Javier Fumero

Bostezos, testosterona y política

Sede de Telemadrid.
Sede de Telemadrid.

He realizado este jueves una micro-encuesta en mi entorno vital sobre el debate en televisión con los candidatos a presidir la Asamblea de Madrid en Telemadrid y, sin aplicar la cocina de Tezanos –esa que logra siempre enfoques convenientes al PSOE-, el dato es demoledor: muy pocos se pusieron frente al televisor y de los que lo hicieron, muy pocos se quedaron hasta el final.

Preguntados los encuestados por esa desafección hacia la única cita televisiva con los representantes del PP, Ciudadanos, PSOE, Más Madrid, Unidas Podemos y Vox, la respuesta fue también prácticamente unánime: qué pereza, qué aburrimiento, qué pérdida de tiempo… En esa dirección.

Mientras tanto, un doctor en ciencia política como Lluís Orriols explicaba esa misma mañana, horas antes del debate, la importancia de seguir una cita así y lo hacía con este argumento:

-- “Bah, ya veré el resumen del debate en algún telediario”… ERROR!! La ventaja de los debates es que ofrecen a los candidatos la oportunidad de mandar sus mensajes sin intermediarios. Si esperas a ver el resumen del debate le estás quitando su valor añadido más importante.

Pues nada. Como quien oye llover. ¿Qué sucede? ¿Qué nos pasa? Me atrevo a incluir aquí debajo cuatro razones que quizás expliquen lo que está pasando:

-- Saturación. Llevamos demasiadas citas electorales a la espalda. Los españoles están agotados, exhaustos, cansados de contemplar a sus políticos dirigirse a ellos para pedirles el voto. La lista es considerable: elecciones andaluzas (diciembre de 2018), elecciones generales y elecciones en Valencia (abril de 2019), municipales y autonómicas (mayo de 2019), de nuevo elecciones generales (noviembre de 2019), elecciones en Galicia y País Vasco (julio de 2020), elecciones catalanas (febrero de 2021) y ahora, en mayo, elecciones en Madrid.

-- Sobre-exposición. Las nuevas tecnologías permiten a nuestros políticos entrar en nuestros hogares y dispositivos por tierra, mar y aire. Ellos y sus mensajes. ¿Resultado? Los tenemos muy vistos. Nos saturan con sus consignas. No hay modo de escapar de ellos, de ellas y de elles.

-- Pocas ideas. Además, sabemos de memoria lo que le van a decir. Se mueven entre cuatro o cinco ‘ideas madre’ sacadas de un argumentario. Se trabaja con pocas reflexiones de fondo, de esas que realmente aportan. Hacen circular más bien eslóganes, titulares, zascas. Frases que impacten y se queden en la retina. Se echan de menos los planteamientos de amplio espectro, consideraciones de calado, reflexiones sobre modelos de sociedad y estrategias.

-- Demasiada testosterona, demasiada polarización. Y a todo esto hay que añadir la guinda del ‘faltonismo’, ese deporte que practica cada vez más nuestra clase política. No se trabaja con argumentos sino que se lanzan pullas de destrucción masiva. ¿Resultado? La polarización es tan grande que se vota a la contra. Votamos a aquellos que nos representan pero también para que no ganen quienes no queremos ver ni en pintura. En este escenario, volviendo al punto anterior, los argumentos no son tan relevantes.

 

Más en twitter: @javierfumero

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