Javier Fumero

Llega el finde: no lea esto

No sé si le ocurrirá a usted. Pero yo cada vez me cruzo con más personas que aprovechan el fin de semana para alejarse del teléfono móvil. No se conforman con mirarlo un poco menos o conectar el ‘modo avión’. Directamente, lo dejan en casa y lo miran lo mínimo imprescindible.

No es una situación idílica. De hecho, recuerdo un caso reciente en el que una persona no se enteró del cambio de hora de una convocatoria porque se anunció a través del correo electrónico. Hay que tener cuidado.

Sin embargo, pienso que las ventajas superan a los inconvenientes.

Hace unos meses se publicó un libro titulado ‘La gran adicción’. Trata del agotamiento virtual y describe los casos de diez ciudadanos que han emprendido una cura de desintoxicación.

En primer lugar, han desactivado las notificaciones de sus terminales. Se trata de recuperar las riendas y decidir personalmente cuándo utilizar las redes sociales y los servicios de mensajería. Después, han marcado distancia con los aparatos tecnológicos.

Estas personas viven ahora “exconectados”, utilizando el neologismo que emplea el doctor en Filosofía que firma el texto. Su conclusión es que se puede estar informado, cerca de los seres queridos, y vinculado al mundo laboral sin la atadura de las redes.

El balance general es positivo, explica el autor. Mejora la calidad de vida, baja el estrés, se recuperan los vínculos personales, se lleva una vida más saludable…

Cada uno tendrá su experiencia. Pero yo voy a añadir otro dato, sacado de una conversación reciente con una persona de cierta edad. Otro efecto perverso de las nuevas tecnologías es el enorme peso que llevamos ahora encima los ciudadanos.

Me contaba esta persona que durante sus años de juventud y madurez el grado de conocimiento de las cosas que pasaban en el mundo era bastante limitado. Sólo llegaban ecos de unos pocos sucesos de excepcional magnitud y además estos eran descritos someramente, con escaso detalle. Ahora, no.

 

Ahora cualquier persona medianamente conectada lleva colgada a su espalda una mochila cargada de intensos dramas, sucesos horribles, graves amenazas… en todas partes del mundo. Todas ellas descritas al milímetro, con sus antecedentes y derivadas, fotografías explícitas, con narración de los protagonistas y hasta vídeos.

No es que antes no pasaran estas cosas. Es que no las conocíamos.

No estamos preparados para digerir todo eso, añadía esta persona. Cualquier individuo con un mínimo de sensibilidad no puede ver hasta el final un día cualquiera el Telediario –especializados como están en narrar básicamente malas noticias- sin sentirse herido. Parece que esto no tiene remedio, que vamos de mal en peor y el futuro apenas ofrece salidas.

No es verdad, añadía esta persona. Esa sensación es fruto de una visión desenfocada por el peso de todo lo que sucede a nuestro alrededor, que ahora conocemos pero no controlamos. La vida no es así.

Si les convence el argumento, aquí tienen otra buena razón para alejarse este fin de semana de los gadgets. Si se lo puede permitir, no lean esto, dejen el móvil o el ordenador, vayan a darse una vuelta junto a un ser querido y aléjense del asfalto.

Más en twitter: @javierfumero

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