Teresa Romero ahora no tiene quien le escriba

Teresa Romero volvió hace tres semanas a su vida sencilla y ordinaria. Ese día abandonó el Hospital Carlos III a donde fue trasladada cuando se confirmó su contagio por ébola. Pero se marchó del centro hospitalario con un gran temor: el olvido.

Recuerdo cómo personas de su entorno nos relataron ese miedo.

Una vez superada la enfermedad, la auxiliar de enfermería manifestó a sus allegados cierta preocupación por su futuro laboral. Quiere volver a su puesto de trabajo cuando esté recuperada, pero es consciente de lo frágil de su situación: “es interina y en cualquier momento, le pueden quitar la plaza y dejarla en la calle”.

Compañeros de la enferma explican que esa sospecha “es absolutamente fundada una vez que pasen los meses y su caso quede olvidado”.

Por eso, confirmaron desde su entorno, decidieron emprender acciones legales contra la consejería de Sanidad. El objetivo es que nadie se olvide de lo que ha pasado, para que la Comunidad de Madrid no caiga en la tentación de desprenderse de ella pasado un tiempo.

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A esto hemos llegado.

Una señora que debe ser presentada como un caso de éxito mundial, que debiera ser mostrada como verdadera marca España, teme verse tristemente arrumbada en una cuneta.

No entiendo que no se le haya comunicado ya que tiene un puesto fijo en la Sanidad española. Debe ser tratada como una heroína porque ella decidió arriesgar su vida por los demás, no andar escondiéndose detrás de las esquinas.

Más en twitter: @javierfumero