Javier Fumero

Pablo Iglesias, entre caviar y vinos muy caros

Lo difícil es la coherencia. Es muy fácil hablar, posicionarse sobre todo, marcar líneas rojas, incoar principios de forma vehemente, defender cruzadas y proponer giros copernicanos. Lo difícil es conducir, después, la propia vida en esa dirección. Sin fisuras.

A Podemos y sus confluencias, Ada Colau y Carmena, se les están viendo las costuras cuando les ha tocado gobernar. Por eso dije en su día que era muy bueno que llegaran a las instituciones. No sólo porque así se les otorga legitimidad democrática (y se les aleja de los contenedores quemados) sino, fundamentalmente, para hacerles comprender que –siguiendo el dicho- no es lo mismo predicar que dar trigo.

Ada Colau está atascada en la crisis de los antisistemas de Barcelona. Se lo ha ganado a pulso quien tantas veces llamó a la insumisión, a la algarada antidesahucios, al escrache político y la rebelión de las masas. Venga: ahora, a lidiar con la bestia irracional que tú misma alimentaste.

A Pablo Iglesias también le acaban de sacar los colores por su incongruencia. El año pasado, por estas fechas, se reunión en Sitges el prestigioso Círculo de Economía catalán. El líder de Podemos no fue invitado y se despachó con unas declaraciones encendidas, de este tenor:

-- “A nosotros no nos van a llevar a la reunión esta de Sitges a darnos caviar y vinos muy caros para hablar con nosotros”.

La intervención rezumaba desprecio, displicencia y rechazo a ese mundo financiero del que se sentía excluido. Cosas de la casta.

Pues bien. Este jueves Pablo Iglesias pisó moqueta. Acudió a hablar, esta vez sí, ante los 400 directivos y empresarios que se habían congregado en Sitges como popes de la economía catalana que son.

Creo que en Podemos justifican semejante bajada de pantalones con el famoso recurso al “pragmatismo”: se trata de cesiones puntuales al sistema establecido, indispensables para poder infiltrarse dentro, llegar hasta su sala de máquinas y después dinamitarlo todo.

Ya.

 

La tosca reacción de hace un año apunta, sin embargo, a un ataque de celos. No es que entonces le hiciera ascos al caviar y los vinos de categoría. De hecho, ahora no se los hace. Lo que le molestó es que le hubieran dejado fuera. A él.

Seguro que sus simpatizantes tendrán respuestas convincentes para este modo de proceder de su líder. Pero visto desde fuera, sin apasionamientos, resulta feo. Pero probablemente, hasta un pelín patético.

Más en twitter: @javierfumero

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