“Pinto que los españoles éramos antes una gran familia y ahora cada uno va a lo suyo”

Augusto Ferrer-Dalmau es “pintor de batallas”. Sus lienzos son una imagen contra las mil palabras de las leyendas negras de la historia de España y el homenaje plástico a unas Fuerzas Armadas en el museo político de las posverdades

Ferrer-Dalmau. Foto- Álvaro García Fuentes
Ferrer-Dalmau entre el “peñón” de restos de óleos de toda su obra y su último lienzo para Rusia. Foto- Álvaro García Fuentes

En un mar de brochazos vastos contra la historia de España, Ferrer-Dalmau pinta con pinceles sin pelos en la lengua sobre lienzos de leyenda negra, espesa, pesimista, cainita, e irreal. A contracorriente. En 2010 dejó Barcelona para no discutir nunca más sobre distopías políticas desparramadas en masa. Anacoreta ilustrado aferrado a la España que fue una piña. Un pintor de batallas único en su género que ilustra el barro, la sangre, las lágrimas, y la gloria de los antepasados que nos pusieron aquí el vermut del bienestar. Patriota sin complejos fantasmas. Sus opiniones sobre España y sus Fuerzas Armadas, dice, expresan las de una gran mayoría, porque “la realidad no es la que refleja Twitter”. Retrataría con orgullo la valentía de Rafa Nadal con su raqueta, porque sintoniza con su pintura de otros rafanadales anónimos que combatieron por España con tizona. Reconocido con medallas en otros países, alejado de los circuitos oficiales en el que parió su estampa. Apóstol de una buena mili. Realista. Épico. Con la maleta lista para el exilio con las pintadas broncas que se avecinan.

España entera hablando de armas. Así empieza el relato de esta primavera. Y el estudio de Augusto Ferrer-Dalmau es un museo de guerra y paz. Espadas, uniformes, emblemas, medallas, pinceles, óleos, humo, compromiso y un hilo musical de Spotify que diluye la voz de Bryan Adams en este claroscuro de arte contemporáneo a contracorriente con luz propia. No, no hay ideologías en vitrinas, ni flamencas sobre la tele, ni toros de Osborne con gónadas XXL. No, al menos, a la vista.

Este es el plató: Alepo de fondo a pinceladas, un encargo para Rusia con amor. Refugiados en Siria con estampados contemplados por el artista allí, a pie de dolores de guerra. Fue, tomó sus apuntes, montó su batalla, y la ha clavado sobre un lienzo que posará en las paredes del Ministerio de Defensa de Putin cuando mayo mayee. Dos sillas sin trincheras. Pinceles como lanzas de Velázquez.

En el estudio de un pintor impresionistamente realista por el que pasan hombres y mujeres con asiento en la cultura, las academias y los hemiciclos, el aire corre libre de corrientes. Manos diestras. Ojos sensibles. Elcano en la recámara. Y una agenda internacional de vértigo en misión artística de paz.

Empezamos garabateando por el boceto de la actualidad y terminamos enmarcando una reflexión sólida de libros leídos, historias bebidas y prejuicios fumados. Al que no le emocione Rafa Nadal, que no mire.

El debate de esta semana es armas a mano sí, o armas a mano, no.

Lo veo muy difícil. Habría que hacer un test psicológico a todo el mundo. Pero abrir el debate de la autodefensa no lo encuentro descabellado.

¿Existe la pintura contemporánea a contracorriente con éxito social?

La pintura siempre es a contracorriente. Hay corrientes pictóricas decorativas y comerciales, pero la pintura-pintura siempre es a contracorriente. ¿Se gana dinero? Este es un mundo muy raro. Yo estoy fuera del mercado. Me dedico sobre todo a colecciones privadas.

Usted se inspiró en Antonio López. Empezó con paisajes y se hizo un pintor de batallas. Óleos con realismo heroico y épica ordinaria. Parece que pinta usted con pinceles de orgullo encima de la leyenda negra.

 

Con mis obras busco reivindicar la verdadera historia de nuestro país: muchas personas que nos antecedieron dieron su vida por la patria y están en el olvido. Me apasiona nuestro pasado y considero que tenemos una de las historias más espectaculares de la humanidad. Da la sensación de que, durante mucho tiempo, nuestra historia estaba mal vista. Hablar de los conquistadores o de los Tercios se encontraba de frente con una leyenda negra que nosotros mismos nos hemos creído. ¡Sintámonos orgullosos de lo que hemos sido! Mi idea es transmitir los numerosos motivos de ese orgullo. Busco explicar lo que está en bastantes libros pero que la gente no lee, lo bueno, y lo malo. Porque en esta sociedad, quizás más que nunca, una imagen vale más que mil palabras.Ferrer-Dalmau. Foto- Álvaro García Fuentes_2

¿Qué episodios históricos nos atraen en masa?

Al español le gustan mucho las historias en las que nos hemos dado al máximo: las defensas heroicas, las derrotas épicas, porque los españoles siempre hemos sido derrotados con una machada. Nos gusta Sagunto, Numancia, y esos momentos en los que nos emulamos hasta el final. Pasa lo mismo que en el fútbol cuando hemos competido dando la talla y sudando la camiseta. Quizás estamos acostumbrados a ganar muchas cosas… Como soldados somos muy buenos y nos gusta mostrar al mundo que nuestras derrotas no fueron fáciles.

¿Usted hace fotografías con carácter retroactivo de escenas pasadas antes o como consecuencia de que una determinada memoria histórica las truque para siempre?

La memoria histórica imperante parece que empieza en 1936, y eso representa una gota de agua en el océano de la historia de España. La memoria histórica es todo.

Incluido el Imperio.

Por supuesto. Nosotros estamos donde estamos porque las generaciones que nos precedieron nos han traído hasta aquí superando muchas dificultades. Se trata de españoles que llegaron antes a este mundo y, pensando en su presente y en su futuro, lucharon y lo pasaron mal. No nacimos siendo la novena potencia del mundo, ni con este estado de bienestar que disfrutamos los españoles. No somos islámicos, porque hubo gente que dio el do de pecho para que hoy nuestras mujeres no lleven burka . Todo esto es contribución coral del pasado de los miembros de nuestros árboles genealógicos, de cuyos resultados debemos sentirnos muy orgullosos. El español tiene la manía de echarse piedras sobre sí mismo constantemente. Debe ser un complejo de cara al resto del mundo que nos lleva a ir por la vida como pidiendo perdón por nuestras raíces. Nuestra historia, con más luces que sombras, no es para ir pidiendo perdón a nadie.

¿En qué momento la calle empezó a medir sus palabras de elogio a las Fuerzas Armadas y mirar al Ejército con cierto recelo?

Durante muchos años la gente vinculó el Ejército al antiguo régimen, pero eso fue un momento de nuestra historia que ya pasó. El Ejército de hoy son nuestros hermanos, nuestros primos, nuestros amigos, que van allá para cumplir una misión, porque formamos parte de alianzas internacionales, nos guste o no.

¿Quizás la Guerra de Irak fue un momento de ruptura social demasiado cercano?

Yo creo que la gente no critica al Ejército por aquello, sino a los políticos y sus circunstancias. Lo que percibo a mi alrededor es que la gente valora la profesionalidad del militar, al que conoces, porque ese chaval o esa joven que lo conforman están muy cerca de muchas familias de España. El Ejército se ha quitado ya ese lastre.

Pero, al menos en el discurso político, perdura un cierto tono pacifista especialmente bélico contra nuestras Fuerzas Armadas.

Hay un sector de la población que está en contra de todo lo que suene a Ejército o armas, porque no entienden, o incluso les molesta, que como país tengamos un Ejército que nos pueda defender. No lo entiendo. Ya no estamos para conquistar nada. Nuestro Ejército es un cuerpo de leales servidores, como puede ser la Policía, o los bomberos… Sus miembros son apagafuegos listos para defendernos cuanto tengamos un problema.

¿Por qué el foco en la opinión pública se pone más sobre nuestras miserias que sobre nuestras grandezas?

No sé… ¡Es que el español es un bicho raro! Quizás es porque somos inconformistas y queremos más. O porque suena más la voz de un reducido grupo de ciudadanos que siente vergüenza de nuestra historia. A mí no me pasa lo que les sucede a algunas personas que van a otros países y los consideran todos mejores. Yo soy español, sé quién soy, y no tengo ningún complejo. ¿Por qué los extranjeros vienen a España y se van maravillados? Tenemos una calidad de vida impresionante. Quien mira a su país con tan poca estima, que viaje más y verá cómo viven fuera y cómo vivimos aquí.

¿Pueden ser coletazos de la lucha de clases?

La gran mayoría de los españoles es feliz en este país. El complejo de ser un país atrasado y un poco carca ya nos lo quitamos de encima hace años.

Ferrer-Dalmau: solitario y único en el género. ¿Cansa ir a la contra?

Dar el paso fue complicado. Yo andaba en el circuito de las galerías haciendo pintura más bien comercial, paisajística, pero decidí dar un giro a mi carrera, porque tenía claro que quería dedicarme a lo que me hacía feliz. Ya que tengo que estar trabajando toda mi vida, aposté por hacerlo en algo que me gusta. Tuve una buena acogida en un sector que no sabía que existía y esa calurosa aceptación ha ido en aumento. Me he encontrado con un público que quiere esta pintura, también en el extranjero.

Hace casi 10 años se marchó de Barcelona cansado de ser libre. Una década y la intención de no volver. En estos años, la virulencia independentista ha ganado terreno, precisamente entre gobernantes muy mediocres. ¿Cómo pinta usted ese cuadro de la Cataluña cerrada desde este estudio de Madrid?

Primero sentí rabia. Después, pena. Y ahora empiezo a sentir indiferencia. Hay una parte de la población catalana que no entiende que podemos ser felices… ¿Cómo explicarles que el apellido más común en Cataluña es García, y los diez apellidos más predominantes son todos de origen español? ¿Dónde hay más españoles mezclados que en Madrid o Barcelona? ¿Cómo explicarles que ya está bien? ¿Qué ocurre? ¿Qué quieren? ¿Libertad? ¡Si la libertad que disfrutamos no la hemos tenido nunca en la historia de España! Predominan unos intereses muy partidistas de unos pocos que han cambiado la mentalidad de muchos. La manipulación genética de las mentes allí es real. No es normal que te cruces con un señor cuya madre es de Badajoz y su padre, de Almería, y que te diga que los catalanes somos diferentes…

Fue pionero en exiliarse “voluntariamente” de su tierra. ¿A los no nacionalistas solo les queda vivir en paz fuera?

No. Los no nacionalistas van a ir en aumento por puro sentido común, porque ha llegado un momento en el que la gente va viendo la cosas y se va cansando de tanta historia. Yo me fui porque me ponía muy malo: tenía discusiones con amigos y familiares, y quería tranquilidad. Quería desconectarme de todo eso, y lo he conseguido. No he vuelto, pero porque no quiero discutir más.

Guerras, barro, sudor, sangre, impotencia, éxtasis, victorias, luchas… Más allá de la paleta de óleos, ¿qué sentimientos acompañan sus pinceladas de homenaje?

Cuando pinto una carga de caballería desesperada y gloriosa, la siento. Todo lo que hago forma parte de mi propia vida. Desde que era muy pequeño me atraía la historia de España, el mundo de nuestros soldados, nuestras gestas… Esto es lo que quiero pintar, y por eso lo pinto. Sangre, sudor, lágrimas, valor… Hay más sangre y lágrimas que gloria en nuestra historia. Hemos sufrido muchísimo. Muchos españoles han muerto para estar donde estamos hoy. Qué menos que recordarlos.

Cuando pinta estas escenas, ¿piensa también en sus coetáneos que van a la universidad, salvan vidas en hospitales, cogen el metro, o hacen equilibrios para llegar a fin de mes?

Mis cuadros no van destinados a un público militar. Yo pinto para todo el mundo. Me gusta pensar que van especialmente dirigidos a la gente joven, y creo que llega. Ellos son nuestro futuro.Ferrer-Dalmau. Foto- Álvaro García Fuentes_3

Usted ha sido soldado, sabe historia, se ha empotrado en campañas militares para estudiar las escenas a pie de guerras. ¿Qué sería de España sin sus Fuerzas Armadas? ¿Qué opina de sus señorías que ven las guerras en sus televisores a la carta y critican al Ejército desde sus escaños de escay? 

Cuando un político critica a las Fuerzas Armadas pone de manifiesto una preocupante ignorancia que le obliga a tirar de tópicos. Un político que no conoce a los soldados, que nunca ha estado en una misión, que desconoce la función de nuestro Ejército, no puede hablar. ¡Váyase a Afganistán! ¡Pase unas horas con nuestros militares en una posición avanzada! ¡Hable con ellos! ¡Ya verá como vuelve con una opinión favorable y argumentada! Antes de opinar, póngase en su piel y conviva con ellos.

¿Los ministros y ministras de Defensa de los últimos tiempos han estado a la altura de las circunstancias? ¿Han sabido vender con justicia nuestras Fuerzas Armadas?

Sí. Me consta que todos han intentado conseguir lo mejor para sus ministerios, porque en cuanto entran en Defensa, sus prejuicios -los que los tenían- se terminan. Descubren un mundo de gente honrada, gente trabajadora, gente fiel, que saben guardar las formas, que no hablan en prensa, que todos los trapos sucios los lavan en casa… Es un ministerio muy cómodo, pero todos sus responsables han tenido el mismo problema: la falta de recursos y la deficiente financiación, porque es la cartera donde siempre se recorta, por desgracia.

¿Quién es Pérez Reverte para usted?

Mi gran amigo. Nos conocemos desde hace muchísimos años y congeniamos muy bien. Me río mucho con él. Es un tipo estupendo, el más fiel amigo que pueda tener alguien.

En dos brochazos: qué le espeta a quienes le tachan a usted y a Pérez-Reverte de cipotudos bi-fálicos…

(Risas) Después de conocer y hablar con mucha gente, he llegado a la conclusión de que quienes nos ponen esa u otras etiquetas desconocen que Arturo y yo pensamos como la gran mayoría de los españoles. Con pequeños matices, mi visión de nuestra historia y de nuestro país la comparto con muchísimas personas con las que coincido, tanto de izquierdas como de derecha. Cada vez estoy más convencido de que los políticos no conocen a los españoles. A nosotros nos gustan nuestras historias. Somos así. Lo que dice Arturo Pérez Reverte te lo firman muchos españoles, desde el que está en un bar, al que conduce un camión, pasando por el que trabaja en una oficina.

¿La libertad de expresión ha sido encañonada en España?

No. Creo que somos muy libres para decir lo que queramos, con educación y respeto. Las redes sociales se han convertido en un espacio caldeado por el libertinaje de expresión. En Twitter, por ejemplo, hay más insultos que sentido común y muchas discusiones irracionales dirigidas por anónimos que no sabes si son un bot. No pasa nada. Lo aceptas, y ya está. Siempre que no ofendamos o cometamos un delito, tenemos cancha ancha.

Campaña electoral a la vista. Si en la paleta se mezclan rojo y morado, ¿sale más España?

Estas elecciones que vienen van mostrar lo cansados que estamos ya de todo. Cuesta trabajo creer en promesas después de todo lo que nos han vendido hasta ahora. Reina la desconfianza y la incredulidad sobre nuestra clase política, que ha bajado muchos peldaños de cara a la sociedad. Votamos, pero no nos creemos nada. Quizás el hartazgo de la sociedad española haga que cambien las cosas. Ocurrió con el revulsivo del 15M contra lo estipulado y lo establecido por consenso partidista. Los políticos de hoy se pueden llevar muchos sustos, porque el español, al que no conocen, es impredecible. Un español se levanta un día y puede dar un giro de 180 grados a todo. No somos carneros. Y por eso España sigue existiendo. Como decía Bismarck, llevamos mil años intentado destruirnos, pero no lo conseguimos. Nuestra historia es así de siempre. Somos capaces de cambiar la historia al margen de las políticas y los gobiernos que haya.

En ese contexto, ha surgido Vox, y está cambiando el escenario…

Y mañana puede salir cualquier otro movimiento que despierte sentimientos entre los españoles, y vuelven a cambiar las tornas.

Sí parece que la bandera de España está detrás de toda esta campaña electoral de manera especial.

La bandera es de todos. Unos la enseñan más y otros la ocultan menos. Unos dicen “España” y otros, “país”. Unos hablan de “patria” y otros, de “Estado de Derecho”. La gente de la calle piensa de otra manera. A veces reflexionamos como si la opinión pública española fuera la de los dos millones que interactúan en las redes sociales, y aquí somos unos cuantos millones más. Si vas a un bar y escuchas lo que dice la gente te das cuenta de que no tiene nada que ver con lo que se viraliza en las redes sociales. La realidad de lo que piensa España es mucho más que Twitter: son pueblos y gentes que no saben nada de tuits, pero que se sienten españoles sin matices.

Vox ha anunciado que llevará militares en sus listas. ¿Es lógico? ¿Es bueno? ¿Es una reacción previsible? ¿Es la pura normalización?

Un militar, como un camionero, un profesor de Universidad, o un dentista, es un profesional. No entiendo la polémica. También Julio Rodríguez fue Jefe de Estado Mayor de la Defensa, y está en otras filas.

Si le pidieran un retrato de Julio Rodríguez, ¿por dónde irían los tiros?

Le conocí presentando un cuadro con Su Majestad el Rey hace muchos años. Fue un gran militar. Una persona con sus principios. Ahora se ha metido en política y lleva su línea. Era de aviación: le pintaría subido en un  Polikarpov I-16 (El mosca).

¿Por qué el amor a la patria se ve ahora como un vicio de conservadores nostálgicos?

Me parece muy mal que el amor a la patria se encasille ahí. Tengo grandes amigos de izquierdas que son muy patriotas. Esa generalización, lo siento, no es real, nos digan lo que nos digan las redes sociales. En Andalucía, por ejemplo, la bandera española siempre ha sido un emblema, y ha sido una región históricamente socialista.

Usted pinta al héroe anónimo. Al que ni siquiera citan en los medios de comunicación. Es otra manera de ser un artista antisistema…

En España siempre hemos pintado a generales, a gobernantes, batallas que hemos ganado con todos los honores, con todos los uniformes bonitos… ¡Y eso no era así! Los que han combatido siempre han sido los anónimos. El pueblo, los españoles más humildes, son los verdaderos protagonistas de nuestras gestas. Yo pinto a esos: a los que nadie recuerda, porque fueron los que se dejaron la sangre. España es una gran fosa común donde hay tumbas de todas las épocas. Si mañana se pusieran a levantar los suelos de nuestro país se encontrarían miles de muertos en el campo de batalla. El héroe anónimo somos todos.

Ahora, ¿el héroe anónimo sería el autónomo?

Claramente: el señor o la señora que va por la calle, que se levanta cada mañana, que no tiene fines de semana, que trabaja veinte mil horas para sostener a su familia, que paga sus impuestos y que sufre. Guerras ya no habrá. Llevamos tres generaciones sin conocer una, algo inaudito en la historia de la humanidad y en la historia de España. Ahora nuestra guerra es el día a día y sobrevivir.Ferrer-Dalmau. Foto- Álvaro García Fuentes_4

Héroes destacados. Blas de Lezo paseó por la alfombra de los últimos Goya y algunos directores de nuestro cine le serraron la pierna viva. Usted dice que es el momento de que resurja la figura de Juan Sebastián Elcano. ¿El mundo de la cultura posmoderna escucha estas declaraciones como si viniera un ovni, incluso como provocaciones?

Esto de mofarse de personajes que hicieron cosas buenas por España está muy visto. Es un producto que ya está vendido. ¿Qué beneficios nos trae azuzar antihéroes contra la historia? ¡Ninguno! En realidad, es un cliché que se dice porque es lo políticamente correcto en esos ambientes. Me encuentro con que la opinión de muchísimos españoles no es esa. A la gente normal claro que le gusta saber y reconocer a un español que dio la vuelta al mundo, como Juan Sebastián Elcano, que no Magallanes. ¿Era un imperialista? Sí, porque su época era esa. Pero dio la vuelta al mundo.

¿España nota la influencia de las generaciones de los que no hicimos la mili?

La mili estaba bien. Yo era de una familia barcelonesa muy acomodada, y me permitió conocer a gente de otras partes de España. Me ofreció una visión de la España real. No ha habido más socialismo que la mili, que nos hacía a todos iguales con un mismo uniforme. Allí no había clases sociales. Mi mejor amigo de entonces era un cabrero. Jamás pensé que podía conocer a personas así de estupendas tan lejos de mi casa. La mili nos quitó muchos prejuicios. Era muy positiva y muy social. Quizás recuperar un servicio militar de tres meses para volver a unirnos a todos no estaría de más. Nos hace falta conectar Madrid con un pueblecito de Lugo y entender que somos todos iguales y sufrimos los mismos problemas. Yo guardo aquella experiencia como la mejor de mi vida.

Guerras, barro, sudor, sangre, impotencia, éxtasis, victorias, luchas… ¿Rafa Nadal tendría cabida entre los trabajos de Ferrer-Dalmau?

Sí. Rafa Nadal es el reflejo de la constancia, de la lucha, de la superación. Es una persona valiente. Hoy, él está con una raqueta. Pero rafanadales hemos tenido en España con tizonas, con mosquetones, en muchos escenarios. Es la fuerza del carácter de un valiente con coraje. Rafa Nadal es un tío que me emociona cuando juega, cuando aparece y cuando habla.

¿Qué tiene usted de libre y qué de francotirador?

Yo hago lo que quiero. No tengo que dar explicaciones a nadie, y me ha costado mucho. Total: para cuatro días que me quedan, los pasaré haciendo lo que me brota. No me muerdo la lengua. ¿Francotirador? ¡No! El francotirador se parapeta en las distancias. Yo voy de frente y en primera línea.

¿Qué tiene lo políticamente correcto de falla valenciana?

No sé quién inventó lo de lo políticamente correcto, pero fue un genio del marketing. Hoy eso te lo marcan cuatro presentadores de televisión y tres personas de opinión, pero el pueblo español no es políticamente correcto: dice y hace lo que quiere. ¿Qué es lo políticamente correcto? Durante un tiempo el español estuvo sujeto un poco a esos criterios estéticos, pero esa censura ya ha perdido su fuerza por efecto de la saturación.

¿Ferrer-Dalmau es más del Museo del Prado o del Reina Sofía?

Del Prado, siempre. Del Hermitage, del Louvre, del Prado. Esos son los míos.

En algunas de sus obras recupera también la tradición religiosa ligada a las Fuerzas Armadas. ¿Se puede hacer de todo en España, menos defender la fe con la cultura?

Vaya por delante que yo creo en Dios, aunque soy un mal cristiano, porque soy más pecador que Judas. Pero soy muy creyente. Es evidente que existe un sector intolerante que no entiende que puedas creer en Dios y en otra vida. Mi respuesta siempre es “vive, y deja vivir”. ¿Por qué te molestan mis creencias? ¿Yo arremeto contra quienes no creen en nada? No me minen mi forma de pensar. Yo no soy practicante, pero tengo mis creencias, y a veces duele escuchar esos ataques virulentos contra la libertad disfrazados de libertad.

¿Ve usted una cierta mofa cultural sobre lo divino?

Veo más un cierto ataque contra la Iglesia católica, no sobre otras religiones, y menos, contra el Islam. Quizás es porque los cristianos son los que aguantan. De todas formas, esto tampoco vende a estas alturas.

¿Qué puente puede tender la pintura histórica de Ferrer-Dalmau con la España que se mira con rubor?

Mi objetivo es ese, tender puentes para que nadie contemple nuestra historia con rubor. Los que aparecen en mis cuadros no son extraños: son nuestros abuelos, nuestras familias, nuestros antepasados. Son lienzos de ayer y reflejan que todos somos hermanos. ¿Cómo vamos a mirar con rubor lo que hicieron nuestros antepasados? Vivieron esa época, les toco actuar de una determinada manera, no encontraron otra alternativa.

Le propongo un paseo por la galería de retratos de personajes ilustres del siglo en marcha…

            ¿Qué opina de esa foto de Aznar, Bush y Blair en las Azores?

            Fue un momento político en el que tocaba estar o no estar, y decidieron estar. Lo vi como una oportunidad política que, quizás, salió mal. Es pronto para valorar sus consecuencias.

            ¿Y de aquella de Zapatero anunciado la retirada de las tropas de Irak?

            Se podía haber hecho de manera más diplomática en una época en la que aún había soldados combatiendo, porque algunos países no entendieron ese paso atrás y a nuestro Ejército le miraron con desdoro. 

            ¿Qué le parece aquel retrato de Pedro Sánchez hablando nueve meses de Franco?

            (Risas) Yo nací en la época de Franco, pero era una etapa de mi vida que había olvidado. Ni Franco se imaginaba que estaría tan presente en nuestras conversaciones en el siglo XXI. No ha habido ningún dirigente, rey, dictador o político que haya sobrevivido a tantas generaciones. ¡El franquismo no existe! ¡No queda nada! ¡Franco está muerto! Después de varias generaciones sin nada que ver con Franco, es como si un presidente se pone ahora a hablar de Espartero, de Mendizábal o de Zumalacárregui.

            ¿Torra hace un Kandinsky con la historia española y catalana?

            Torra no sabe lo que está haciendo. Sigue las directrices de Puigdemont y nada más.

            ¿Cómo pintaría esta batalla feminista?

            Vaya por delante que yo no creo ni en el machismo, ni en el feminismo en el siglo XXI. En mi casa mandaba mi madre y mandaban mis hermanas. Cuando me casé, mandaba mi mujer. España es un matriarcado. En España son las mujeres las que han mandado siempre. Todos los españoles, en todo caso, somos feministas. No creo que haya una batalla real, porque el hombre y la mujer son un complemento, y no tiene sentido discutirlo. El machismo que quede es un problema de incultura que se da en sitios extremos. La imagen del soldado herido en combate llamando a su madre y no a su padre es muy gráfica. En España, la madre es la figura más importante de la familia.  

Después de pintar tantos años la entrega de los militares españoles, ¿se cree que España es cainita?

¡Absolutamente! España es el país más cainita del mundo. Somos un país genéticamente guerrero. Siempre nos han invadido los mejores y los que se han quedado han sido los más duros. De la mezcla de razas salen españoles muy combativos. Nos peleamos a muerte, pero después nos vamos de copas… Tenemos ese don. Somos un país con personas a las que no entiende nadie en el mundo.

¿Cuántas vocaciones militares despiertan sus cuadros?

Me consta que ha habido algunas.

Tiene la pechera llena de medallas militares. ¿Algún gobierno se atrevería a promocionarle para el Premio Nacional de Bellas Artes?

El Gobierno de Georgia me entregó la máxima condecoración de Bellas Artes y Rusia también me ha galardonado…

Algún gobierno español, quiero decir…

No. No estoy en ese circuito. No existo en ese ámbito.

Estamos en la semana fantástica de los fichajes políticos. A usted le han tentado: ¿de qué partidos? ¿Qué les ha dicho?

Me han tentado políticamente, pero siempre digo que no. Ni quiero, ni puedo, ni debo politizar mi pintura.

¿Los libros de Historia del Arte le guardarán una esquina?

Quizás en España no, pero en otros países, es posible. Espero que, al menos, se ilustren episodios de la historia española con alguno de mis cuadros.

Dibújeme los trazos que le hacen justicia a su arte.

Honradez, libertad, verdad.

Y algo de técnica, también.

Pinceladas poco definidas de cerca y muy definidas de lejos. Me gusta que la gente descubra que he definido la nariz con una sola pincelada. Me gusta que parezca realista, pero que se note la mano.

Cuénteme las artes que le hacen justicia como persona.

Soy una persona tranquila que rehúye las polémicas. Tengo alergia a las discusiones y me gusta vivir mi vida. Soy un anacoreta. Cada día estoy más encerrado en mi mundo y me cuesta asomarme al exterior, porque lo que observo fuera no me gusta. Disfruto a solas con mis personajes, con los que hablo, y dando vida a mis historias. Cada vez me desentiendo más del presente y me asiento más en el pasado. Posiblemente acabe mis días marchándome también de España, porque no me siento cómodo con lo que veo y hacia dónde vamos. España, ahora mismo, es un país muy dividido. Hemos perdido el concepto de piña y prefiero -como hice cuando vivía en Barcelona- irme antes de pagar las consecuencias. Nos estamos hundiendo. Después de muchos años de democracia, bienestar y paz hemos cosechado una consistente desunión.

Pero saber historia y atemperarla para expresarla con pintura debería hacerle más optimista que al resto…

Sí. Y no. Yo digo cómo éramos antes y qué hacíamos antes. Pinto que antes éramos una gran familia y ahora cada uno va a lo suyo. Los años de más prosperidad económica y social de la historia de España nos han traído hasta aquí. ¿Por qué? ¿Quién tiene la culpa? No lo sé. Pero es real.

REBOBINANDO

La batalla de las Navas de Tolosa. El milagro de Empel. Rocroi, el último tercio. Por España y por el Rey, Gálvez en América. La Degollá. Carga del río Igan por el Regimiento Alcántara. El Glorioso… La historia de España en fascículos gourmet a contracorriente de esa otra España con anteojeras que venden los derrotistas, los que no han leído, los rendidos antes de empezar, y toda esa amalgama de hombres y mujeres, claro, ensartados en complejos de diván. Los mismos que huirían los primeros de la guerra que calientan como ciegos de honor que guían a otros ciegos de sesera.

Cualquier país coherente que vibre con Nadal y con una selección campeona tendría la obra de Ferrer-Dalmau como pinturas de cabecera. Y, sin embargo, en esta España de contrastes en la que sale gratis identificar al “facha” con el que ama a su patria, las masas tuiteras han cogido miedo a reivindicar nuestra grandeza, se han atrincherado en la triste soledad de las posverdades cocinadas en casas de lujo, y vomitamos clichés compulsivamente haciéndonos vudú como los locos que se cortan las venas porque no quieren -o no saben- vivir con la paz de una sonrisa.

La patria es un concepto-puente que nos une a todos los que hemos nacido en ella, un para quién audaz, una ventana abierta más allá de las cuatro paredes que empequeñecen mi mundo. Algunos usaron la patria para algodonar sus sedes con derechos aplastados donde acomodar sus posaderas. Otros la convirtieron en un sentimiento vacío sin historia, sin base y sin fuste, como un capitel corintio de florituras sin sostén. Otros la convirtieron en utopía alejándola de los hombres ordinarios y dibujándola como un imposible metafísico. Otros le robaron la cartera, la prostituyeron poniendo sus carnes en manos de los enemigos, le cortaron las alas cercenando el futuro de su gente, y la convirtieron en una esencia hostil.

Muchos -los nosotros, vosotros y ellos que antes pisaron estos lodos- derramaron su sangre por la patria. Una patria formada por ese español y aquella española, por gente concreta, de izquierda, de derechas, de mediocampo, con todo, sin nada, con poder, sin techo, con libros, sin habla. Y muchos de ellos fueron militares que supieron ofrecer su vida incluso por los que nunca agradecerán los gestos de sus gestas.

Ferrer-Dalmau hace homenajes con pincel a estos hombres y esas mujeres que pudiendo defenderse solos, seguir adelante o esconderse del peligro, pusieron sus pechos audaces, sin complejo de mártires, como muros de contención para que en ellos se frenara el odio, la batalla, la guerra, y el mundo de su patria siguiera girando.

Pare un momento. Contemple a la España del metro, a la que pasea por el bulevar, a la que sale en manifestación desbordante, a la que está en los platós, a la que va a la peluquería, a la que viste de cueros, a la que va al hipódromo, a la que está en la tribuna, a la que vive a las afueras, a la que toma un avión, a la que corre en la ciudad, a la que está de maniobras, a la que pinta, a la que escribe, a la que te suelta el rollo, a la que te pela el cable, a la que copea, a la que torea, a la que va a misa, a la que ara en tractor, a la que dice “mazo”, a la que piensa en grande…

¿Ve a esos hombres y a esas mujeres en los cuadros épicos de Ferrer-Dalmau? Somos ese rumor del fondo: los hijos de una historia que no es fulana por mucha cara de wasabi que nos pongan los enemigos de los hombres, los enemigos de la patria, los enemigos de la libertad.

El buque Juan Carlos I atraca en Getxo a puertas abiertas. Entre el mar de acogida y las pancartas de odio casero. Tufo sobre la plata. Cuatro gatos mugen precisamente contra ese Ejército que nos invita a estar seguros sin portar armas. Psicodelias de pueblo jondo.Ferrer-Dalmau. Foto- Álvaro García Fuentes_5

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