Javier Fumero

Por qué cada vez que miente un político muere un gatito

Imagen de un gato cualquiera.
Imagen de un gato cualquiera.

Venga, va: ya lo han conseguido. Nuestra clase política se ha ganado a pulso el descrédito que le acompaña. Les ha costado lo suyo pero finalmente, han logrado que los ciudadanos den la espalda de forma mayoritaria a sus señorías.

La culpa, insisto, es de ellos. Han logrado que nadie se fie de lo que dicen. Sus palabras, sus declaraciones, sus posicionamientos… han perdido valor. “Fulano dice esto. Pues habrá que esperar a ver si es un brindis al sol o la cosa va en serio”. Y así todo.

Hay actitudes que abonan esta desconfianza: los cambios de posición en 24 horas sobre temas relevantes, sin una explicación razonada; la constatación de que se mercadea con todo: no hay principios inconmovibles; las ruedas de prensa sin preguntas o con límite de intervenciones; el secretismo en asuntos de interés general y la alergia a la transparencia; la confirmación de que nos están dando gato por liebre…

Estamos ante un problema grave, de fondo. Lo he explicado en alguna otra ocasión. Una sociedad sana y fértil está sustentada sobre la confianza. Sin ella la vida se convierte en un infierno. Les pongo algunos ejemplos: confiamos en que nos paguen el salario a final de mes, que nadie se salte el semáforo en rojo cuando nosotros pasamos, que el autobús en el que nos subimos siga la ruta establecida, que los alimentos cumplan los criterios de salubridad que prometen en sus etiquetas, que la policía detenga a los malos, que el banco nos devuelva el dinero que ingresamos… Todo está sustentado en la confianza.

Por eso, cada vez que alguien miente muere un gatito. Se daña a toda la sociedad, que se vuelve un poco más suspicaz, menos confiada. Por ese camino se llega a la anarquía, al caos. El ciudadano se pone a la defensiva. Eso nos separa. La mentira favorece así el individualismo, la separación, el aislamiento. Es un acto de violencia.

Hay mentirosos compulsivos y personas que simplemente no saben ser honradas. Pero la peor mentira es la que abusa de la buena fe de otros para satisfacer un deseo personal o para alcanzar un beneficio aprovechándose de los demás. Eso es dinamita. Todo esto es lo que hay que combatir. Porque nos jugamos mucho, prácticamente todo.

Más en twitter: @javierfumero

 
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