Javier Fumero

Adiós a las mayorías absolutas

Sesión del Congreso de los Diputados.
Sesión en el Congreso de los Diputados.

Hay quien sigue sugiriendo estos días que Isabel Díaz Ayuso puede sacar mayoría absoluta en las elecciones autonómicas del 4 de mayo en Madrid. No lo veo. Es cierto que la política española ha entrado en una fase de gran polarización: conmigo o contra mí. Pero esa beligerancia se va a canalizar en los próximos años a través de formaciones menos totémicas.

Ciudadanos es probable que desaparezca del mapa pero tengo para mí que si el PP no ocupa ese espacio de centro, surgirá un nuevo movimiento que aproveche el vacío. Sin embargo, si el PP se mueve excesivamente al centro, entonces crecerá Vox a su derecha de forma proporcional.

Lo mismo sucede en la izquierda con Unidas Podemos. Si la apuesta de Pablo Iglesias en Madrid no funciona, si no saca un 5% de los votos y pierde representación parlamentaria, será a costa de Más Madrid (o viceversa). Pero alguien habrá, a partir de ahora, a la izquierda del PSOE. El partido socialista podrá sumar más o menos votantes de ese caladero pero nunca volverá engullir a todos los simpatizantes de ese espectro.

Esto es así, entiendo yo, por el desarrollo social. Con el paso del tiempo, la reducción del analfabetismo, el aumento de la esperanza de vida, la sociedad del bienestar, la estabilidad y el progreso, los ciudadanos se han vuelto más críticos, inconformistas y contestatarios. Más exigentes, en definitiva.

El votante quiere que su voto esté lo mejor representado posible, que vaya a una formación que refleje lo más genuinamente posible su forma de ver la vida. Ya no le vale con apoyar a una formación “con la nariz tapada”. O como simple reflejo del castigo que se le quiere infringir a otra organización. Esto ha provocado que los partidos que nacieron como alternativa al PP y al PSOE, y recibieron apoyos por el simple hecho de ser ‘anti-establishment’, ahora deban evolucionar. Si no lo hacen, se arriesgan a morir.

Ser “anti PP” ya no es suficiente. Pero tampoco el Partido Popular recoge la variedad de matices que reclaman los ciudadanos desde el centro y la derecha de este país. Si tiras de la manta para cubrirte hasta el cuello, los pies van a quedar al descubierto. Y al revés. El edredón da para lo que da. Por eso España debe ir acostumbrándose a pactar, lo he dicho más veces.

Sólo veo dos excepciones a esta afirmación: a) en caso de un ataque furibundo contra el país de un enemigo común, un adversario que logre unir –temporalmente- a la ciudadanía; o b) en el caso de que surja un líder con una personalidad excepcional, un modo de pensar y una visión del mundo tal que logre eso tan difícil llamado “apoyos transversales”.

Estaríamos hablando de un Rafa Nadal de la política, para que se me entienda. Alguien con contrastada capacidad de trabajo y dispuesto a una entrega sin límites por el bien del país. Alguien humilde, sencillo, que escuche y admita sus errores, que sepa pedir perdón. Una persona capaz de unir, de sumar, de descubrir puntos de encuentro, de evitar cualquier viso de sectarismo. Austero en lo personal pero magnánimo con los proyectos, con altura de miras. Un líder con dotes para hacer equipo, rodearse de mentes brillantes y delegar.

¿Entienden ahora por qué pienso que tenemos multipartidismo para rato?

 

Más en twitter: @javierfumero

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