Javier Fumero

Ada Colau vive abrumada por sus contradicciones

Lo he dicho en alguna ocasión. Observar cómo gobiernan los dirigentes populistas puede resultar muy útil a quien sostiene que no están a la altura de sus proclamas. Creo que Ada Colau es un ejemplo de ello.

Es bueno verles desempeñarse al frente de las instituciones no sólo porque así se les otorga legitimidad democrática (y se les aleja de los contenedores quemados) sino también para hacerles comprender que –siguiendo el dicho- no es lo mismo predicar que dar trigo.

Desde que llegó a la alcaldía de Barcelona, Ada Colau vive abrumada por sus contradicciones. Debe ser coherente con los principios que defendía desde las trincheras y, a la vez, dirigir los destinos de un Ayuntamiento. Esto ya no es un juego. No resiste la demagogia. Te retrata.

Esto salta a la luz con los malabarismos a los que se está viendo obligada a recurrir. Pasó con los okupas de aquel banco de la Ciudad Condal y se encontró entre dos fuegos: debe defender la legalidad pero recibió insultos y el rechazo de los antisistemas. Se lo ha ganado a pulso quien tantas veces llamó a la insumisión, a la algarada antidesahucios, al escrache político y a la rebelión de las masas. Venga: ahora te toca lidiar con la bestia irracional que tú misma alimentaste.

Nadie niega que Ada Colau demostró ser una ejemplar y sacrificada activista, capaz de agitar las conciencias de un pueblo y cantarle las cuarenta al poder establecido. Pero nadie dice que graduarse con nota en el mundo de la kale borroka o recibir el doctorado en guerra urbana te habilita automáticamente para dirigir los destinos de los ciudadanos.

Lo que se le pide ahora en el consistorio barcelonés y, más aún, si llega a la Generalitat como es su aspiración secreta, es capacidad de gestión, dotes de gobierno, temple para coordinar, prudencia para optar por lo más conveniente, magnanimidad para desarrollar una ciudad sin sectarismos e intuición para elegir habitualmente lo mejor para todos los barceloneses. Todo esto sin renunciar a tus principios.

No está superando la prueba. Permite a los manteros ilegales deambular por la ciudad, vendiendo de forma ilegal productos falsos y de estraperlo, pero a la vez persigue modelos de economía colaborativa, como Airbnb que promueve el alquiler de pisos sin intermediarios.

Qué difícil es ser coherente y gestionar la cosa pública.

Más en twitter: @javierfumero

 
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