Las plataformas digitales nos han abierto los ojos sobre el tremendo potencial del cine y la televisión españoles

Javier Cámara es cardenal en The Young Pope, narcotraficante en la tercera temporada de Narcos, terrorista en Fe de etarras y político español en la nueva serie de TNT Vota Juan. La versatilidad descubierta por Almodóvar en Hable con ella está en la mejor cuesta de enero del actor riojano

Javier Cámara se postula a presidente del Gobierno en la nueva serie Vota Juan, de TNT. Foto: Álvaro García Fuentes (@alvarogafu)
Javier Cámara se postula a presidente del Gobierno en la nueva serie Vota Juan, de TNT. Foto: Álvaro García Fuentes (@alvarogafu)

Drama y comedia. Calva, barba, madurez y versatilidad. Entre sotanas, camisas hawaianas, pasamontañas y carteras ministeriales, Javier Cámara, a todas luces, está en plena acción. El viernes se postuló a la Presidencia del Gobierno travestido de Juan Carrasco para mirar detrás del telón de la política en estos tiempos de populismos, extremismos, nacionalismos, más de lo mismo y cansinismos varios. Es la cabeza de cartel en Vota Juan, la nueva serie de TNT. Dinamita en el ala oeste de los entresijos de Moncloa. Si sale en las primerias irá, incluso, a los Premios Goya. Ningún político le ha cautivado jamás. Entre los cincuentaytantos y el carpe diem. La montaña rusa del cine le serpentea en vagón preferente, y eso que se montó siendo acomodador de teatro. Ama a Pedro Almodóvar con todas las fuerzas de su acción de gracias. Ve en las plataformas digitales de la tele el concorde que estaba esperando el mundo audiovisual para hacer las Américas. Entre Colombia, el Vaticano y Madrid, él ya vuela en Actores Sin Fronteras.

Interior. Día. Corazón palpitante de Madrid Centro.

Cámara descendente. Planta baja. En la sala Punto y aparte del Hotel de las Letras de Gran Vía hay escenarios a escala de gabinete presidencial. Una mesa de juntas. Unos sillones para candidatos. Focos como taquígrafos. Sin nocturnidad, hablamos con alevosía con el hombre-orquesta que se veía haciendo siempre de cura y ya es cardenal.

Javier Cámara frente a una alcachofa. El riojano que mejora como el vino se presenta a las urnas de las audiencias con Vota Juan y le hemos pedido que nos cuente su programa, sus posverdades, sus intríngulis. Le cuesta llevar la voz cantante, pero es lo que tiene optar a unas primarias.

Exterior. Plaza de San Pedro. Flash back.

El hijo predilecto de Pedro Almodóvar viene de Roma. De grabar con Sorrentino la segunda temporada de The Young Pope y está deseando volver para servir a Jude Law. Y para comerse una pizza napolitana. No todo es glamour entre trajes pontificios.

Interior. GoPro en modo play navega en el nudo del estómago de Javier Cámara.

Con mucha mili (35 películas y 15 series, metraje más, metraje menos), muchos premios gordos (Goya al Mejor Actor en Vivir es fácil con los ojos cerrados, Goya al Mejor Actor de Reparto en Truman, y cuatro Fotogramas, por resumir) y una agenda cargadita de proyectos en el backstage, el cardenal-terrorista-narcotraficante-político dice que no concilia en los días de estreno.

Detrás del telón y en butaca mullida, nos metemos en el papel, entrecomillas…  

Buenos días, Juan. Entra usted en política en un momento efervescente.

 

Me va a resultar difícil hablar en voz de Juan Carrasco, porque es un personaje al que no conozco bien todavía. Necesitamos más temporadas. Detrás de Juan Carrasco hay un político piloto que resume todo lo que podemos pensar del hombre o la mujer que está detrás de unas siglas o un cargo público cuando se apagan los focos públicos y se queda a solas.

En este momento tan efervescente nos interesaba mucho entender quién escribe las intervenciones, qué frases se desechan y por qué, en qué queda el discurso propio… Estamos en un contexto político de cambios diarios en el que aparecen grupos nuevos, e incluso cada vez se radicalizan más los mensajes. Esta serie pone la lupa sobre la soledad real del político cuando se cierra el telón y vuelve a ser un ciudadano más sin las cámaras cerca.

En los primeros episodios parece que Juan Carrasco está bien definido: es un político mediocre que aprovecha las circunstancias para subir como un globo lleno solo de aire…

Pero es un personaje que se puede ir hacia casi cualquier lado. Es mediocre, pero también es brillante. La cuestión es en qué se convierte a lo largo de la serie. ¿Se radicaliza? ¿Se hace populista? ¿Lucha de verdad por los derechos sociales? En esta primera temporada Juan es un misterio. Descubriremos muchas cosas de él progresivamente, porque ya estamos pensando en los siguientes capítulos.

Pocas cadenas mejor para una serie así que una que se llama TNT. Pura dinamita…

Absolutamente. Me encanta que detrás de Vota Juan ponga TNT, porque está claro que todo va a explotar.

¿Qué tiene Javier Cámara de ministro de Agricultura?

Soy hijo de agricultor, es mi única conexión, y tengo una cierta mano para las plantas. Desde pequeño fui al campo muchas veces, y por eso lo detesté hasta descubrir que ese enorme esfuerzo que está detrás del mundo agrario no era mi estilo de vida. Respeto muchísimo a los agricultores, lógicamente, porque viven de una profesión dura, pero que tiene algo vital y filosófico detrás. Son personas que están conectadas a la tierra de una manera especial. Siempre se volverá a la tierra. Acabaremos cultivando nuestras propias comidas, porque no nos gustará lo que nos ofrecen los mercados.

¿Y qué tiene de posible presidente del Gobierno?

¡Nada! Nunca me ha gustado estar bajo el foco, como en esta campaña de promoción de Vota Juan. Me cuesta mucho dar la cara por todo el equipo, que es muy valioso y muy completo. Soy cabeza de cartel de esta serie y me corresponde ese papel, pero me da mucho pudor. Asumo las responsabilidades, pero no me siento cómodo defendiendo yo solo el trabajo de tanta gente. Sumar a la responsabilidad de hacer bien mi papel de actor la de vender la serie no es fácil, y hay gente muy brillante haciendo eso, como Santiago Segura o Pedro Almodóvar. Esta parte del trabajo consigue que llegue a casa con el estómago encogido, pero no hay más remedio que intentar hacerlo lo mejor posible y tomármelo muy en serio.

Con la campaña de publicidad que empapela el Metro de Madrid han empezado muy en serio…

Acabo de llegar a España después de rodar con Sorrentino y estoy viendo que los de TNT se lo han currado mucho, por eso me asusta más… Ahora me toca a mí dar un mensaje coherente previo a la emisión de la serie.

Desde hace días mucha gente se pregunta por la calle quién es este Juan Carrasco que pone a parir a los políticos y nos pide su voto.

Lo interesante de Juan Carrasco es que no hace ninguna referencia a ningún político concreto, porque esto cambia a tanta velocidad que corríamos el peligro de quedarnos desfasados entre el rodaje y el estreno.

¿Qué tiene Cámara de Esty Quesada (Soy una pringada), que le acompaña en el reparto?

Me gustaría tener muchas cosas de Esty Quesada. Es una chica de una generación a la que no pertenezco y me da mucha envidia, porque es una generación muy libre. Yo soy hijo de una generación de padres donde el mea culpa era muy importante, entre otras cosas. Los jóvenes de hoy están muy liberados y todo eso les importa un rábano. Son inmanejables para muchos políticos. Esty es muy profesional y estamos todos enamorados de ella. Queremos que sea más protagonista en la segunda temporada. Me interesan su manera de ver el mundo, sus reflexiones, su actitud siempre divertida y muy sincera.

¿Tan sincera que a veces puede parecer cruel?

No, a mí me fascina esa capacidad de decir lo que se piensa. Nosotros hemos pasado tanto tiempo midiendo nuestras palabras, que ahora estoy sorprendido con este cambio generacional, indudablemente, a mejor.

Javier Cámara. Foto: Álvaro García Fuentes (@alvarogafu)

¿Ella representa lo políticamente incorrecto dentro de una serie que refleja un mundo políticamente correcto, aunque a veces sea patético?

Etsy es una mujer muy sensible. Su apariencia es absolutamente rompedora. A ella le gustaría que la sociedad fuera diferente, como a muchos, pero expone sus argumentos de manera atractiva y contundente. En Vota Juan interpreta el papel de la hija del protagonista. Ella es su contrapunto y Juan no quiere que nadie conozca su parentesco, porque se avergüenza de ella, lo cual genera situaciones cómicas y situaciones patéticas.

¿Cuál es el punto medio que debe tener de comedia la vida política?

La política es muy divertida, si no fuera porque debería ser muy seria.

¿Los políticos van de serios pero la sociedad los interpreta en clave de broma?

Los políticos hablan mucho y ese nivel de exposición lo sufren más. Al final, tampoco tienen mucho que decir y las alcachofas de los periodistas les persiguen por todas partes.  Como hablan en nombre de un partido o de una institución, no son libres del todo en sus discursos y deben consultar con sus asesores las palabras que tienen que decir. De eso habla Vota Juan: de lo ridículo que es ir en contra de algunas ideas, aunque sean las tuyas, solo por estirar el chicle del discurso político permanentemente abierto. La comedia de la política se genera sola con sus propias contradicciones. Vota Juan no es una comedia de situación con aplausos detrás y sonrisas enlatadas. La comedia en esta serie surge cuando alguien se queda sin palabras, cuando un gesto lo dice todo, cuando la vergüenza ajena es tan real que provoca carcajadas de rubor.

¿Qué le da a usted vergüenza ajena de la política nacional?

Últimamente empatizo mucho con lo que muestra Juan Carrasco, porque él es el zumo que resulta después de exprimir varias naranjas de diferentes partidos. He aprendido a ver las costuras a los políticos hasta descubrir que están más perdidos de lo que parece. El político de raza está en peligro de extinción. Ni siquiera en estas nuevas generaciones de políticos se atisba mucha autenticidad. Veo que a las personas que se dedican a los partidos les falta calle y les sobran despachos. Nuestros políticos son gente de universidad y de másteres que se olvidan de la España real, hasta que llegan las campañas electorales.

Durante el pasado Congreso Extraordinario del Partido Popular en el que Pablo Casado y  Soraya Sáez de Santamaría se disputaban la presidencia del partido, vimos muchos vídeos de promoción para diferenciarse de quienes nunca se habían diferenciado. Aquellos vídeos que intentaban vender que los candidatos eran personas normales fueron tremendos. Juan Carrasco es igual de tremendo. Después de hacer la serie he empatizado mucho con los frutos de tanta sobreexposición: una mediocridad en la que se descubre fácilmente quién eres tú y qué te han obligado a hacer tus asesores. La serie busca ver qué hay en el backstage y a qué se ve abocado un político que se adentra en una carrera electoral.

¿Detrás del telón ve usted personas inseguras que tienen que venderse a casi cualquier precio?

Y a eso se suma la ambición… Juan Carrasco es un político cariñoso, que se siente más cómodo conversando con los ciudadanos en la calle y no sabría defenderse en un terreno más político. Él es más populista. Su vida está llena de chascarrillos y cuando piensa algo maquiavélico le sale torpe, pero con su vitalidad va superando esa carrera de obstáculos reales. Todo eso le va radicalizando. Su vida privada y su vida pública se distancian de tal forma que él no sabe ya quién es. El público va a conectar mucho con esta serie, y también los políticos que la sigan. Me interesa mucho conocer la opinión de los políticos que la vean.

Han pasado 18 años desde la última comedia política en España: Moncloa, Dígame. ¿La sociedad ha madurado en estos 18 años y está ahora más concienciada con su implicación en la política, aunque sea solo opinando?

El sexo y la televisión son dos temas importantes que nunca han interesado en la televisión. Eran dos tabúes terroríficos. Por eso era tan importante que el guion de una serie así estuviera bien escrito, como han conseguido el equipo de Diego San José y Juan Cavestany.

¿Juan estuvo en el 15-M?

En ese momento estaba de diputado en La Rioja.

¿El 15-M nos hace ver esta serie de otra manera?

Bueno, es que el 15-M ya no es el 15-M. Aquel movimiento ha evolucionado hacia otros escenarios. Por cierto, que me encantaría ver una buena película sobre el 15-M, y otra sobre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. Me intriga mucho saber qué hay detrás de esa escena política. Bulle un caldo de cultivo muy interesante más allá de B, de Bárcenas.

O El reino

El reino me parece una gran película que, además, creo que va a ganar muchos de los Premios Goya importantes de este año, porque es enorme. Respira de maravilla, tiene unos actores increíbles y un director fantástico. Pero más allá de esta película, que es un drama, podemos avanzar haciendo humor sobre la política. Es el momento, también, porque nos lo están poniendo muy fácil. Cada día surgen nuevos bocachanclas. La realidad, en este caso, supera sobradamente la ficción.

¿TNT es la vía libre a lo que los intereses de las grandes cadenas de televisión del país pondrían mil pegas?

En una cadena privada u otras plataformas digitales esto habría sido mucho más difícil, sin duda. TNT nos ha dado toda la libertad del mundo, y es la primera vez en mi vida que veo cómo situaciones y comentarios fuertes han entrado en los guiones con mucha naturalidad.

Igual Arde Madrid ya ha hecho saltar por los aires cualquier línea roja…

Arde Madrid es una propuesta muy inteligente de Movistar, que está apostando por grandes proyectos y que ha contado con Paco León en un gran momento profesional. Ha hecho una serie que invita a asumir los riesgos. Las grandes plataformas, que acapararán el poder audiovisual mundial, han abierto la veda para que se presenten producciones arriesgadas. TNT ha puesto toda su carne en el asador entrando a un tema tabú como es la política sin telón y se lo ha ofrecido a los mejores guionistas posibles. Una de las señas de identidad de Vota Juan ha sido eliminar chistes, porque se entiende que el chiste está en la cara del que escucha, en la vergüenza que experimentas… La carcajada después de un chiste fácil ya no es obligatoria en las series del presente y del futuro. Big Bang Theory es la última, y porque es brillantísima.

Javier Cámara. Foto: Álvaro García Fuentes (@alvarogafu)

Después de meterse en la piel de un candidato, ¿entiende mejor la erótica del poder?

El poder atrae, lo veo, pero los políticos están perdiendo un elemento interesante: el misterio. Han confundido estar a pie de calle con exponer su vida privada de modo chapucero. Me resultan más interesantes lo que saben acercarse a la calle, pero saben guardar las llaves de su intimidad. Los que intentan ser populares haciendo una tortilla de patatas delante de las cámaras dan vergüenza, porque no son así. Hemos visto a presidentes del Gobierno en programas de cotilleos, que creen que eso es una alternativa a ganarse la confianza de la gente con cercanía de verdad. Los asesores de imagen y los responsables de prensa tienen mucho que ver con ese enfoque más bien falso.

¿Vota Juan tendrá peso en las próximas elecciones?

(Carcajada) ¡Espero que sí! ¡Me encantaría! Lo que me gustaría es que se convierta en una serie de éxito, que grabemos más temporadas y que podamos invitar a políticos de verdad, porque puede haber cameos muy mágicos.

¿Qué le tira a usted de la política? ¿Cree en ella?

Creo en la política y creo que hay gente que está haciendo cosas buenas, aunque no sabemos quiénes son… Y también creo en el mundo de la cultura con todas mis fuerzas, aunque seamos vilipendiados con frecuencia. La cultura es un sector que genera recursos, que nos muestra que contamos con actores muy bien valorados en muchas partes del mundo, y técnica artística, y equipos… Las leyendas negras sobre ciertos sectores nos las liquidamos por la vía de los hechos reales. Con Juan Carrasco hemos venido a demonizar, más aún, el mundo de la política desde la comedia, pero como ciudadano veo que muchas personas que se dedican a la política están haciéndolo bien, aunque se venden muy mal. Yo sería incapaz de meterme en ese mundo. Hace falta una pasta especial, porque la pelea política es muy cruel.

¿Algún líder político le ha conquistado alguna vez?

No.

En la serie usted viene de Logroño. En la realidad proviene de Albelda de Iregua. Señor de La Rioja, ¿Cámara mejora con el tiempo, como el buen vino?

Sí. Me siento más seguro, sobre todo en mi profesión.

Fue acomodador de teatro en el primer peldaño de su carrera. ¿La vida del cine es tan montaña rusa como parece? ¿Es difícil ser una persona estable en ese mundo?

Fui acomodador en el Teatro Fígaro y camarero de la filmoteca española. Toda esa experiencia, mientras estudiaba Arte Dramático, me ha servido mucho. Allí vi lo que cuesta llenar un teatro cada día, la realidad del éxito, la facilidad de un fracaso… Aquello me ha ayudado a moverme con realismo. Esta profesión es una montaña rusa. Aquí puedes tener un contrato de tres días, o de seis meses, con mucha suerte. Puedes pensar que vas a rodar cinco temporadas de una serie, y al final te quedas en los dos primeros capítulos, porque no les ha gustado a la cadena que la emite. Esta profesión es una montaña rusa en la que yo he ido en un vagón de preferencia, porque me ha ido bien, pero hay mucha gente que lo está pasando mal. Es una profesión difícil. Emocionalmente eso afecta, y hay ocasiones en las que eres más frágil.

¿Qué ha aprendido usted de directores como Pedro Almodóvar?

Muchísimas cosas, empezando por hacer las cosas desde el corazón y dejarse el alma cada día en el trabajo. En realidad eso lo he aprendido de muchos directores, pero Pedro es la punta de una pirámide del talento que tenemos en este país. Con Pedro he trabajado tres veces. Afectivamente le considero una persona muy cercana y un hombre muy importante en mi vida. Me dio la gran oportunidad de que me conocieran fuera… Con Hable con ella yo no sabía lo que estaba haciendo, pero él lo tenía clarísimo. Me siguen reconociendo y agradeciendo esa película, como si la hubiera hecho yo… Ojalá me siga llamando. Con él siempre estoy abierto en canal. Es un hombre que te exige lo mismo que se exige él, y hay que estar preparado para subir una montaña muy alta sin oxígeno. Cuando bajas no sabes si se te han congelado los dedos, hasta que caes en la cuenta de que has podido hacer algo que no te creías ni tú.

¿Y con Isabel Coixet?

Isabel es una mujer hecha a sí misma de manera brillante y muy práctica. Lucha mucho por sus guiones y sus historias. Es cierto que las mujeres lo tienen mucho más difícil, pero ella ha superado las barreras con su tenacidad y su talento. He aprendido de ella lo fascinante que es compartir todas las cosas buenas de la vida. Ricardo Darín es así también. Y yo. Isabel hace películas muy personales porque le salen del alma, aunque las haga sin dinero. Siempre que me llame, estaré ahí, y no solo para hacer películas. Para lo que sea.

Dos Goya. Uno de mejor actor. Otro de mejor actor de reparto. A dos semanas de las Goya: ¿Antonio De la Torre es indiscutible?

Este año, sí. Está inconmensurable. De El reino también están nominados Ana Wagener y Luis Zahera en las categorías de reparto. Ambos están brillantísimos. En esta película hay un nivel de interpretación fantástico, pero Antonio está en un momentazo. No he visto Tu hijo, de José Coronado. La tengo que ver, porque todo el mundo me ha dicho que está estupendo, e igual tendría que meter a Coronado en la pugna por ese Goya ahora que somos amigos…

Ha entrado usted en el mundo HBO y Netflix. ¿Las series son el paraíso de la continuidad para un actor?

Las plataformas digitales no han venido solo a copar una parte importante del mercado audiovisual, sino también a abrirnos los ojos. Hasta ahora estábamos haciendo cine o televisión pensando solo en los cuarenta o cincuenta millones de españoles, aunque a veces se recaudaba más fuera. Esta gente ha comprado un paquete de series, las han colocado en todo el mundo y nos hemos dado cuenta de que cosas que no funcionaban aquí, triunfan en muchos países y urgen, incluso, más temporadas. Hemos visto que series que aquí veían un millón de personas, la ven hasta 35 millones en el resto del mundo.

Las plataformas digitales nos han abierto los ojos sobre el tremendo potencial que hay en este país, donde hacemos series con presupuestos cinco veces menores y con mucha calidad ante el asombro de los americanos. Son grandes plataformas que nos manejan y debemos aprender a lidiar con ellas para conseguir más presupuesto. Han venido a agitar un mercado muy parado y las televisiones públicas y privadas se están poniendo las pilas sacando proyectos que habían enterrado en sus cajones a toda velocidad.

En septiembre llega la segunda temporada de The Young Pope, donde se mete usted en la piel del Cardenal Gutiérrez. Una sotana más en su currículo.

Igual es la última… Bueno, no creo…

¿Su paso por el seminario menor en Logroño le ha dejado huella?

En aquellos años conocí una realidad y sé lo que estoy interpretando cuando me pongo una sotana. Estuve allí estudiando tres años, como si fuera una especie de colegio privado donde había muchos campos de fútbol y donde tenías que ir a misa. Tenía 13 años. Después no he vuelto a ir a misa... De todas formas, había mucha libertad. Nunca noté la presión de que tenías que acabar siendo cura, aunque igual aprobabas antes algunas asignaturas si decías que te gustaba la religión… De los 42 alumnos que estábamos en clase creo que se quedó uno. Ahora, cuando estamos grabando en el Vaticano entre sotanas, sé quiénes son. Les conozco de primera mano.

Parece que su experiencia personal le hace tener una una visión más positiva de la Iglesia de lo que se escucha a otras personas de su ámbito profesional…

¿El mundo cultural detesta a la Iglesia?

Muchos de sus protagonistas suelen criticarla…

En el mundo del cine hay de todo, también actores religiosos que van a misa. Mi experiencia personal de esa etapa educativa es que no tuve ningún trauma. Allí había pianos, se hacía teatro, se veía cine y jugábamos al fútbol. Y, sí, podía haber una mano más larga que otra, pero también las había en los demás colegios. Me dieron con la vara en los nudillos, pero también me dieron en el colegio público.

¿Su mundo teatro-cine empezó allí?

Mi padre era músico, mi madre cantaba en el coro, y había un grupo de teatro en el pueblo. No sé muy bien cuál fue el verdadero detonante. Mi primer recuerdo importante sobre este mundo es que un grupo de teatro llegó al pueblo y yo sentí la necesidad de ver lo que había detrás del telón antes de que empezara la función.

¿Compartir historia con Jude Law interpretando a Pío XIII ha sido una especie de cielo?

He tenido muchos compañeros maravillosos. Antes había estado con Ricardo Darín, y muchos otros, y muchas otras. Lo interesante de salir fuera es ver cómo trabajan los demás. Pero, sí, me ha edificado mucho su profesionalidad.

Estar en el Vaticano - The Young Pope- y a la vez en el Cartel de Cali –Narcos 3- solo puede hacerlo un actor muy versátil…

O muy suertudo… Estoy en un momento estupendo, la verdad. Silvio Orlando, que hace del Cardenal Voiello en The Young Pope, ha visto algún tráiler de Vota Juan y dice que soy un actor cómico, y que Almodóvar destrozó mi carrera, porque en realidad soy un payaso…  A lo largo de mi trayectoria he tenido muchos momentos bonitos, mi trabajo y mi esfuerzo me han costado, pero entre trabajar con Sorrentino, en Narcos o en Vota Juan la única diferencia es el presupuesto. Mi energía está al cien por cien.

Político, cardenal, narcotraficante y etarra. Así, en corto:

 ¿Cuál es su lema electoral vital?

No tengo. Diga lo que diga, cambiaré de idea en dos minutos.

Entonces tampoco tendrá ningún dogma.

Ninguno. No vivo de frases hechas. Todas las que oigo me suenan a Paulo Coelho…

¿En qué negocio le gustaría invertir su vida?

En algo que se haga con las manos: pan, cerámica, madera. Volver a lo artesanal. Antes de fallecer, mi padre nos pidió que no se nos ocurriera vender ese trozo de tierra, porque tendríamos que volver. La filosofía del hombre de campo siempre tiene la razón. Yo no volveré a la tierra, pero la sociedad sí.

¿Por qué mata Cámara?

Yo no mato por nada… En esta época en la que se mata tan fácilmente yo no quiero matar a nadie. Yo solo mato por un plato de comida. Ahora mismo, por una buena pizza napolitana.

Juan, conectamos de nuevo. Usted no se desnuda para ganar votos, ni tiene un máster regalado, ni va de proletario y se compra un chalet, ni coge el Falcon para ir a festivales… ¿Al final se entiende que surjan partidos como Vox?

Ni siquiera en este marasmo de abusos entiendo a partidos como Vox. Me decepcionan terriblemente estas manifestaciones de la época que vivimos, aunque no es un caso único, como vemos en el resto del mundo. Es el signo de los tiempos. No me asustan, porque si no ganan, pero me asquean.

Si sale usted elegido presidente del Gobierno en esta serie, ¿está listo para que le imite José Mota?

Por supuesto. Invitaré a Mota a la Moncloa. Será uno de mis asesores.

¿Elegirá a Pedro Almodóvar como ministro de Cultura?

No. En el gobierno de Juan no puede haber nadie más famoso que él.

¿Le dará miedo ir a la gala de los Premios Goya como líder del Ejecutivo?

En absoluto. Seré el primer presidente del Gobierno en ir a una gala de los Goya, porque Juan apoyará mucho todo el mundo de la Cultura.

Señor Cámara: ¿Las urnas de las audiencias le quitan el sueño?

¡Me quitan el sueño todo el día!

Pues suerte, y que las papeletas de los audímetros le sean favorables.

REBOBINANDO

El cine español –actores, actrices, directores, guiones, técnicos, productoras, descalzadoras y toda clase de intérpretes en buen estado- ha dado un vuelco. Las plataformas digitales (Netflix, HBO, Sky, Amazon…) han abierto una brecha que ha servido para colocar el talento español más allá de nuestras fronteras, trascendiendo la lógica conexión con Latinoamérica. Y el resultado está siendo positivo. Ahí están los pluses internacionales de audiencia de La casa de papel, Apaches, El Ministerio del Tiempo, El secreto de Puente Viejo, Pulseras rojas, Vis a vis

La tecnología ha sido un cauce importante para que el caudal nacional inunde más pantanos. Se amplían las posibilidades, se arriesga más con los guiones, se cuenta con más actores, y el virus de las series de calidad y las películas españolas que superen el tópico Martínez Soria contagia el ambiente.

Ante un panorama más esperanzador, se añade que los hombres y las mujeres del cine siguen siendo libres, pero se alejan de la politización, porque han aprendido que las cejas no cautivan al público general y desprestigian el trabajo, en algunos casos. Los hombres y las mujeres que ponen cara a la cultura española siempre serán –o deberían ser- agentes sociales comprometidos, pero ya no hace falta que se sumen a los mítines, también porque entre una izquierda descafeinada y otra izquierda radical han dejado huérfanos a muchos artistas de izquierda centro.

Al terminar esta entrevista, Javier Cámara me dice que le da un poco de vértigo que una serie, en este caso, pueda fracasar solo por lo que él diga en sus entrevistas. Como si los titulares los emplean las audiencias como pedestal o como puñal. Como si los televidentes no supiéramos todavía diferenciar entre la persona y el personaje. Como si fuéramos capaces, con superficialidad, de desprestigiar un trabajo en equipo cuidado durante meses por unas palabras más o menos desafortunadas.

Empatizo con esa idea, porque aunque es difícil de verificar en frío, las redes atestadas de bocas calientes en este clima social de hipersensibilidad y de ofensa global lo trastocan casi todo. Este tsunami de emotividad descontrolada es lo que tiene.

El cine español ya ha demostrado estar por encima. Como relata la historia de Cámara, la madurez está cuajando. Ahora le toca a las generaciones con anteojeras superar, cuanto antes, la pubertad que siembra cruces donde solo había puentes.

Exterior. Cámara ascendente. Plano cenital. Fin.

Javier Cámara. Foto: Álvaro García Fuentes (@alvarogafu)

Javier Cámara

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