Se busca culpable del Covid-19

Posible menor afectado de Coronavirus en Barcelona

Escuchar algunos análisis de estos días sobre el coronavirus que nos azota provoca bastante repelús. Me refiero a esos comentaristas que dejan traslucir un cierto desconcierto por algo de esta magnitud, que nos supera y nos enfrenta a esa gran verdad: somos vulnerables.

Es como si no estuviéramos acostumbrados a que las cosas no estén totalmente bajo control, a no tener el dominio completo sobre nuestro mundo. Eso genera ansiedad, miedo y una agobiante sensación de fragilidad.

¿Cómo es posible que un microscópico virus altere de este modo nuestros planes de viaje, negocios, inversiones, nuestra vida ordenada, controlada, diseñada para evitar sobresaltos?

Hay muchas personas que cimientan su felicidad precisamente sobre esto, sobre el control de sus vidas. Por eso le exigen al Estado un papel fundamentalmente protector: debe defender el plácido acontecer de cada individuo. Esa es su misión principal. Y si falla, hay que buscar culpables y pedir responsabilidades.

Sin embargo, la experiencia nos dice que esa pretensión es imposible, nos deja exhaustos y frustrados. Perseguir esa imagen de la dicha es estar condenado al fracaso, es una elaboración cultural y psíquica un tanto sentimental, poco realista. Porque los virus, los terremotos y el cáncer, por poner sólo tres ejemplos, existen. Forman parte de nuestra existencia.

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No asumirlo nos puede llevar a adoptar una actitud de víctima cuando algo así de dramático nos sobreviene. En vez de afrontar con entereza un acontecimiento de estas características, de algún modo inevitable, optamos por sentirnos un sujeto agraviado. Nos revelamos y exigimos que alguien dé satisfacción por nuestro padecimiento. Buscamos culpables y exigimos reparación.

Ya lo verán. Nada más pasar la tempestad del coronavirus vendrán los reproches. Alguien no ha hecho los deberes, los Estados debían haber previsto esta circunstancia, las instituciones no han velado por esto o lo otro. ¡Alguien debe garantizarme una existencia sin problemas, caray!

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