Javier Fumero

Mamis, hoy también me quedo a dormir con la tribu

Me he dado veinticuatro horas para darle vueltas a la propuesta de Anna Gabriel, la diputada y dirigente de la CUP que acaba de plantearle a la sociedad española que críe a sus hijos en grupo, en la tribu. He intentado encontrar lo razonable de la idea pero ha sido en vano.

Si lo he entendido bien, el argumento de fondo de la parlamentaria de la formación anticapitalista es que el modelo de familia tradicional es… demasiado conservador. Genera un patriarcado y un matriarcado dañino para el ser humano porque inocula una afectividad sesgada y parcial, porque sólo interviene un hombre (tu padre) y una mujer (tu madre).

Los niños nacen con poca magnanimidad, parece querer decirnos Anna Gabriel, con poco amor por la comunidad. Con el método tradicional sólo van a querer lo mejor para los suyos y los suyos serán exclusivamente un par de adultos (sus padres) y como mucho, un puñadito de iguales (sus hermanos). Nada más. Esto es pobre. Esto enriquece poco. Esto castra la ternura.

El debate abierto por Anna Gabriel es tremendo pero no es nuevo. Desde hace algunos años existe un movimiento subterráneo dirigido a desvincular legalmente las relaciones familiares de los hechos naturales en los que se basan.

Pasó con el matrimonio –que ha perdido legalmente su vinculación única con la heterosexualidad- y se promueve ahora con la filiación: el elemento biológico es sustituido por la voluntad y el deseo de los adultos implicados.

Que la naturaleza no imponga nada: eso es carca y conservador. ¿Qué un niño es fruto exclusivamente de la unión sexual entre un hombre y una mujer? Dejémoslo como una simple anécdota, un hecho prácticamente irrelevante. Hagámoslo saltar por los aires. No dejemos que la realidad natural nos estropee un plan político de transformación social, por ejemplo.

Parece una broma pero no lo es. Porque ¿qué consecuencias tiene esto?

Una primera muy simple. Si deconstruimos el concepto de filiación, menospreciando la trascendencia del vínculo biológico, si dejamos de aceptar que sólo son padres el hombre y la mujer que han tenido esas relaciones sexuales de las que ha nacido un hijo, podremos imponer el deseo de ser padres. Serán padres quienes deseen ser padres, al margen de la biología.

Transitando este caminito, ancho y carretero, podremos llegar a imponer –por fin- el “derecho al hijo”: quien desee tener un hijo tendrá derecho a tenerlo. Por cualquier vía. Y tendrá derecho a ser considerado padre legalmente. Todos: heterosexuales, parejas de gays y lesbianas, madres solteras, padres solteros, viudos… Y habrá vía libre –por fin- a los vientres de alquiler, a la maternidad subrogada... Mientras tanto, nadie vela por el niño. Esto es lo menos importante.

 

Hay que estar abierto a cambiar las cosas. Claro que sí. Pero esa ideología que considera un atraso seguir las reglas que dicta la naturaleza, por conservadoras, tiene más peligro que un nublado.

Siguiendo esta deriva revolucionaria, comer por la boca terminará siendo antediluviano; caminar con los pies, decimonónico; y sacar unas horas para dormir, un atraso impuesto por Rajoy para adocenar a las masas.

Esta sí es la España más profunda.

Más en twitter: @javierfumero

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