Javier Fumero

¿Le cabrea la corrupción? Sí. ¿Volverá a votar al corrupto? Sí

El último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) ofrece un dato relevante. La economía ha dejado de ser la primera preocupación de los españoles. Hereda esa posición en el ranking la corrupción. El 37,6% de los ciudadanos la percibe ya como uno de los grandes problemas del país.

El trabajo de campo se realizó el pasado mes de diciembre. Es muy probable que escándalos como el caso Bárcenas (en el PP), la trama de los ERE falsos (PSOE andaluz) y las facturas falsas de UGT en Andalucía hayan hecho mella en los españoles porque el rechazo avanzó seis puntos respecto al registrado en noviembre, cuando fue del 31,8%.

Sin embargo, me temo lo peor.

Creo que tanta indignación quedará en nada. Lejos de provocar un voto de castigo contra los responsables de esta putrefacción, los corruptos seguirán obteniendo el respaldo popular en las urnas.

No es algo nuevo. Por toda España hay instalados, en numerosos feudos infranqueables, señoritos que llevan años campando a sus anchas a pesar de los pufos acumulados en sede judicial. Los hay de todos los colores: aquí nadie puede acusar al vecino porque todo el mundo sale retratado.

Yo tengo una explicación sociológica para lo que pasa. España es una sociedad gregaria. Nos sentimos seguros sólo cuando nos identificamos con un colectivo. Y eso se confunde muchas veces con una adhesión inquebrantable y sin fisuras a la causa.

Por eso hay quien acude a votar con la nariz tapada, para evitar el hedor y apoyar de nuevo en las urnas al tramposo. ¿Por qué? Muy sencillo: “es de los míos” y al enemigo, ni agua. Las siglas son las siglas y están por encima de todo. Este es el credo.

Lo he dicho en alguna otra ocasión. En este punto, a los españoles nos falta todavía un hervor, un punto de madurez, como sociedad democrática.

En caso contrario, a las primeras de cambio, pondríamos de patitas en la calle a los truhanes. Haríamos una limpia de aquí te espero y el mensaje llegaría, alto y claro, a nuestros gobernantes. Entonces, otro gallo nos cantaría.

 

Más en twitter: @javierfumero

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