43 violadores

La ministra de Igualdad, Irene Montero

Está demostrado: pedir perdón cuesta mucho, muchísimo en algunos casos. Para constatarlo basta conocerse un poco a uno mismo y echar un vistazo a nuestro alrededor. Les pongo un ejemplo. El diario El Mundo acaba de dar la cifra exacta de una noticia sorprendente: a día de hoy al menos 43 agresores sexuales se han beneficiado de la Ley del ‘Sólo sí es sí’.

“Todos ellos –dice el texto- han visto reducida su condena entre un mínimo de un año de presión y un máximo de siete. Y en todos los casos se ha debido a que la reforma del Código Penal incluida en la ley del Ministerio de Igualdad rebajaba el mínimo de condena para los agresores sexuales”.

¿Usted ha escuchado pedir disculpas a la ministra responsable de excarcelar y rebajar las penas a los violadores? Nooooo. Ni mucho menos. De hecho, Irene Montero ha reaccionado empujando y repartiendo mandobles. En primer lugar, a los jueces. La última ha sido acusar a los diputados del PP de “promover la cultura de la violación”. Que tiene tela.

Con lo sencillo que hubiera sido pedir disculpas y arreglar el desastre. No hubiera sido un desdoro porque nadie considera que las personas deban ser perfectas. Es verdad que hay errores y errores, pero equivocarse es humano y se suele tolerar al menos hasta un cierto punto. Además, al pedir perdón uno demuestra sensatez, humildad y disposición para mejorar. Dan ganas de confiarse a personas que se muestran así.

Quien nunca admite un fallo genera inquietud y desconfianza. Es que se va a equivocar más veces, de eso no hay ninguna duda, porque está en nuestra naturaleza. Por lo tanto, quienes se ofuscan y no admiten su fragilidad no sólo acaban empecinados en el error, es que admiten ser poco dúctiles y con el techo del crecimiento personal muy claro. Son más limitados que el resto. Una pena, porque está en nuestras manos optar por otro modo de ser.

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