Javier Fumero

Ay, Alemania: quién te ha visto y quién te ve

Corrupción
El caso Wirecard acaba de volver a demostrar que no todo el monte es orégano en Alemania

Todavía recuerdo –por hirientes- las declaraciones del presidente del Bayern de Múnich, Uli Hoeness hace unos años. Destilaban soberbia y desdén por los cuatro costados pero además, manchaban el nombre de España pregonando una falacia.

Nuestro Gobierno acababa de admitir que los clubes de fútbol españoles tenían contraída una deuda con Hacienda y la Seguridad Social que superaba los 1.200 millones de euros. Pues bien. El dirigente alemán profirió lo siguiente:

-- “Para mí es el colmo, es impensable. Pagamos cientos de millones de euros para que salgan de la mierda y luego los clubes no pagan sus deudas. No puede ser”.

No sólo era ese tonito faltón, de perdona vidas, que también emplean otros países europeos, como Holanda y Bélgica, para referirse a nuestro país. Es que además, la afirmación exigía matices. Se quiso hacer creer que los triunfos de los equipos españoles en Europa eran consecuencia de gastos irresponsables. Sin embargo, los tres clubes españoles más laureados, Real Madrid, F.C. Barcelona y Atlético de Madrid, estaban (y están) perfectamente saneados. No tiene deudas.

Era el viejo raca-raca basado en prejuicios una y mil veces repetidos: somos los vividores del sur, los informales muchachos de la siesta, el cachondeo, el vino, la paella, el sol y la playa. De trabajo y seriedad, poco. Siempre un poquito caraduras. Ellos, en cambio, son los sensatos, siempre honrados y abnegados ciudadanos que deben sostener al díscolo derrochador.

Pues va ser que no.

Alemania ha vuelto a cubrirse de gloria con una empresa llamada Wirecard que, en un mes, ha pasado de marca modelo a vergüenza nacional. La compañía de sistemas de pago electrónico acaba de destapar un agujero en sus cuentas que supera los 1.900 millones de euros. Ese dinero nunca existió pero figura en su balance. Un pufo horrendo.

El caso demuestra que en Alemania no todo el monte es orégano. Fallan sus sistemas de control, como en otros países. Existen corruptos despiadados, como en otros países. Y llevan años camuflando sistemas frágiles y con fisuras.

Podemos recordar el terrible ‘dieselgate’ de Volkswagen, el diseño de un perverso sistema de engaño masivo, muy costoso y de gran complejidad, realizado con la expresa voluntad de confundir a las autoridades regulatorias cuando iban a medir las emisiones de los vehículos alemanes.

 

También supimos que más de 300 profesionales del consorcio alemán Siemens fueron imputados por la fiscalía de Münich que les acusó de emplear unos 420 millones de euros en sobornos para conseguir grandes contratos por el mundo. Se confirmó la existencia de ‘cajas b’, contratos con asesores inexistentes, firmas fantasmas y pactos ocultos para camelar a funcionarios y facilitadores de gobiernos extranjeros.

Y todavía recuerdo la queja de los bancos españoles aludiendo a los estrictos controles de solvencia que han sufrido nuestras entidades… unos criterios que nunca pasarían –dijeron- las entidades financieras germanas. El caso Deustche Bank es un ejemplo. Arrastra problemas desde hace cuatro años, cuando sumó una pérdida neta de casi 7.000 millones de euros. En 2018, el Fondo Monetario Internacional declaró a esta entidad como “la mayor fuente de riesgo entre los bancos sistémicamente importantes del mundo”. El año pasado, intentó resolver sus problemas financieros mediante una fusión con Commerzbank. Sin embargo, los reguladores alemanes vetaron el acuerdo porque –no se lo pierdan- amenazaba con extender la crisis al segundo banco más grande del país.

Ya va siendo hora de reclamar a nuestros vecinos del norte más respeto y examen de conciencia.

Más en twitter: @javierfumero

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