Javier Fumero

Un buen cóctel molotov contra el confinamiento y tan a gusto

Altercados en Bilbao
Altercados en Bilbao

Los confinamientos perimetrales establecidos durante el Puente de Todos los Santos para evitar la propagación de los contagios han provocado graves disturbios en diversas ciudades de España.

En Madrid, las calles del centro se convirtieron en escenario de algaradas y destrozos por los que 33 personas fueron detenidas y tres agentes resultaron heridos por los manifestantes. La Policía Nacional localizó productos químicos y dispositivos para ser lanzados en forma de cóctel molotov en el escenario de los principales altercados, la Gran Vía madrileña.

En Barcelona, las protestas tuvieron lugar el sábado en diferentes puntos de la ciudad y se saldaron con un detenido, 60 personas identificadas y un agente herido. Los principales incidentes tuvieron lugar en la Plaza Sant Jaume. La noche del viernes hubo catorce detenidos, dos de ellos menores de edad, y treinta personas heridas: 20 agentes de los Mossos d’Esquadra, tres guardias urbanos y siete ciudadanos.

Unos 150 radicales, muchos de ellos jóvenes, protagonizaron la tarde-noche del sábado disturbios en el centro de Logroño, donde cruzaron y quemaron contenedores, tiraron piedras a la Policía y cortaron el tráfico en las cercanías de las sedes del Ejecutivo riojano y de la Delegación del Gobierno en La Rioja. En Málaga tuvo que desplegarse la Policía después de que se volcaran contenedores de residuos y se provocaran pequeños incendios.

¿Qué está pasando? ¿De dónde procede toda esta violencia? ¿Quién responde con destrozos a una pandemia? ¿Por qué?

El origen de la violencia genera desde hace tiempo un cierto debate entre los expertos. Por un lado pensadores como Freud hablaban de “un instinto de muerte” incoado en todos los hombres. Otro estudioso como Konrad Lorenz sostenía que la agresividad es un comportamiento universal, determinado filogenéticamente.

Sin embargo otro nutrido grupo de especialistas sostienen que el violento no nace, se hace. El psiquiatra Luis Rojas Marcos explicó hace unos años en su libro 'Las semillas de la violencia' que: “La agresividad maligna no es instintiva sino que se adquiere, se aprende. Las semillas de la violencia se siembran en los primeros años de la vida, se cultivan y desarrollan durante la infancia y comienzan a dar sus frutos en la adolescencia”.

Erich Fromm también niega la existencia de un instinto destructivo en el ser humano y el filósofo José Antonio Marina insiste en un hecho: en la naturaleza no hay violencia. Hay fuerzas en lucha, energías poderosísimas, fenómenos devastadores, y en el mundo animal rige la ley del más fuerte. Sin compasión, es verdad, pero sin ensañamiento. El género humano es el que ha inventado la crueldad, la venganza, el rencor y los celos.

A mi modo de ver, como ya he dicho en alguna otra ocasión, el ser humano nace a este mundo con las simientes de la bondad, la tolerancia y la generosidad, pero también del racismo, la ira, la brutalidad, el vandalismo o la mentecatez. Dependiendo del medio en el que se cultiven estos granos, florece una personalidad u otra

 

Y esta sociedad que hemos animado potencia una cultura de la violencia, que es la que engendra crueldades familiares, violaciones, criminalidad, violencias patológicas, kale borroka, acosos psicológicos y hasta suicidios.

No podemos extrañarnos de estos lodos en forma de cócteles molotov: proceden de polvos bien concretos. Por ejemplo, de la mentira que se convierte en un gesto de violencia hacia quienes tienen derecho a no ser engañados. Pero hay otros elementos que funcionan como simiente de esa barbarie de hoy. Pienso en los insultos que se lanzan en sede parlamentaria, en la intolerancia que se practica en las redes sociales, en la escasa capacidad de diálogo con el discrepante…

Más en twitter: @javierfumero

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