Javier Fumero

Acordarse del Ejército cuando truena

El Ejército de Tierra, desplegado junto a la valla de Ceuta (Foto: Antonio Sempere / Europa Press).
El Ejército de Tierra, desplegado junto a la valla de Ceuta (Foto: Antonio Sempere / Europa Press).

Calculo que abordo esta cuestión en este blog al menos una vez al año y con parecidos argumentos, porque no tengo otros. Sin embargo, me parece importante recordar estas ideas.

Existe en nuestro país una corriente pacifista con la que sintonizo de fondo. Siempre he pensado que cualquier persona sensata es pacifista. Es decir, para los ciudadanos cultos, educados y bien formados el recurso a la fuerza sólo es justificable como último remedio. Lo suyo es buscar el entendimiento y la concordia.

Controlar los impulsos violentos es de primero de sensatez. Pero todos sentimos en algún momento esa fuerza interior que invita a dejarse llevar por un lado oscuro que atropella, empuja, grita, como modo de culminar una disputa. Pero sentirlo es una cosa y decir que es bueno otra muy distinta.

Sin embargo, se puede ser pacifista y constatar la enorme importancia de disponer de unas Fuerzas Armadas en el siglo XXI. La llegada de la pandemia y la crisis con Marruecos han puesto de manifiesto lo indispensable que resultan y el abnegado trabajo que realizan. Es muy importante armar un Ejército porque no todos por ahí dan muestra de la sensatez arriba apuntada. Por eso es preciso contar con un elemento disuasorio.  

Hay que proteger esta sociedad que tanto esfuerzo ha costado forjar, la democracia que nos hemos dado, las leyes y pactos alcanzados, la casa, el hogar, el propio territorio al que uno tiene derecho… Además, los militares están capacitados como pocos para realizar unas tareas de ayuda y protección ante crisis y emergencias nacionales.

Por eso me llamó la atención la reacción de Ada Colau hace un año. ¿Se acuerdan? La alcaldesa de Barcelona llevaba años organizando desplantes públicos a los representantes de la Fuerzas Armadas en Cataluña. Como cuando los echó, por ejemplo, con cajas destempladas del Salón de la Enseñanza de Barcelona. Pues bien. Acorralada por la llegada del Covid-19, pidió ayuda a la desesperada a nuestras tropas para la construcción de un refugio destinado a las personas sin hogar y para que la Unidad Militar de Emergencias (UME) –presente en Barcelona para desinfectar el Aeropuerto de El Prat y el Puerto- construyera un refugio provisional en la Feria de la ciudad condal.

Ahora la crisis con Marruecos ha vuelto a poner de manifiesto lo vulnerable que es nuestro país. No sólo ante el terrorismo yihadista, que también, sino ante unos vecinos que han demostrado estar dispuestos a desestabilizar a España con tal de dejarnos claro que no están conforme con nuestro modo de proceder en alguna cuestión.

Conviene no perder esto de vista para que no pase aquello que recordó en una entrevista en El País el teniente general Fernando López del Pozo, comandante del Mando de Operaciones, a quien el jefe del Estado Mayor de la Defensa asignó hace un año el mando de la campaña militar contra el coronavirus.

El periodista cerró la charla preguntándole precisamente por aquella decisión de Ada Colau. Su respuesta fue lacónica pero clara: “Uno se acuerda de Santa Bárbara cuando truena”. Sigue teniendo razón, doce meses después. Los antimilitaristas deberían tomar nota.

 

Más en twitter: @javierfumero

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