Javier Fumero

La asistente afgana apaleada por un “buenos días”

Mujeres con Burka
Mujeres con Burka

Lo que está sucediendo en Afganistán estremece. Se trata de un drama humanitario brutal, que muy pocos esperaban tras el anuncio de la retirada de las tropas de Estados Unidos. Los expertos entendían que el gobierno impulsado por los países occidentales podía durar al menos año y medio y pilotar con garantías un periodo de transición mínimamente pacífico. En ese tiempo se podrían ir cerrando heridas, ganando cotas de democratización, amparar a los más desfavorecidos... No ha sido así.

Los talibanes han pinchado el globo y, de repente, hemos descubierto que detrás del decorado sólo había humo y paja. Y en ese escenario quienes más van a sufrir son las mujeres y las niñas afganas. Para que se entienda de lo que estamos hablando aporto el testimonio de una persona que, por motivos profesionales, estuvo viviendo en Afganistán hasta en dos ocasiones.

Un día –me contó recientemente- llegó al centro de trabajo y se cruzó con una limpiadora afgana que trabajaba en el recinto, efectivamente, manteniendo las dependencias en el mejor estado posible. Para agradecerle su trabajo y demostrar respeto y afecto, se le ocurrió dirigirse a ella. Le soltó un inocente “buenos días” y siguió de largo.

Al día siguiente, aquella mujer no acudió a trabajar. Al otro, tampoco. Ni al tercero. Cuatro días después apareció de nuevo por el recinto con signos visibles de haber sufrido una paliza, como así había pasado. Todo por haber escuchado un “buenos días” por boca de un infiel occidental.

Así están las cosas en Kabul y en las principales ciudades del país. Imagínense la violencia que se puede desatar ahora contra todas aquellas mujeres y niñas que en estos veinte años de dominación aliada se han significado simplemente por acudir a estudiar a un colegio, por eliminar el burka de su vida diaria, por salir a la calle sin ir acompañadas de su ‘mahram’ (padre, hermano o marido), por haber utilizado cosméticos, por salir en televisión ejerciendo de periodistas, por comprar vestidos de fiesta, por haber mostrado los tobillos en público, por montar en bicicleta o en moto, por haber reído en voz alta o haberse asomado a un balcón.

No es una exageración. Todas estas manifestaciones o actitudes que acabo de describir están prohibidas para la mujer en Afganistán según la ‘sharia’, la ley islámica que los talibanes defienden dentro de su régimen fundamentalista. Los estados islámicos que han aplicado este código contemplan hasta la muerte por lapidación para quién incumpla gravemente estos códigos sobre vestimenta, trabajo y vida social.

Es cierto que los muyahidines que acaban de aterrizar en Kabul se están esforzando por dar una imagen alejada del salvajismo de otras épocas. De hecho, acaban de manifestar su deseo de que las mujeres participen en el nuevo gobierno que viene y alguno se ha dejado entrevistar por una mujer. Pero está por ver si se trata de un simple lavado de imagen o un movimiento real hacia la moderación.

Más en twitter: @javierfumero

 
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