Policías y escritores: cinco agentes autores de libros

Son policías y también patrullan las calles de la literatura. Placa y pluma. Su trabajo es una mina de ficción con sustento. Rubén, Esteban, Pere, Luis y Sebastián son cinco agentes con libros que se quitan el uniforme y nos cuentan la historia de sus historias en negro sobre blanco

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Libros publicados por policías en los últimos años. La mayoría son novela negra

Durante su jornada laboral son policías con méritos. Velan por nuestra seguridad, persiguen el delito y nos hacen la vida más fácil. Cuando vuelven a casa, dan rienda suelta a su pasión por la escritura. Y muchas veces lo que les sale son novelas negras donde lo mejor y lo peor de los seres humanos aflora sobre blanco con más conocimiento de causa del que imagina la ficción.

Aparcan la placa y el arma, y enarbolan la pluma creativa, aunque sean policías las 24 horas del día durante los 365 soles del año. Y se nota en sus libros. La fidelidad a los hechos, la experiencia en la redacción de atestados, el acceso a relatos ordinarios que suceden cada día mientras usted vive o duerme, unas historias bien estructuradas… Todo ello, compatible con la lealtad al Cuerpo y la óptima prudencia para separar jornada laboral de jornada literaria. Un equilibro discretamente elocuente.

No hacen falta puñaladas con nombres y apellidos reales, establecimientos-tapadera con dirección exacta, crímenes que ya cuenta la prensa, identidades de agentes discretos, o medallas para los ángeles de la guarda urbana o rural con mención de honor a la gloria de uno de nuestro barrio. No hace falta desvelar secretos de sumario. Novelas ejemplares escritas por servidores públicos ejemplares.

Rubén Sánchez, Pere Cervantes, Luis J. Esteban, Sebastián Roa y Esteban Navarro son cinco policías españoles, cinco contadores de historias, y cinco historias en carne y hueso. Igual usted les conoce de vista de verles patrullar una calle. Pues bien, los cinco tienen una vida paralela que no es hipócrita, sino todo lo contrario. Cuando salen de la comisaría, o de sus puestos de trabajo, se convierten en vecinos que escriben sin utilizar la placa como pedestal. Es más, para hablar con ellos hemos tenido que delimitar muy bien la delgada línea azul que separa su carnet de policía de su DNI.

Víctor del Árbol ganó el Premio Nadal en 2016 con Por encima de la lluvia. Fue mosso d'escuadra y ahora es un escritor consagrado, dentro de todo lo consagrado que puede estar un escritor contemporáneo donde cada libro es un tourmalet. Según él, “la novela negra responde a situaciones de crisis”.  De la mano de estos policías en activo que me hablan solo como escritores, en este contexto social que la policía se conoce de primera mano, nos adentramos en el alma de sus libros.

Conectamos directamente con el Renacimiento. Esa época en la que la espada y las letras fueron de la mano con Miguel de Cervantes, Garcilaso de la Vega, Góngora, Lope de Vega o Calderón de la Barca. La tradición sigue viva.

Desde 2009, se organiza un concurso de escritura destinado a fomentar la cultura y la literatura entre los miembros del Cuerpo. Para borrar y desmitificar la imagen a veces estereotipada de profesionales iletrados. ¿Iletrados? ¡Lean!

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Rubén Sánchez- vocación policial y “pulsión” literaria

Rubén Sánchez Fernández tiene 40 años. Es el jefe de la unidad adscrita a juzgados y tribunales de la Brigada de Policía Judicial de Valencia. Policía desde 2002 con parada en las Unidades de Intervención Policial. Un antidisturbios con la pluma clara. Acabamos de vernos en Madrid en la Escuela de Guerra del Ejército, porque el Grupo Especial de Escoltas, Emergencias y Seguridad le acaba de colocar la medalla Mérito y el Sacrificio por su talento como escritor.

 

De momento ha sacado a la luz Hadas con tacones afilados: una novela negra que mezcla en su trama un programa televisivo de videntes, una llamada anónima de un asesino en serie, el trabajo del inspector Silvio Tanco-caído en desgracia dentro la Policía-, ciencia, pseudociencias, religión, misterio, violencia, pasión y deslealtades. Una radiografía a pie de campo del trabajo policial que invita a reflexionar sobre el papel de la televisión en estos mundos de posverdades, salsa rosa, y sufrimiento ajeno instalado gratuitamente en sus pantallas.

Sánchez Fernández, diplomado en Magisterio y en Ciencias Policiales, pilota una web en la que hace pedagogía sobre la novela negra y la novela policial, incluyendo novedades sobre literatura y actualidad. El periodista Manuel Marlasca destaca de él que “conoce a la perfección los dos oficios: el de policía y el de escritor”.

Mientras prepara la publicación de La melodía de las balas -protagonizada por un exterrorista de ETA reconvertido en sicario en plenas Fallas- conocemos su pentagrama literario con referencias múltiples tanto en lengua española (Cela, Delibes, Vargas Llosa, Ana María Matute…), como de más allá de nuestras fronteras (Alejandro Dumas y Virginia Woolf).

Para él, “escribir es regurgitar parte de lo que has vivido, en lo personal y en lo profesional. De manera que lo personal siempre está ahí y lo profesional depende del oficio que hayas escogido, o del que te haya escogido a ti. Escribir es una doble pulsión: explicas a los demás tu perspectiva de la vida para, a su vez, tratar de explicártela a ti mismo”.  

De su profesión disfruta, aprende y la vive “porque es absolutamente vocacional. Desde niño quise ser policía, puse todo mi empeño, y lo conseguí. Y lo mejor de todo es que, al haberlo logrado, he podido confirmar lo que ya sospechaba: que este es el mejor oficio del mundo”.

En su escritura se funden experiencia laboral, imaginación y documentación “en porcentajes variables, a lo que hay que sumar la experiencia vital: el pasado, el presente, los viajes, las personas que he conocido… Al escribir acaricio una idea, le doy forma, la estiro, la corto y la vuelvo a amasar. Ahí trabaja la imaginación. Pero el andamiaje de la historia consiste en una previa y ardua labor de documentación. Creo que una de las mayores muestras de respeto al lector es ser fiel, dentro de la ficción, a la verdad que anida en cada detalle”.

De su profesión bebe información, porque “este bendito oficio te coloca en una constante encrucijada en la que tienes la oportunidad de asistir a los actos más excelsos y más bajos de la condición humana”.

“Este bendito oficio te coloca en una constante encrucijada en la que tienes la oportunidad de asistir a los actos más excelsos y más bajos de la condición humana”

La literatura no es un arma de desfogue para Rubén Sánchez, sino “una pulsión, una idea primigenia, una sensación incómoda que reclama constantemente salir en forma de palabras impresas que constituyen un lenguaje muy diferente al hablado”. A ella dedica toda la conciliación que le permite su vocación profesional, ya que “mi trabajo es sumamente importante y no puedo ni debo escatimarle un solo segundo. Dicho esto, una vez terminada mi jornada laboral, no me hace falta conciliar la literatura con la vida personal, simplemente porque aquella es, en sí, un estilo vital. Lejos de restármela, la literatura complementa mi vida”.

De los textos de Sánchez Fernández emerge la figura del policía como “un ser humano con sus virtudes, defectos y errores. Pero en mis novelas no habita un solo policía: los hay vocacionales, rendidos, honrados y malvados. Como la vida misma”. En su trabajo en la Policía Judicial destacan también algunas características del escritor que late dentro de su uniforme: la observación, la capacidad de análisis y la constancia.

Ávido lector de novela negra que navega por diversos estilos, “unos más profundos, otros más desenfadados. Al fin y al cabo, la literatura también es un estado de ánimo y hay un momento para cada género o estilo”. Pero la novela negra no es su llegada, su salida y su exclusivo terreno de juego: “Jamás he cedido a la tentación de limitarme, sobre todo porque desconozco qué historias pueden surgir en el futuro. Como reza el proverbio: Si quieres hacer reír a Dios, muéstrale tus planes”.

Aprovechando que Hadas con tacones afilados mete el dedo en la llaga de los medios de comunicación, disparo:

-¿La Policía está bien tratada en novelas, medios y opinión pública?

-Me plantea tres elementos tan distintos como complejos, pero estoy convencido de que, en general, la Policía está bien tratada. Más allá de tópicos, estereotipos e, incluso, prejuicios, cuanto más se conoce a la institución policial, más se la estima. Por algo será.

-¿Los medios de comunicación son leales al servicio de la Policía?

-Los medios de comunicación procuran hacer su labor, que es informar, y la Policía la suya, que es servir a la sociedad cumpliendo la legislación vigente. La libertad informativa, por un lado, y el absoluto respeto al secreto profesional, por otro, constituyen garantías plenas en la existencia de los medios de comunicación y de la Policía, respectivamente. Y, entre dichas garantías, siempre hay espacios comunes. Es una simple cuestión de respeto y confianza mutuos.

-La Policía, como institución, ¿reconoce el servicio de sus hombres y mujeres que escriben?

-Mi experiencia personal así me lo ha demostrado: me siento reconocido, apoyado y estimado. La creatividad y la cultura están muy bien vistas en esta institución.

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Pere Cervantes- Libros negros escritos con bisturí

Pere Cervantes. Bensicásim. 47 años. Comisaría Provincial de Castellón. Pere es policía desde 1991. Su itinerario en el Cuerpo lo define como “una intensa road movie repleta de puntos de giro”, donde destacan sus tres años en los Balcanes con Naciones Unidas.

Ha publicado La soledad de las ballenas, Rompeolas, No nos dejan ser niños, La mirada de Chapman, Tres minutos de color. En 2018 sacó Golpes, Premio Letras del Mediterráneo, basada en unos hechos reales que arrancan con “Alfa, un policía bajo sospecha que recupera su libertad provisional tras dormir 444 noches en una prisión catalana”. Se trata de “una historia de hipocresía social: un combate existencial en el que todos nos podemos ver reflejados. De mi vida policial de mis tiempos en las trincheras hay mucho en la novela”.

Tiene un manuscrito en el horno y principalmente escribe novela negra con dos referentes literarios sobre todos: Francisco González Ledesma y Juan Marsé.

Su inquietud por la literatura amanece en 1989, “pero por entonces no había carrera, excepto Filología, que se dedicara a ello y tuve que posponer en los años el llevar a cabo mi vocación”. Para él, escribir es “indagar, abrir con el bisturí, ahondar, y eso siempre se traduce en descubrir y tener una visión todavía más detallada de las cosas” en el escenario de la mejor novela negra: la calle, donde “conviven lo mejor y lo peor de la vida”.

Escribir es “indagar, abrir con el bisturí, ahondar, y eso siempre se traduce en descubrir y tener una visión todavía más detallada de las cosas

Su experiencia profesional en Kosovo y Bosnia le enseñó que la hostilidad, al margen de etnias y religiones, suele atemperarse con la lectura, porque allí vio “que las banderas son asesinas y que el ser humano se empeña en querer ser diferente a los demás, cuando no lo somos”.

Para Cervantes, “la novela negra puede servir para tomar conciencia de aquello sobre lo que pasamos muy por encima”, también de las cuestiones que están muy ocultas, como el Dark Net de internet, que aflora en algunos de sus escritos y “donde escasea la luz y abundan las malas ideas”.

Los temas que incendian su pluma son “las injusticias, la hipocresía y el poder como bandera”. Las historias reales que vive avalan, de largo, que la realidad supera la ficción están todas ahí, en la punta de sus teclas, sin explotar del todo, porque “el respeto por las víctimas hace que mantenga mis labios sellados. Es algo que queda dentro de mí”.

Aprovechando que estamos ante un policía escritor con reconocimientos literarios, pregunto:

-¿Cuál es el mejor premio para un policía?

-El apoyo incondicional de los suyos, algo complicado de obtener.

-¿El Cuerpo de Policía aplaude el talento de su gente, en este caso, el literario?

-Paso palabra.

Luis

Luis J. Esteban- de tripas, escritor

Luis J. Esteban. Edad: 46 años. Puesto de trabajo: Comisario Provincial de la Policía Nacional en Salamanca.

24 primaveras en el Cuerpo. Hasta llegar a Salamanca ha sido casi de todo: inspector investigador en la Unidad de Drogas y Crimen Organizado y jefe de grupo en la Unidad de Prevención y Reacción, en Barcelona; jefe del Grupo Operativo Especial de Seguridad de la Jefatura Superior de Policía de Cataluña, jefe de la Comisaría de Manacor, jefe Provincial de Operaciones en Huelva y jefe de la Comisaría de Algeciras.

Ha publicado tres novelas (El inspector que ordeñaba vacas, La vida contra las cuerdas, y El rio guardó silencio). Y tiene a punto de caramelo Moroloco, una historia que “describe de manera realista la corrupción y el narcotráfico tal como se dan en Campo de Gibraltar. Los hechos narrados son ficticios, pero el contexto es un trasunto fiel del día a día en esa comarca”.

Luis J. Esteban escribe “como me sale de las tripas”. Tiende a la ironía siempre “con un lenguaje claro, nunca he soportado a los escritores crípticos, creo que bajo su halo de misterio e ininteligibilidad se esconde, generalmente, una absoluta falta de mensaje”. Entre sus referencias literarias, ningún nombre concreto: “Supongo que todo lo leído y vivido cala en el subconsciente literario e influyen en lo que uno escribe, pero no sabría decir qué autor ha marcado más mi forma de escribir”.

Apuesta por una novela negra realista, sin adjetivos: “Cuando escribo novela policiaca intento acercar el mundo policial al lector, despojándolo de tópicos y de clichés, y presentándolo tal cual es en la realidad. Me conformo con entretener y suscitar alguna reflexión. Yo tengo la fortuna y el honor de poder servir a mi país en mi trabajo cotidiano, seguramente en mis novelas se adivina ese sentimiento”.

Por eso, por contar las cosas sin maquillaje, prefiere la realidad a la ficción, que “suele estar aderezada con algún tipo de glamour del que la realidad casi siempre carece. El mal, en la vida real, puede ser más imaginativo y cruel que en la ficción, pero es, sobre todo, más banal, más prosaico. El asesino múltiple no suele ser un individuo hercúleo, de metro noventa y mirada peligrosa. Tampoco tiene un cociente intelectual extraordinario, ni vive en una mansión lujosa. En la realidad, el psicópata es un tipo gris, del montón, un hombre al que nadie presta especial atención. En el fondo eso le hace más peligroso, porque pasa desapercibido y se camufla perfectamente entre nosotros. Es el joven campechano con el que te tomas una caña en el bar, la señora que cede el asiento a una anciana en el metro, el risueño motorista que te trae la pizza a casa.  A veces, ni él mismo sabe de qué es capaz hasta que la vida lo pone ante la coyuntura que dispara su pulsión homicida. Por eso, en las guerras los canallas florecen como las amapolas. Porque es la coyuntura propicia para la eclosión de las maldades latentes. Los policías solemos tener un amplio repertorio de vivencias truculentas del que podemos echar mano a la hora de escribir”.

El mal, en la vida real, puede ser más imaginativo y cruel que en la ficción, pero es, sobre todo, más banal, más prosaico

Por encima de su vocación literaria, Esteban coloca a su profesión “que no cambiaría por nada del mundo. Es una inmensa fortuna amar el trabajo y yo lo amo. Y es un orgullo servir a España. No hay vocación más fuerte que ésta”. 

Sobre el reconocimiento por parte del Cuerpo a sus agentes escritores, destaca que “la Policía Nacional ha de reconocer, sobre todo, los méritos profesionales de sus miembros. No obstante, también concede importancia a actividades culturales que ayuden a acercar la institución policial a los ciudadanos. Por eso, por ejemplo, promueve el Premio de Novela Policía Nacional, que este año alcanza su segunda edición y en el que pueden participar todo tipo de escritores, policías o no, siempre que escriban novela negra”.

A Luis le hubiera gustado ser el Unamuno de Paz en la guerra o el Vargas Llosa de La guerra del fin del mundo, aunque teme “que moriré sin haber escrito nada remotamente parecido”. En ese trayecto, escribir le ayuda a conocerse a sí mismo. Su sueño de escritor es “que me lea mucha gente”. Su sueño de policía: “Servir a mis compatriotas y, gracias a Dios, lo cumplo todos los días”.

Los policías solemos tener un amplio repertorio de vivencias truculentas del que podemos echar mano a la hora de escribir”

Entre sus gadgets de hombre polivalente, Esteban aparece en el mar de internet como uno de los mejores concursantes de Pasapalabra. 83 programas a pie de tele con bote. Después de muchos medios, muchas entrevistas, mira: el-de-la-tele, un poli catódico… él prefiere sortear ese capítulo, un capítulo solo apto para los que han leído tanto y tienen tanta vida, que se llevan los roscos como picos. Cuando se escribe con background -y con tripas- no se pasa palabra, porque no se puede.

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Sebastián Roa, una “referencia” de la novela histórica

Sebastián Roa tiene 50 años y trabaja en Jefatura Superior de Policía de Valencia. Policía Judicial. Forma parte del Cuerpo desde 1989, “pero tuve el honor de vestir de verde como guardia civil auxiliar, así que sumemos año y medio más”. Su trayectoria profesional ha ido “desde recibir denuncias como policía, a ser jefe de un grupo de lucha contra bandas, pasando por patrullar en el zeta, formar parte de una unidad de intervención o investigar robos con violencia. He trabajado por toda España, incluidos ambos archipiélagos, y al otro lado del Estrecho”.

Lo suyo es “la novela de aventuras enmarcada en un contexto histórico. Para abreviar: novela histórica”, un ámbito en el que Santiago Posterguillo, último Premio Planeta, le ubica como “una referencia”, aunque si esos piropos auténticos tuvieran el eco debido es posible que la literatura no fuera su segunda ocupación, matiza.

Tiene publicadas siete novelas en doce años: Casus Belli, El caballero del alba, Venganza de sangre, La loba de al-Ándalus, El ejército de Dios, Las cadenas del destino y Enemigos de Esparta.

Sus referentes literarios son Blasco Ibáñez, Ramón J. Sender y Miguel Delibes.

Su primera aventura literaria arrancó “como un experimento, alargando un relato para probar. Y con un reto de mi esposa al mandar el resultado a una editorial”.

Cursó Derecho y Ciencias Políticas, y aunque “todo lo que te permita experimentar la condición humana es buena experiencia para narrarla, creo que mi profesión ha sido más útil que mis estudios”.

Todo lo que te permita experimentar la condición humana es buena experiencia para narrarla, creo que mi profesión ha sido más útil que mis estudios

Es de los pocos policías escritores que no ha tenido la tentación, de momento, de hacer novela negra, “pero no me cierro puertas. Tal vez en el futuro”. Su tiempo literario se lo roba al sueño y a la familia. Con un trabajo así, dice, su dinámica literaria “está regida por el caos. Soy irregular y tengo que aprovechar los resquicios”.

Ser policía le ha servido para conocer “a personas de gran talla humana y a auténticos monstruos. Y unos y otros, respectivamente, con sus sombras y sus luces. Material precioso para construir personajes de ficción”.

Aunque escriba novela histórica llena de épica, para él, “hay pocas cosas más épicas que patrullar por la noche en una gran ciudad y jugarte la piel por los demás, o ser un policía en una UIP y plantar tu escudo junto al de tu compañero, dispuesto a proteger el Estado de Derecho. Escribir hoy es poco arriesgado. Además, salvo excepciones, la gente que escribe no se moja: quiere quedar bien siempre, conservar a sus lectores y recibir likes en Facebook. No hay color”.

Su experiencia literaria le ayuda a “descubrir que dudo y buscar respuestas que posiblemente no hallaré jamás”. Dentro de esa dinámica-caos, la fuente de inspiración de sus historias bebe de dejarse guiar “por lo que soy y por lo que veo en los demás. Pero leyendo sobre el pasado encuentro detalles de mucha ayuda. Es lo bueno de ser lector: multiplica las vivencias”.

Hay pocas cosas más épicas que patrullar por la noche en una gran ciudad y jugarte la piel por los demás, o ser un policía en una UIP y plantar tu escudo junto al de tu compañero, dispuesto a proteger el Estado de Derecho

Como referencia en la novela histórica, una pregunta ineludible:

-Después de casi tres décadas como inspector de Policía, ¿podría ya ponerse a hacer novela histórica del Cuerpo?

-No es mala idea. Igual me lo pienso.

Esteban Navarro

Esteban Navarro y los líos internos

Esteban Navarro está a una novena de los 54. Vive en Huesca, capital. Fue policía desde 1994 en terrenos diversos: Seguridad Ciudadana (Barcelona), Información (Huesca), Escoltas (Madrid), y Judicial y Seguridad Ciudadana, de nuevo en Huesca.

Vistió el uniforme con orgullo por su parte y la del Cuerpo, hasta que en 2018 se liaron las cosas, las mezclas, los malentendidos. Lo cuenta él: “Siempre creí que mi trabajo de policía y la literatura se podían armonizar perfectamente. Fui policía, cuando estaba de policía, y escritor, cuando estaba de escritor. En ocasiones, las dos actividades se solapaban, sobre todo en los festivales de novela negra, como el de Aragón Negro, en los que no ocultaba mi condición de policía, esgrimiéndola con orgullo. Policía y escritor, siempre lo había dicho y así se hacía eco la prensa cuando me mencionaba. Figúrese si estaba orgulloso de ser un abanderado de la literatura dentro de la policía que, incluso en 2013, la Jefatura Superior de Aragón me distinguió con una placa que reza: “A Esteban Navarro Soriano, de la Jefatura Superior de Aragón, en reconocimiento al prestigio de la misma”.

            -¿Qué pasó para que esa relación se rompiera?

-Todo se truncó la mañana del 22 de mayo de 2017, cuando me llamaron del departamento de Asuntos Internos de Huesca para comunicarme que desde Madrid se me había abierto un expediente sancionador por falta grave por “incumplimiento de funciones”. El expediente consistía en 25 folios enviados desde mí comisaría, la de Huesca, firmados por el comisario provincial en calidad de denunciante y haciendo alusión a que había una preocupación de “algunos” funcionarios de la comisaría de Huesca en relación con mis actividades en las redes sociales y mi uso “partidista” de mi condición de policía para promocionarme como escritor. Lo curioso es que por aquel entonces yo ya había publicado diez novelas y nunca se objetó nada, pero hacía cinco semanas que había publicado Una historia de policías, que narra como cinco agentes de la comisaría de Huesca se corrompen y organizan una mafia, una historia de ficción. La relación es demasiado evidente…

Jamás supe quiénes eran esos policías, porque el comisario no los nombra, pero los cita, y el expediente finalmente se resolvió con un “apercibimiento”, que es algo así como un tirón de orejas. Pero estuvieron investigándome durante cinco meses y llegaron a tomar declaración a varios policías de Huesca preguntándoles si alguna vez me habían visto de uniforme en dependencias policiales hablando con la prensa de mis novelas. En el transcurso de la investigación nos llegaron a enviar a mí y a mi familia hasta un centenar de mensajes a través de Facebook y Twitter dando a entender que era mejor que no regresara a la comisaría, porque nadie de allí quería la compañía de “un payaso que se cree escritor”. Sufrimos hasta cinco actos vandálicos en la misma puerta de mi casa, con pintadas en la puerta y porquería en mi felpudo. Aquí lo explican muy bien. A raíz de este reportaje me dejaron en paz, y eso que envié dos escritos a Asuntos Internos denunciando este acoso desmedido, pero no hicieron nada. Ante esta situación, no podía regresar a trabajar a la comisaría de Huesca, por lo que me ofrecieron adelantar la segunda actividad, algo que me correspondía cuando hubiera cumplido los 55, pero me lo concedieron 18 meses antes.

-¿Cuál es su relación actual con la Policía? ¿Los titulares que hablan de "expulsión" son ciertos?

- No, en realidad estoy jubilado, porque no podía volver después del acoso y porque temía que la cosa podía ir a peor.

La historia de Esteban Navarro tiene entre bambalinas al resto de policías escritores, amando su profesión con cordura, dándole coba a la literatura, y midiendo las palabras y las fotos, vaya a ser.

Navarro tiene 16 novelas publicadas, cinco de ellas autoeditadas en Amazon, iTunes y Google-Play. Y en operación salida anda un thriller histórico que verá la luz este mes de marzo: El cónsul infiltrado, una novela ambientada en Zaragoza en torno a la vida del cónsul Roger Tur, “asesinado en el año 1972 por los miembros de La Hoz y el Martillo, un grupo de estudiantes de izquierdas que quisieron dar una lección a Francia atacando intereses en suelo español por su apoyo al régimen de Franco en su lucha contra el independentismo vasco. Esta muerte había pasado sin pena ni gloria hasta el año 2005 cuando la CIA desclasificó los archivos de la Segunda Guerra Mundial y se supo que el cónsul de Francia había sido un agente doble durante el conflicto, enviando informes a los norteamericanos sobre los nazis refugiados en Zaragoza”.

La historia de Esteban Navarro tiene entre bambalinas al resto de policías escritores, amando su profesión con cordura, dándole coba a la literatura, y midiendo las palabras y las fotos, vaya a ser.

Los espejos literarios a los que más se mira son Simenon, Ellery Queen, Saramago y Paul Auster.

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Más nombres propios en las portadas

Policías escritores hay más. Unos cuantos más.

Víctor del Árbol: 50 años, ocho novelas, entre ellas Antes de los años terribles publicada este año; nueve distinciones.

Silvia Barrera (Madrid, 1977), inspectora de Policía al servicio de los ministerios de Defensa e Interior durante dos décadas, habitualmente entre la investigación y las puertas abiertas del campo ciber. En 2018 publicó Instinto y pólvora, una obra llena de referencias autobiográficas que refleja “la dura realidad de la profesión policial y la crudeza del día a día frente a la delincuencia física y virtual”. 

 Javier Ramón González. Cartagena, 1973. Diplomado en Criminología. Más conocido como Espíritu González, “el policía que escribe y corre maratones”. Autor, entre otras publicaciones, de obras como De patrulla con Filípides, Del sueño a la meta y Crecer para ser. Un referente del mundo del coaching muy presente en las redes sociales, un estímulo ahora para quienes opositan al Cuerpo con A 365 tuits de cumplir tu sueño.

Marc Pastor (Barcelona, 1977) es criminólogo y trabaja en la sección científica de los Mossos d'Esquadra. Es autor de Montecristo, La mala dona (Premio Crímenes de Tinta), L’any de la plaga, Bioko y Farishta. Sus obras han sido traducidas al castellano y ocho lenguas más.

Alejandro Gallo (León, 1962), licenciado en Filosofía, Ciencias Políticas y Ciencias de la Educación, y comisario-jefe de la Policía Local de Gijón. La memoria histórica es uno de los hilos conductores más relevantes de sus novelas.

Ilustres, pasados y presentes. Como José Luis de Tomás, premio Nadal en 1985; Tomás Salvador, Premio Planeta en 1960, con El atentado; Domingo Manfredi, Premio Nacional de Literatura, con La rastra; Ricardo Magaz, finalista del Premio Nacional de Crítica en 1997, con La embajada, y Premio al Libro del Año en 2005; Antonio Gómez Montejano, policía local y Premio Internacional de novela siglo XXI, con Adalides del progreso… Y Ramón Sánchez, mosso d'Esquadra; Rafael Jiménez, Serafín Giraldo y Santiago M. Sánchez, policías nacionales.

 

***

Sí. Salvamos las distancias, pero testamos el hilo directo. Allá en el Renacimiento, y en los libros de literatura, y en las estanterías clásicas, Cervantes, Garcilaso, Lope y Calderón. A este lado de la historia, policías que leen, policías que escriben, policías que ganan premios literarios. La realidad de la vida que observan sus ojos con uniforme es una mina de historias con tirón que abren en canal al ser humano.

Érase una vez, y esa vez también es siglo XXI, un Cuerpo de ángeles custodios que velan por usted y escriben para ti.

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