Javier Fumero

Prohibido discrepar de la doctrina oficial sobre la homosexualidad

Es la conclusión a la que ha llegado una periodista británica llamada Cristina Odone. Fue la subdirectora del semanario político New Statesman, de ideología progresista. En un sorprendente artículo, publicado en esa revista el pasado 24 de enero, analiza lo que ella denomina “la nueva intolerancia”: un liberalismo rampante que ya no deja espacio para la discrepancia.

Todo surgió el día en el que la propia Cristina Odone fue invitada a participar como ponente en un foro sobre el matrimonio homosexual que se iba a celebrar en el Colegio de Abogados de Londres. Aceptó encantada: ella se declara abiertamente a favor de las uniones entre las personas del mismo sexo y decidió acudir para explicar sus argumentos contra el matrimonio tradicional excluyente.

De repente, surgió un contratiempo. Dos días antes del evento, los organizadores recibieron la noticia de que se habían quedado sin local. El colegio de abogados renunciaba a ceder sus instalaciones porque, según explicaron en un correo electrónico, se trataba de un acto que iba en contra “de nuestra política de diversidad”.

Perplejidades aparte, los convocantes se pusieron manos a la obra y resolvieron el problema reservando otra sede: el Centro de Conferencias Reina Isabel II, un moderno edificio en el centro de Londres de titularidad pública.

Pues tampoco: 24 horas antes del acto, nueva cancelación. El debate no podría celebrarse porque atentaba contra la “política de diversidad” que promovía aquel centro estatal. Palabra de su máximo directivo.

A raíz de esta experiencia, Cristina Odone empezó a hacer más averiguaciones y llegó a alguna conclusión que le sorprendió:

-- “No solo los cristianos, sino también los musulmanes y judíos consideran que ya no se respeta su libertad para exponer sus convicciones, por profundas que sean, cuando van contra las modas dominantes en nombre de una superficial ‘tolerancia’ e ‘igualdad’ (términos –asegura ella- que ya no significan lo que dice el diccionario sino que forman parte de una jerga política en la que sólo ciertas opiniones y ciertos grupos se consideran legítimos)”.

-- “Hace solo 50 años, los liberales apoyaban la ‘cultura alternativa’; hacían barricadas en protesta contra las posturas del ‘establishment’ sobre la guerra, la raza o el feminismo. Hoy, los liberales detestan cualquier alternativa a su propio credo. Nadie debería ofrecer una opinión que vaya contra sus principios en temas que los liberales consideran grabados en piedra”.

Les recomiendo la lectura completa del artículo. Es interesante.

 

Más en twitter: @javierfumero


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