpo de la ONCE consigue que todos sus tentáculos estén cerca de las personas con discapacidad visual que más lo necesitan. Y después de una agenda llena de gestión, decisión, movimiento, ideas, propuesta y solución: bicicleta estática y tabla de ejercicios vía app, contacto telemático con la familia, un rato de socialización vecinal y homenaje en el balcón de las 20.00 y el ocio cultural que le permiten un acontecimiento detrás del otro.

Ángel Luis puso un pie en la ONCE cuando se afilió en 1972. En colegios propios cursó la EGB, el BUP y distintas FP hasta que dio el paso a la Universidad. En esa época empezó a vender cupones y con aquellos ingresos se siguió costeando su formación. En 1991 arrancó su carrera profesional dentro de la ONCE, y aquí está ahora, pedaleando fuerte para que los mayores no solo no naufraguen en este contexto social inundado por el coronavirus, sino que, además, se conviertan en fuente de moral victoriosa para el resto de la sociedad.

Voluntarios, psicólogos y trabajadores sociales de la ONCE se vuelcan para atender a miles de personas mayores que viven sin ver del todo la cara de esta pandemia cruel

Ángel Luis es uno de los responsables de la ONCE que dedica sus esfuerzos a que los 15.000 mayores con algún tipo de discapacidad visual que viven solos esta pandemia noten el calor y la ayuda de los 2.800 voluntarios de la ONCE, que les ofrecen sus manos y sus pies: les llaman por teléfono para ver qué necesitan, les facilitan la compra, les acercan ayuda psicológica a discreción, y les ofrecen los servicios especiales para ellos que siempre son una ayuda y ahora son un tesoro… Así, entre voluntarios, psicólogos, trabajadores sociales y toda la tecnología testada desde hace tiempo, la propia ONCE se ha convertido en un cuponazo para sus afiliados que oyen cómo están las residencias, y cuántos mayores han muerto, y se sirven del pulmón de sus líderes sociales para respirar más hondo.

Tanto ellos como las 72.000 personas que forman parte de la ONCE cuentan con una plataforma on-line que ofrece horizontes más allá del unitema: 65.500 libros adaptados, un catálogo de videoteca accesible con más de 700 títulos audio-descritos, y tablas deportivas apropiadas que llegan por mail, o por WhatsApp, o por los canales hasta donde llega el ingenio de un colectivo donde ellos mismos tiran del timón conociendo sus capacidades en primera persona. 

Hablamos de una acción coordinada entre varias áreas de gestión de servicios sociales de la ONCE y muy eficaz en tiempos difíciles. Con el confinamiento de los cupones y las alarmas sobre las cuentas del futuro. “De momento podemos pagar las nóminas de marzo, y estamos viendo cómo afrontar el presente y cómo valorar el futuro para seguir dando el servicio que nos caracteriza”, destaca Gómez Blázquez.

 ¿Hay alguna manera de que los ciudadanos podamos apoyar la labor que estáis haciendo?

 

 - La mejor manera que tienen los ciudadanos de apoyarnos es quedarse en casa. Nuestra plataforma de juego on-line está disponible y esperamos que, cuando pase todo esto, la sociedad siga respaldando nuestro trabajo colaborando con los 20.000 vendedores que hoy están en sus casas.

Manoli Carrión tiene 69 años y vive en Manzanares, Ciudad Real. Maestra. A los 46 años empezaron sus contactos con la ONCE, al mismo tiempo que empezaron sus problemas de visión. Desde hace cinco años sus ojos se fundieron en negro, y cualquiera lo diría cuando escucha esa voz de entusiasmo, liderazgo, empoderamiento y solidaridad que llega desde el otro lado del teléfono. Ella es la “referente mayor estatal” de la ONCE. Su tarea: estar al quite de las 44.000 personas de más de 55 años en permanente conexión con sus homólogos regionales de las 17 comunidades autónomas que la organización mantiene en marcha desplegados sobre el terreno. Ahora y mucho antes del coronavirus.

Manoli Carrión tiene 69 años y está totalmente ciega desde 2015. Es la ‘referente mayor estatal’ de la ONCE. En estos días se encarga de que 44.000 personas sientan el calor y la ayuda práctica de todos los voluntarios de la organización

Los referentes de la ONCE conocen la situación de cada persona mayor y se sirven de una red de colaboradores que les permite ser un Amazon de atención con corazón y con esa comprensión que solo destilan los que son iguales. Llaman, envían mensajes de audio, lanzan sus correos con recomendaciones, e incluso animan a mantener el tono emocional en esta etapa del confinamiento.

Manoli me pone en contexto: “Imagínese una persona sola y ciega que vive estos días encerrada en su habitación. Sin familia. Con miedo. El otro día detectamos el caso de una persona que estaba en estas circunstancias, y dimos con la tecla: le hicimos llegar papel para escribir en braille, porque sabíamos que le encanta escribir y estar ocupada le ayudará a sortear mejor estos momentos”.

Manoli es una mujer ciega que ve la vida a todo color, pero con realismo. Ella sabe que “la crisis del coronavirus ha hecho que muchas personas con discapacidad visual sientan más el zarpazo de la dependencia, de la soledad, del abandono. Pero, por suerte, todos saben que en España está la ONCE para ayudarnos. Cuando una persona tiene proyectos en mente y muchas cosas por delante para hacer, se siente muy bien. Y, sobre todo, cuando no estamos centrados solo en lo nuestro, sino pensando en las necesidades de los demás. Yo me despierto todos los días con mucha alegría, porque no me da tiempo de pensar en otra cosa que no sea lo que urge a otras personas”.

A sus 69, con un marido en casa que se lo pone todo más fácil, Manoli no forma parte de la estructura de la ONCE, pero es voluntaria de la organización desde hace 18 años. Lo que antes era un codo con codo, hoy es cercanía telefónica. Y a través del teléfono ella dispensa ayuda material, pero también esperanza.

Más allá de sus afiliados

La labor de la ONCE estos días está en ebullición. Para sus afiliados y para toda la sociedad. Ahora mismo, sus colegios y muchas de sus residencias se han convertido en alojamiento para sanitarios que están dando su vida por curarnos a todos. Y los hoteles de Ilunion están puestos al servicio de las autoridades para ser medicalizados cuando haga falta. Y hay más.

Ángel David Martín-Blas lleva 22 años trabajando en el Servicio Bibliográfico de la ONCE, en el departamento de Braille y Relieves desde el que adaptan material cultural a las necesidades de personas con discapacidad visual. Desde hace dos años imprime en 3D mapas, láminas educativas, cartelas para museos y libros infantiles. Incluso ha convertido en relieves que se palpan y se viven una pirámide azteca, la catedral de san Basilio, a don Quijote, a Mafalda, al Principito y al caballo de Troya.

Desde hace dos semanas, las cuatro impresoras en 3D con las que cuentan en su departamento se dedican a imprimir máscaras de protección para los profesionales sanitarios. Desde que se despierta hasta que se acuesta, las cuatro impresoras lanzan, al unísono, entre 10 y 12 máscaras al día aprobadas por el Ministerio de Sanidad que llegan como agua de mayo al Hospital Clínico de San Carlos de Madrid. Ahora imprime también medios de protección para el personal de residencias medicalizadas. Una visera. Un acetato. Unos remaches. Una goma. Un casco de armadura contra el coronavirus hecho a mano con el plus de la empatía.  

Solo en casa, en un hogar convertido en almacén de proveedores de salud para los que atienden nuestra salud y “muy contento de estar ayudando con todos los medios que tenemos a nuestra disposición para lo que se ha convertido en una urgencia nacional de todos”. Un licenciado en Historia haciendo historia de la solidaridad española junto a otras muchas personas que forman parte de esa red que imprime en sus domicilios los recursos que se demandan. Acción social en 3D. Como toda la que bulle dentro de la ONCE.

Ángel Luis Gómez Blázquez, director ejecutivo de Promoción Cultural, Atención al Mayor, Juventud, Ocio y Deporte de la organización, dice que “es un honor poder devolver a toda la sociedad española todo lo que ha hecho siempre por nosotros. Es un orgullo estar al lado de los que lo necesiten en estos días duros. Saber que somos útiles cuando más falta hace es un motor que nos tiene a todos encantados y dando lo mejor de nosotros en medio de esta vorágine”.

Volverán los cupones. Volverán las golondrinas. Volverán los ojos que no ven, pero miran por todos. Como los de esos hombres y mujeres que han convertido la discapacidad en una palanca de las que mueven el mundo entero.

 

 

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