Javier Fumero

Agresivo con los sacerdotes, indulgente con los cooperantes

Símbolo de las organizaciones no gubernamentales.
Símbolo de las organizaciones no gubernamentales.

La Iglesia católica se encuentra abochornada por los abusos sexuales, de poder y de conciencia sufridos por muchos menores  y cometidos por un notable número de clérigos y personas consagradas que se acaban de conocer a través del informe de Pensilvania, donde se detalla lo vivido por numerosas víctimas durante setenta años.

No es para menos. Se trata de un asunto doloroso, vergonzante, lamentable y corrosivo.

El Papa Francisco ha pedido perdón, ha vuelto a recordar que la política eclesial es de tolerancia cero con estos casos (incluidos los encubrimientos) y que ahora es preciso expiar la culpa, intentar el imposible de reparar el daño causado.

Me adhiero a todo lo anterior, sin fisuras. Pero quiero destacar hoy un detalle que no ha pasado inadvertido en diversos ámbitos. El doble rasero que han aplicado algunos en nuestro país al tratar esta cuestión.

Les pondré un ejemplo reciente, muy concreto. El pasado mes de febrero se conoció la existencia de abusos sexuales y acoso en varias organizaciones de carácter humanitario. Entre las señaladas aparecieron las prestigiosas Oxfam, Médicos Sin Fronteras y ACNUR, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados.

El diario británico The Times reveló que en 2010 personal de Oxfam utilizó dinero de esa ONG para pagar orgías sexuales con prostitutas y menores durante una misión en Haití, después del terremoto que dejó miles de muertos y millones de damnificados en ese país caribeño.

Días después, The Sunday Times publicó que más de 120 trabajadores de organizaciones no gubernamentales británicas fueron acusados de abusos sexuales sólo el año anterior. De ellos, 87 serían trabajadores de Oxfam y 31 habrían colaborado con Save the Children. Esta investigación se saldó con el despido de 19 personas y sanciones, advertencias o suspensiones al resto de personas implicadas. Se habló de “abusos de poder, discriminación, hostigamiento y otras formas de comportamiento inadecuado”.

Lo grave del tema es que no se ha tratado de casos aislados. Los diputados del Comité de Desarrollo Internacional del Parlamento británico aseguraron el pasado 31 de julio que la explotación y los abusos sexuales son un mal “endémico” en las organizaciones de ayuda humanitaria (ONG). El informe habla de un mal endémico:

-- “El sector de la ayuda humanitaria ha sido consciente de la explotación y los abusos sexuales por parte de su propio personal durante años, pero no ha sido capaz de abordar el problema de manera colectiva”, señala el documento publicado por este organismo parlamentario, en el que se reconoce que los casos divulgados hasta ahora “son únicamente la punta del iceberg”.

Pues bien. ¿Cómo reaccionó el diario El País –uno de los más beligerantes contra la Iglesia católica tras el informe de Pensilvania- ante estos casos? Pues recuerdo un editorial muy medido, breve pero conciso, que desvelaba perfectamente su opinión sobre este asunto. Copio aquí el principio y el final:

 

-- “Hay conductas que siempre son reprobables, pero aún lo son más cuando se producen en el seno de una organización que tiene como fundamento de su existencia los valores y principios éticos. Resulta del todo inaceptable que… (recuerda el caso de Oxfam)” (…). “Hay que aplaudir la voluntad de Oxfam de recuperar la confianza de la ciudadanía y celebrar su anuncio de que aplicará medidas de control interno rigurosas y eficaces para evitar que hechos tan graves se repitan. Ello requerirá un gran esfuerzo y mucha transparencia. No hay otro camino para recuperar la credibilidad de una organización que, como el resto de ONG, es y seguirá siendo muy necesaria”.

¿Qué les parece? A mí este texto me parece razonable. Justo y medido. Equilibrado. Duro con los hechos y los protagonistas pero moderado al tratar de unas instituciones que no deben ser demonizadas en su conjunto: hay mucha gente buena en ellas y el mundo se beneficia generalmente de su labor asistencial.

Por eso me queda la sensación de que existe, como digo, un injusto doble rasero. La Iglesia católica es desautorizada globalmente y criticada sin piedad desde diversos ámbitos. Hasta se le pide que cambie sus principios y elimine el celibato sacerdotal. Se obvia la excepcional labor asistencial que despliega en todo el mundo y la entrega generosa de miles de personas por unos casos lamentables pero circunscritos a unas personas. Al menos tanto como en el caso de los cooperantes.

No me parece honrado, la verdad.

Más en twitter: @javierfumero

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