Javier Fumero

Rajoy ha vuelto a tener razón: esperar era lo mejor

Esta guerra interna que acaba de abrir el PSOE, de todos contra todos, ha confirmado de rondón un hecho en el que no todos han caído: Rajoy ha vuelto a tener razón.

El presidente del Gobierno decidió, hace muchos meses, que los candidatos del Partido Popular a las elecciones municipales y autonómicas no serían confirmados hasta el final. Es más: se iban a apurar los tiempos todo lo posible.

Bastantes dirigentes del PP se echaron entonces las manos a la cabeza y argumentaron: a) no habría tiempo para lanzar la campaña; b) se da imagen de partido errático y sin ideas claras; c) se deja a los rivales todo el espacio libre para que consoliden sus mensajes; y d) esta actitud fomenta las luchas intestinas por salir en la foto.

Pues de eso nada.

Dos sucesos recientes le han dado la razón a Mariano Rajoy:

1. Hace una semana, Tania Sánchez hizo saltar por los aires la hoja de ruta de Izquierda Unida en la Comunidad de Madrid. Pum. De un día para otro, el partido de Cayo Lara se quedó sin rostro, sin estrategia y sin moral. De vuelta en la casilla de Salida.

2. Este miércoles le tocó al PSOE anunciar la voladura semi-controlada del Partido Socialista de Madrid. Pum. Adiós a Tomás Gómez, colleja a Susana Díaz, enfado de un puñado de barones, promesas de cumplida venganza y desconcierto entre las propias filas.

Rajoy contempla desde hace días los fuegos artificiales desde su ventana de la Moncloa, mientras repite por lo bajini: “os lo dije; esperar nos dará réditos”.

Pero hay otro asunto, también de gran relevancia, que demostraría el acierto del líder del PP en su táctica dilatoria: Cataluña. Es cierto que las cosas llegaron allí demasiado lejos, pantomima plebiscitaria incluida. Pero visto con perspectiva, el Estado no cedió y… el suflé se ha desinflado como por ensalmo.

 

Ha sido automático: cumplido el órdago, desahogados los resentidos y aliviados quienes tenían sensación de víctima... las aguas han vuelto a su cauce. Dos años de crispación y dolorosas tensiones han dejado paso al pragmatismo: hay que salvar una próspera región de la quiebra. Todo lo demás, dicen ahora los catalanes, es secundario. El 27-S va a sepultar a más de un independentista.

Rajoy llevaba tiempo sosteniendo esta tesis: ni cariño, ni confrontación directa, ni debate constitucional para mejor encaje de las autonomías; la cuestión catalana se desharía como un azucarillo y sus líderes se cocerían en su propia salsa. Como así ha sido.

Más en twitter: @javierfumero

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