Javier Fumero

Cataluña es ya una serie con demasiadas temporadas

Laura Borràs, ante una imagen de Carles Puigdemont en un mitin de Junts.
Laura Borràs, ante una imagen de Carles Puigdemont en un mitin de Junts.

El otro día me cruce por Twitter con el comentario de una persona a un amigo catalán, que contenía una aguda reflexión sobre la extraña deriva que aquello está tomando. Le decía:

-- “Mira, con lo vuestro en Cataluña ya me pasa como con las series con demasiadas temporadas: ya me he perdido. Hay personajes nuevos que no conozco, me cuesta seguir el guión y, además, ahora ya sólo actúan personajes secundarios, poco interesantes. Así que he desconectado”.

Me sentí plenamente identificado. Porque uno intenta seguir con atención lo que está pasando allí pero pasa el tiempo y cada vez es más complicado aclararse. Ahora estamos en una fase de pulsos soterrados, plantes, botes de humo, amagos, amenazas… Y uno no logra intuir cuando es simple postureo o se trata de planteamientos sinceros.

¿Qué quiere hacer el independentismo con su vida? No es fácil saberlo. Ahora mismo los dos gallos del corral juegan un partido a no perder. Y eso, como todo el mundo sabe, es aburridísimo. Y tiene un coste. Juegan a no perder apoyos, a reivindicar esa acreditación de pureza extrema, a no perder el carné de autenticidad… mientras Cataluña se va empobreciendo. Esto es lo más grave.

A mi me deja perplejo que la sociedad catalana permita esta deriva de sus políticos. Conozco a un buen puñado de catalanes, gente eficaz, audaz, ambiciosa y eminentemente pragmática. Por eso, me cuesta entender que no exista un movimiento civil que exija a sus gobernantes un tiempo muerto: mientras seguimos intentando la independencia, ¿por qué no dejamos de hacernos daño?

Nada de eso. Los personajes secundarios que han sustituido a los Jordi Pujol, Artur Mas, Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, parecen más cerriles que sus predecesores. Sin capacidad de diálogo suficiente, ni dotes para la negociación política.

Lo peor de todo es que hemos llegado a un punto del culebrón en el que el guionista parece haberse vuelto loco: sujétame el cubata que vas a ver de lo que somos capaces. Sitúo en este punto de la película la designación de Laura Borrás como presidenta del Parlament.

Leí en su momento con un poco de detenimiento la causa judicial que esta persona tiene abierta, ahora en el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, y es de aurora boreal. Está acusada de prevaricación, malversación, fraude administrativo y falsedad en documento mercantil por supuesta adjudicación irregular de contratos cuando estaba al frente de la Institució de les Lletres Catalanes (ILC) entre 2013 y 2017.

El auto de la Sala de lo Penal incluye una exposición razonada, redactada por una juez de Barcelona, donde se afirma que durante los años que Laura Borràs fue directora de la ILC, se procedió desde ese organismo, de acuerdo con Isaías Herrero Florensa, “que mantenía una relación personal de amistad con la persona aforada, al fraccionamiento de contratos de prestación de servicios informáticos efectivamente prestados”.

 

Según señala el auto, para ello se reflejaban importes y conceptos “inventados”, siempre en cuantías inferiores a 18.000 euros, “para, incumpliendo las normas aplicables, evitar el procedimiento administrativo pertinente por tratarse de trabajos que suponían la programación informática del portal de internet de la ILC durante un periodo superior a los cuatro años”. De esta manera, continúa la resolución, se podía acudir a la adjudicación directa “para, con la intención de favorecerlo personalmente, encomendarlos a Herrero, directamente o a nombre de otras entidades tras las que se ocultaba”. El importe total de lo adjudicado a este informático durante ese periodo ascendió a 259.863 euros.

Esta persona ha sido la elegida por ERC y Junts para presidir el órgano legislativo, representativo y colegiado de Cataluña. ¿A alguien le parece normal? Y ya intuimos lo que puede suceder si un tribunal la declara culpable. Lejos de admitir su responsabilidad esconderá la verdad bajo el manto del victimismo: es el español Estado opresor, que me persigue.

Insisto: lo más sorprendente de todo es que los catalanes sensatos sigan permitiendo semejante degradación. Es de locos.

Más en twitter: @javierfumero

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