Javier Fumero

Por qué la campaña de las generales se ha convertido en la tormenta perfecta

Votación en unas elecciones.
Un ciudadano votando en las elecciones generales de 2014.

Estamos a punto de afrontar un proceso electoral inédito, sin ningún precedente en la historia democrática de nuestro país. Nunca en España había existido un nivel de fragmentación política de este calado pero tampoco la sociedad española era la misma. Hemos cambiado y mucho.

Ahora hay más partidos donde elegir. El otro día escuchaba a un politólogo explicarlo utilizando un ejemplo gráfico: antes había “menú del día” a la hora de votar, una lista básica de primeros y segundos con pocas alternativas; en cambio, ahora hay una carta variadísima de platos.

Además, el electorado ha perdido fidelidad y afiliación con las marcas. Antes una familia nacía votando a un partido y prácticamente llegaba a la tumba sin perder esa sintonía política. A eso ayudaba el bipartidismo: no había partidos de ideologías muy parecidas, con pocos matices de diferencia. Era elegir entre el blanco o el negro, lo que hacía bastante complejo optar por un giro tan radical.

De ahí que ahora se haya multiplicado la volatilidad. Los votantes se mueven entre varias opciones, como no sucedía hasta la fecha. Por eso mismo, las campañas electorales han pasado de ser instrumentos de agitación poco útiles, dirigidas más bien a enfervorizar a los afines, a ser decisivas para convencer a un puñado de dudosos.

No es teoría: basta comprobar lo que sucedió en las elecciones andaluzas. En la semana final de esa campaña, en diciembre pasado, el PSOE de Susana Díaz se desplomó como nadie predecía; y, en paralelo, Vox logró entrar en una espiral de euforia que lo llevó hasta los 400.000 votos y 12 diputados. Así de contundentes resultan estas nuevas dinámicas tendenciales.

Los expertos en demoscopia calculan que hasta un 30% de los votos se decide ahora en los últimos días. Este hecho convierte en algo insólito esta cita de las generales. Porque a todo lo anterior hay que sumar aquí otro dato relevante: los votantes estaremos en plenas vacaciones de Semana Santa en la recta final de la campaña electoral. Con el arraigo que estas fiestas tradicionales tienen para muchos españoles.

Por si todo esto fuera poco, las encuestas apuntan estos días a que la suma de mayorías, a derecha e izquierda, no está nada clara. Ningún bloque gana por goleada. Todo parece estar en un puño.

Por eso digo que esta campaña electoral es comparable a la tormenta perfecta, un fenómeno sociológico que será difícil de interpretar, medir y enfrentar para algunos partidos. Y hay mucho en juego.

Más en twitter: @javierfumero

 
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