Javier Fumero

Cabreaditos

Mantenerte en forma
El “cabreadito” es un ser vociferante, muy crítico, permanentemente en ebullición y ávido de lanzar diatribas contra alguien o algo

Hoy les voy a hablar de un ejemplar de ser humano que, como las cotorras en Madrid, se ha multiplicado de forma sorprendente en los últimos tiempos. Se trata del “cabreadito”: un ser vociferante, muy crítico, permanentemente en ebullición y ávido de lanzar diatribas contra alguien o algo.

Abunda en las redes sociales, donde reparte coces sin miramiento, a diestro y siniestro. Pero también parasita por los foros de opinión, en las tertulias de café, las columnas de Opinión o en los grupos de guasap. Tiene como una necesidad interna y permanente de cascarle a las personas, instituciones o cosas. No se puede expresar con sutileza o empleando matices. No. Lo suyo es zurrarle la badana al antagonista como si no hubiera un mañana.

Prácticamente toques el tema que toques, allí ve motivo para enfollinarse. Se lo llevan los demonios. Pero donde más a gusto se encuentra es en el terreno de la Política, la Economía o la Historia. Ahí está en su salsa. Todo lo interpreta desde sus prejuicios, una y otra vez, y reparte mandobles. Raca, raca.

Otra de sus características principales es que apenas se toma vacaciones. No parece humano. Es como si estuviera pertrechado de pilas Duracell, qué tío. Uno tiende a pensar que todo el mundo necesita tomarse un respiro alguna vez. Pues no. Él no. No sé de dónde saca la energía pero logra estar con la vuvuzela en ristre lanzando bocinazos los 365 días del año.

También llama la atención su reacción cuando alguien le sugiere moderación o simplemente discrepa, no digo ya si le lleva la contraria. Prepárese porque puede acabar destrozando el local. Este mismo post, sin ir más lejos, lo puede sacar de quicio. ¡Tibio! ¡Bien queda! ¡Cobarde! ¡Meapilas! ¡Tuercebotas!

Todo el que no afronta la existencia desde los extremos –todo tiene que ser blanco o negro, no hay otra- y con la vena hinchada en el cuello, quedará automáticamente calificado de blando, gallina o mediocre. Más estacazos. Hay que posicionarse, hacer la guerra, disparar al corazón, dejarse de mariconadas. La vida entendida como una constante batalla campal.

La conclusión es evidente: son agotadores. Pasa como con aquellos personajes de las novelas de Harry Potter: los Dementores. J. K. Rowling los describió como criaturas oscuras y siniestras, sin alma propia, que se alimentan de la felicidad de las personas, dejando a sus víctimas sólo con sentimientos de desesperación y tristeza. Te chupan el ánimo y te dejan helado. Tal cual.

Cabreaditos… Sin acritud, mejor mantener una prudente distancia con ellos. Por pura supervivencia y simple higiene mental, digo.

Más en twitter: @javierfumero

 
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