Javier Fumero

Claro que hay líneas rojas

Claro que hay líneas rojas. Algún partido político ha intentado sostener estos días que la nueva era parlamentaria exige, por mandato de los ciudadanos, algo así como no tener principios. Que todo sea relativo y negociable. No es así.

Los nuevos tiempos exigen más capacidad de diálogo, cesiones y magnanimidad. Los líderes se jugarán su crédito ante quienes les han votado demostrando que esas cuestiones irrenunciables son de interés general y no cuotas de poder, deseos de bienestar propio o sencillamente fruto de egos gigantescos.

Pero claro que deben haber líneas rojas. Como en todos los órdenes de la vida. No se puede mentar a la madre de uno bajo ningún concepto, ni meter la mano en la caja, ni tocar a un niño, ni discriminar por sexo, ni explotar al débil… Claro que hay líneas rojas. Faltaría más.

Una que me viene ahora a la cabeza es la de lanzar un mensaje de impunidad a los violentos, dejándoles creer que sus salvajadas y fechorías pueden salirles gratis. Es lo que acaba de lograr la Generalitat de Cataluña al retirarse como acusación en siete procesos judiciales en los que ejercía la acción penal y civil contra 40 acusados de participar en protestas y desórdenes públicos.

Lo ha hecho porque es una exigencia que la CUP puso sobre la mesa en la negociación con Junts pel Sí para investir a Carles Puigdemont como presidente. Es tremendo.

Estos procesos judiciales seguirán adelante pese a la retirada, aunque con la Fiscalía como única parte acusadora. Pero lo grave es, insisto, el mensaje que se envía a la sociedad: recurrir al cóctel molotov, a la quema de contenedores, neumáticos, cajeros y hasta una cafetería puede no conllevar ninguna pena. ¡Por una poltrona!

Es gravísimo.

Más en twitter: @javierfumero

 
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