Javier Fumero

Si Jesús Polanco levantara la cabeza: ni gran poder, ni nada

Este miércoles se hizo oficial. El grupo Penguin Random House ha llegado a un acuerdo con Santillana para la compra de las editoriales Alfaguara, Suma de Letras, Taurus y Aguilar. La operación se ha cerrado por 72 millones de euros.

La crisis de los grandes grupos mediáticos nacionales sigue pasando factura. Esta vez, el Grupo Prisa se desprende de una de sus piezas más codiciadas, si bien logra salvar la división de libro de texto, la gallina de los huevos de oro que, sólo el año pasado, supuso para Santillana 730 millones de euros: un 28% de su facturación total.

Esta venta es un paso más en la disgregación de aquel emporio que levantó, con gran esfuerzo y habilidad, la familia Polanco, esa saga que lideraba don Jesús y que ha acabado siendo devorada por las fauces de aquel chaval al que confiaron los destinos de la compañía: Juan Luis Cebrián.

Y eso que estaba de retirada.

Efectivamente, allá por el año 2010 Cebrián comunicó que se marchaba, que daba un paso atrás, que dejaba el testigo a un gestor... pero que necesitaba un breve interludio para sanear el Grupo Prisa. Debía arreglar los destrozos provocados por aquella locura que fue la recompra de Sogecable, una operación ruinosa que endeudó a la empresa hasta poner en riesgo su misma pervivencia.

Entonces, dijo Cebrián, abandonaría el “día a día”. Así lo manifestó a personas de su entorno y a eso se puso.

Hay quien asegura que el primer motivo que llevó a Cebrián a tomarse con calma lo de su retirada fue comprobar que Manuel e Ignacio Polanco no tenían la fuerza y el empuje de su padre. Cebrián decidió entonces mantenerse un poco más en la silla.

Después llegaron de su mano los inversores de Liberty Acquisition Holdings Corp. El desembarco de los accionistas americanos volvió a poner sobre la mesa el futuro de Cebrián. En una entrevista al periódico The Guardian manifestó entonces –otoño de 2010- que su salida del Grupo Prisa ya estaba pactada con los accionistas. Se produciría nada más completarse la entrada de Liberty en el grupo español.

Según este acuerdo, Cebrián debía pilotar una parte del giro estratégico que debía dar la compañía. Cumplida esa nueva misión (otra más), se iría. Fue entonces cuando declaró aquello de “el final del cambio es cambiarme a mí; ese es el pacto”.

 

Por lo que se vio después, se puede concluir que uno de los encargos que recibió Cebrián del inversor Nicolas Berggruen fue limpiar la casa. No se le llamó así, claro. Se habló de “profesionalizar” la compañía. Es decir, Cebrián debía reconvertir una empresa familiar plagada de amiguetes en una organización competitiva.

En el año 2012 se produjo el golpe de gracia. Eso sí: con mucha profesionalidad. Desplazó a Ignacio Polanco de la presidencia del Grupo Prisa, para situarse él en ese puesto, y nombró a Fernando Abril-Martorell consejero delegado de la compañía.

Por el camino quedaron importantes damnificados, personas muy próximas a Jesús Polanco: Pancho Pérez González, Emiliano Martínez, José Buenaventura Terceiro, Ramón Mendoza Solano (hijo del ex presidente del Real Madrid), Adolfo Valero Cascante o Alfonso López Casas, casado con la fallecida Isabel Polanco, hija del fundador y una de las pocas personas que era capaz de hacerle frente abiertamente a Cebrián.

Otro de los ‘históricos’ que ha roto recientemente cualquier vínculo con Prisa es el histórico Matías Cortés. Llevaba desde 1977 en el consejo de la compañía y ha sido uno de los principales actores que han manejado, en la sombra, los destinos del holding.

Ahora, fiel a los nuevos signos de los tiempos, Matías Cortés ha sido relevado en sus funciones por John Paton, consejero delegado de Digital First Media: segundo grupo de periódicos más grande de los Estados Unidos y el octavo de noticias por audiencia en Internet. Desde el pasado mes de febrero, Paton es miembro del consejo de administración de Prisa.

Como digo, la venta de Alfaguara, Suma de Letras, Taurus y Aguilar es un paso más en el desmoronamiento de aquella compañía que fundó don Jesús. Aquel don Jesús ‘del gran poder’ que hoy no reconocería casi nada del legado que dejó.

Más en twitter: @javierfumero

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